Teatro de discurso y libro
La cr¨ªtica antigua ten¨ªa dos palabras que aplicaba cada vez que aparec¨ªa una obra como ¨¦sta: discursiva y libresca. Si era de romanos, la inquietud sol¨ªa aumentar. Discursiva es esta nueva obra: peque?os o largos discursos de S¨¦neca sobre ¨¦tica, poder, corrupci¨®n, tiran¨ªa, democracia, se enjaretan uno tras otro. Libresca, porque salen de los libros no s¨®lo las figuras centrales -con las inflexiones que el autor quiere darles-, sino la implacable lecci¨®n de historia del siglo I en Roma, con acumulaci¨®n de nombres, sucesiones, cr¨ªmenes, abusos de poder. Nada, o casi nada, se ve en el escenario: se cuenta. Petronio va a visitar a S¨¦neca el d¨ªa en que ¨¦ste ha de matarse por sentencia de Ner¨®n, y le escucha contar su vida. En el relato se mezclan apariciones en una especie de segundo escenario de algunas personas y algunos momentos de la historia: Agripina, Popea, Burrus y, naturalmente, el joven disoluto Ner¨®n.En estas reproducciones imaginarias se recalcan los incestos y la homosexualidad imperial, el ta?ido de la lira en el incendio de Roma -sale un humo denso que tapa el escenario- y alguna que otra declaraci¨®n. No hay acciones directas.
S¨¦neca, o el beneficio de la duda
Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Luis Pellicena, Juan Rib¨®, Mag¨¹i Mira, Luis Merlo, Roberto de la Pe?a, Eufemia Rom¨¢n, Cristina Higueras, Amparo Valle, Enrique Cerro. Escenograf¨ªa: Andrea d'Odorico. Vestuario: Miguel Narros. Direcci¨®n: Manuel Collado. Estreno: teatro Reina Victoria, 14 de septiembre.
Discursivo y libresco, este teatro es siempre preferible al que s¨®lo tiene buena carpinter¨ªa y exceso de efectos, sobre todo cuando es la prosa l¨ªrica de Gala la que lo viste, capaz incluso en este caso de renunciar a lo ingenioso por recalcar lo profundo. Pero no son incompatibles las dos virtudes, la de un teatro bien escrito y hablado y, al mismo tiempo, teatral: la literatura dram¨¢tica.
Ensayos breves
Lo que relatan los discursos -peque?os y brillantes art¨ªculos, ensayos breves- parece creado para intentar alguna referencia, alg¨²n calco sobre la realidad actual para atrapar el inter¨¦s p¨²blico. En la nota que el autor a?ade al programa se da a entender as¨ª: "En una ¨¦poca cuya decadencia, cuya corrupci¨®n general, cuya sensaci¨®n de agotamiento la hacen semejante a la nuestra...". Yo soy incapaz de ver que nuestro tiempo tenga ninguna semejanza con la "Roma putana" -la frase se recoge- de aquel tiempo: ni en su mezquindad, ni en su grandeza, ni en el crimen, ni en la corrupci¨®n. Tampoco parece que Antonio Gala lo haya podido ver as¨ª: nada de lo que se dice o pasa en el escenario tiene algo que ver con nosotros. A no ser unas generalidades sobre pol¨ªtica te¨®rica y sobre los gobernantes que son de aplicaci¨®n muy com¨²n desde que las enunci¨® el propio S¨¦neca.Los actores est¨¢n presos de sus papeles. Jos¨¦ Luis Pellicena, que viene de tantos ¨¦xitos, topa ahora con la prosa larga y plana y con la falta de acci¨®n, y apenas le caben recursos de interpretaci¨®n. Es un S¨¦neca indudablemente senequista: estoico, austero, inconmovible, reflexivo; lo paga con la frialdad y la falta de vida. Juan Rib¨® es Petronio, que escucha: no puede hacer, por tanto, m¨¢s que o¨ªr y, a veces, apostillar como quien pone notas a un libro. Tienen algo m¨¢s de suerte los actores que tienen la segunda acci¨®n: les es dado alg¨²n arrebato, alguna pasi¨®n, alg¨²n revolc¨®n preferentemente homosexual. As¨ª destaca el joven Luis Merlo, que tiene algunas condiciones, que cuajar¨¢n cuando le llegue, pronto, la madurez profesional, y Mag¨¹i Mira, que tambi¨¦n viene de otros ¨¦xitos. Pero todos est¨¢n, m¨¢s o menos, contagiados de la frialdad general y del tono de la direcci¨®n discreta de Manuel Collado. ?ste ha metido la obra en un decorado monumental de materias nobles imitadas (de Andrea d'Odorico); esto y los peplos -un bello vestuario de Narros- acent¨²an la sensaci¨®n de pasado de la obra.
Puede que haya algo m¨¢s que casualidad en la coincidencia de esta obra con la de Fernando Savater, ¨²ltimo desembarco -una de griegos-, en cuanto a utilizaci¨®n de discurso y libro y apoyo en una estructura antigua: una tendencia hacia el regreso al teatro del texto, aunque cada autor tenga su propio discurso, su propia filosof¨ªa y su estilo literario; las suficientes diferencias entre uno y otro para que cada espectador prefiera el que le guste, o los dos. No es mala tendencia en estos momentos, si se desarrolla hacia una mayor teatralidad. El del estreno de Gala -con Carmen Romero, el ministro de Cultura y otras personalidades en el patio de butacas- estaba demasiado perturbado por el calor y por el desciframiento de las claves hist¨®ricas para prestar la debida atenci¨®n. Mantuvo una actitud, respetuosa -el respeto que se merece la cultura y la calidad literaria- y aplaudi¨® mucho al final, con gritos especiales en favor de Luis Merlo. Gala pronunci¨® unas palabras, repudiando el teatro p¨²blico y exaltando el privado, pero con ayudas, y entreg¨® su obra al p¨²blico con la esperanza de que la perpet¨²e en el cartel.
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