Arlequines, cenutrios y chundaratas
No es cierto que me lo contara Borges. Aquella tarde yo no estuve en Pek¨ªn. Me refiero a la tarde en la que Borges dijo que el r¨¢pido crep¨²sculo de Pek¨ªn era una rosa arrepentida que volv¨ªa a la noche. Me lo contaron Zao Wuki y Tseng Yu-ho y fue en Hong Kong, mientras ¨ªbamos en una barca. Zao Wuki era un a?o m¨¢s viejo que yo, y Tseng Yu-ho, un a?o m¨¢s joven. No sabr¨ªa decir si eran poetas que pintaban o pintores que hac¨ªan poemas, pero me confesaron que nadie puede pintar a un sabio. Es m¨¢s dif¨ªcil pintar a un dios o a un demonio. Y no es cuesti¨®n de habilidad: es que los sabios nunca est¨¢n donde est¨¢n, y los pintores no saben qu¨¦ hacer, pues si pintan mienten, y s¨®lo mintiendo un poco Chang Ta-ch'ien hab¨ªa logrado pintarse a s¨ª mismo. La clasificaci¨®n de Borges a que me refiero no ha alcanzado tanta fama como la que hiciera sobre los animales, que tantas veces se ha celebrado, pero no deja de ser interesante. Se refer¨ªa a los intelectuales de la antigua China, que ¨¦l parec¨ªa conocer muy bien.Mis amigos no estaban muy seguros acerca de los nombres que Borges emple¨®, pero me dieron una ieda bastante exacta, y pienso que no me equivocar¨¦ mucho con la que aqu¨ª voy a dar. Borges iniciaba su repertorio con "los que escuchan el grito", intelectuales con grandes orejas; despu¨¦s a?ad¨ªa "los que tienen voz de laca", dedicados a ense?ar a los adolescentes, y "los que dorm¨ªan a la sombra", no se sab¨ªa si de los ¨¢rboles o de los mandarines. Resaltaba Borges el aire truculento de "los que cazan demonios", que me imagin¨¦ como nuestros inquisidores. Por fin, dio abundantes se?as sobre otros tres tipos que da la casualidad de que son muy frecuentes entre nosotros, y que intentar¨¦ describir lo m¨¢s fiel mente posible. Uno de ellos es como un primo de Suen Wu K'ong, que, cuando fue algo, fue rey de los monos. Son intelectuales de mucho ingenio y habilidad para el sarcasmo. Claro que, en su decadencia, estos primos de Suen Wu K'ong se convirtieron en arlequines que, como los venecianos, ten¨ªan muchos se?ores a quienes servir y enga?aban a un amo con otro, pretendiendo burlarse de todos y no servir a ninguno despu¨¦s de haberles aflojado la bolsa.
La comedia del intelectual-arlequ¨ªn terminaba en China de manera similar a como termina entre nosotros. Despu¨¦s de recibir una azotaina, arlequ¨ªn -o Suen Wu Kong- hac¨ªa una graciosa pirueta y todo quedaba olvidado al aire de una sonrisa. Arlequ¨ªn segu¨ªa su juego y, mientras no pasase la raya, los se?ores estaban encantados con el ingenio del nuevo rey de la burla y el sarcasmo.
El segundo de los intelectuales me fue descrito como un ser legendario, mitad planta, mitad hombre, a la vez blando y lloroso, que, seg¨²n me dijeron, no empleaba nunca frases afirmativas, sino que hablaba de la no-nieve, del no-aire, de la no-plaza, de la no-ciudad, como si fuese un paisaje de Li Ti en el que no hay nunca un hombre amigo.
Me resisto a creer que Borges quisiera denominarlos cenutrios, pues por mucha milonga que a veces echase a su verbo, el t¨¦rmino no se encuentra en la Academia, ni siquiera en la Enciclopedia Brit¨¢nica, que ya es decir. Pero como hay que elegir, me quedo con cenutrio y rechazo por l¨ªrica la propuesta que me hicieron mis amigos de Hong Kong de llamarlos "sauces de alma y seda".
Del tercer tipo hay muchas noticias, pues asist¨ªan a fiestas y recepciones, encuentros y saraos. Adem¨¢s eran muy conocidos por escribir con f¨¢cil pluma -o pincel- sobre casi todo. Como hac¨ªan bastante ruido y eran amigos del placer y de la felicidad, el Santo Edicto, promulgado por un emperador de la dinast¨ªa Ming, les dio, entre otros nombres, el de shiao, que puede traducirse castizamente por chundarata.
No s¨¦ si esta clasificaci¨®n se me transmiti¨® ¨ªntegramente, y nunca lo sabr¨¦ por haberme perdido el crep¨²sculo de Pek¨ªn. Tampoco s¨¦ si la conversaci¨®n de la barca podr¨ªa repetirse en otras barcas y en otras costas y si es tan v¨¢lida junto a los bosques de bamb¨² como junto al aroma de los naranjos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.