Palestina: memoria y mito
Antes de su di¨¢spora, el hermoso libro de Walid Jalidi, reci¨¦n editado en Espa?a, es la rememoraci¨®n minuciosa, con ayuda de centenares de fotograf¨ªas y documentos, de una realidad suprimida. Im¨¢genes de ciudades palestinas en tiempos del dominio otomano y del Mandato brit¨¢nico, de poblaciones, aldeas, familias, centros de trabajo, tiendas, escuelas, hospitales, iglesias, mezquitas de una tierra tradicionalmente ecum¨¦nica en donde los fieles de las tres religiones del Libro conviv¨ªan de forma pac¨ªfica. Todo un impresionante arsenal de pruebas a veces irrisorias y pat¨¦ticas de lo que fue y no es, de lo que pudo ser y no ha sido, de esa Palestina vendida, robada, usurpada ciudad por ciudad, aldea por aldea, palmo tras palmo, recuerda al lector ignorante de la tragedia el pasado de un pueblo sin patria, reducido a luchar por su identidad en nombre de la esperanza en medio de la indiferencia de falsos amigos y culpables amn¨¦sicos. Los seis mapas que acompa?an igualmente el texto muestran de manera di¨¢fana el gradual e insidioso proceso de desposesi¨®n de un pa¨ªs que deb¨ªa desembocar, 70 a?os despu¨¦s, en la expulsi¨®n violenta de sus moradores en nombre de la promesa b¨ªblica del Eretz-Israel.La decisi¨®n sionista de finales del siglo XIX de colonizar Palestina y crear un hogar nacional jud¨ªo no se aplicaba a un territorio vacante, sino habitado por un pueblo de un mill¨®n de personas cuya existencia y voluntad fueron sistem¨¢ticamente ignoradas. Como ha observado con agudeza Jean Genet en En captif amoureux, los palestinos desconoc¨ªan que su tierra era el objeto de un sue?o, despierto o no, de los jud¨ªos oprimidos del Este de Europa: "Espacio de un sue?o en el que todo estaba por hacer, los Jud¨ªos de 1910 lo so?aban vac¨ªo o, en el peor de los casos, poblado de sombras sin consistencia, sin vida individual. Ning¨²n palestino sab¨ªa que su jard¨ªn era un espacio vac¨ªo, abolido en cuanto jard¨ªn, espacio so?ado a 100 kil¨®metros y destinado a convertirse en un laboratorio, mientras que ¨¦l mismo, el due?o del jard¨ªn, no era sino una sombra pasajera en ¨¦ste, una sombra que no exist¨ªa sino en sue?os, a 100 kil¨®metros de all¨ª".
Cuando en 1878 se funda la primera colonia sionista hay en Palestina una veintena de ciudades y alrededor de 800 pueblos, y los palestinos, musulmanes y cristianos forman una colectividad relativamente pr¨®spera, en pleno desenvolvimiento econ¨®mico y cultural. Despu¨¦s de siglos de coexistencia, sus relaciones con la peque?a comunidad jud¨ªa -el testimonio de Al¨ª Bey a este respecto no puede ser m¨¢s claro- son pac¨ªficas y armoniosas: los musulmanes veneran a los profetas b¨ªblicos, y en una de las puertas de Jerusal¨¦n se lee: "No hay m¨¢s Dios que Allah, y Abraham es Su amigo". Con la llegada paulatina de los colonos, la situaci¨®n se modifica y comienza a envenenarse. Si en 1882 la poblaci¨®n hebrea era de 24.000 almas, 37 a?os despu¨¦s, en el momento de la Declaraci¨®n Balfour, compone ya el 8% de los habitantes del territorio, porcentaje que brincar¨¢ al 17,6% en 1929 y al 29,5% en 1935, en v¨ªsperas de la gran rebeli¨®n nacional palestina contra el Mandato brit¨¢nico y el apoyo ingl¨¦s a la implantaci¨®n sionista. El libro de Jalidi expone paso a paso el mecanismo implacable de la usurpaci¨®n del territorio de un pueblo por otro, de la sustituci¨®n de un pueblo por otro, de la tentaci¨®n de destruir la memoria de los "so?ados" y su reemplazo por la leyenda de los "so?adores". A la l¨®gica obsesi¨®n de los primeros de revivir el pasado, los segundos han opuesto una amnesia no menos obsesiva, con el designio de preservar la pureza del mito y eludir un examen de conciencia traum¨¢tico. La doble realidad de la imposici¨®n del Estado de Israel por la violencia y el desalojamiento de 700.000 palestinos de sus ciudades y de 400 pueblos posteriormente arrasados ha sido objeto d¨¦ un escamoteo hist¨®rico contra el que Jalidi, como El¨ªas San Bar y otros investigadores palestinos, luchan a brazo partido con las ¨²nicas armas de que disponen: la evidencia y el recuerdo. "Los israel¨ªes", dice el autor de Antes de su di¨¢spora, "no pueden soportar la mirada escrutadora del historiador sobre la obra del sionismo desde 1880, con el juicio moral que ello implica. Su repugnancia es tan fuerte, corresponde con tal precisi¨®n a una necesidad psicol¨®gica, que con el auxilio de un revisionismo y una racionalizaci¨®n hist¨®ricos han llegado a convencerse y convencer a sus amigos de que Palestina no exist¨ªa antes de 1948; o bien, otra soluci¨®n, que si los palestinos exist¨ªan, fueron ellos los agresores y perseguidores de los sionistas".
El rechazo del pasado real y su compensaci¨®n con el mito, caracter¨ªstico, por ejemplo, hasta fecha reciente, de la historiograf¨ªa espa?ola tocante a la expulsi¨®n de los moriscos, indica que la culpabilidad relegada a los estratos m¨¢s hondos de la conciencia se manifiesta por otras v¨ªas mediante la autojustificaci¨®n, vindicativa y la agresividad. Por no haber encarado a¨²n la verdad de lo ocurrido entre 1880 y 1948, Israel se condena a repetirlo indefinidamente: cuando evocaba a la Palestina anterior a la proclamaci¨®n del nuevo Estado, deb¨ªa ser eliminado, y su pol¨ªtica, desde hace casi 40 a?os, gira en torno a dicho objetivo. Sobre las ruinas de los pueblos barridos por les tractores oruga, los israel¨ªes crearon flamantes colonias de inmigrados que en su mayor¨ªa ignoran hoy la dram¨¢tica realidad en la que asientan su sue?o. Olvidando los atentados, ejecuciones de rehenes, asesinatos de personalidades pol¨ªticas, como el mediador de la ONU Folke Bernadotte, y matanzas de civiles indefensos, como la de Deir Yas¨ªn, llevado a cabo por las organizaciones terroristas sionistas Irgun Zvai Leum¨ª y Stern -encabezadas por figuras tan conocidas luego como Menahein Begin y Yitzhak Shamir-, primero contra los brit¨¢nicos y luego contra los palestinos hasta conseguir sus fines, los israel¨ªes fingen escandalizarse por el hecho de que, a una escala artesanal y menos eficaz, algunos de estos procedimientos violentos, sean actualmente utilizados contra ellos por sus v¨ªctimas. La ecuaci¨®n palestino = terrorista divulgada en el mundo entero prescinde del elemento primordial de que cuanto se reprocha hoy a un pueblo de refugiados, obligado a luchar con armas desiguales por su superviviencia, fue practicado de manera met¨®dica por los mismos que manifiestan una indignaci¨®n virtuosa contra tales medios y se sirven de ello para rehusar toda negociaci¨®n con "los terroristas de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina". El secuestro de aviones con fines pol¨ªticos no fue invenci¨®n de los palestinos. Como recuerda oportunamente Noam Chomsky en un reciente ensayo, su origen se remonta hasta 1954, y fue obra de los israel¨ªes.
Aunque la historia referida por Jalidi se detiene en 1948, no resulta ocioso mencionar lo ocurrido despu¨¦s: en el verano de 1967, Israel expuls¨® de sus nuevas fronteras a unos 200.000 palestinos de los campos de refugiados de Gaza y Cisjordania y emprendi¨® la colonizaci¨®n sionista de lo que quedaba de Palestina. En 1984, escribe el autor, cerca del 50% de las tierras de Cisjordarnia y el 30% de las de Gaza hab¨ªan sido confiscadas o declaradas "patrimonio nacional del pueblo jud¨ªo", convirtiendo as¨ª en realidad el viejo sue?o de HerzI. El dicho conforme al cual "lo dif¨ªcil no es cometer un crimen sino borrar sus huellas" halla en el texto, fotografias y documentos de Antes de su di¨¢spora una confirmaci¨®n fulgurante.
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