La dificultad de ser tao¨ªsta
Todo comenz¨®, o acab¨®, en los a?os sesenta, mayo de 1968, incluso antes. Era el canto del cisne de la modernidad. Aquella modernidad inefable con su arte de vanguardia, su marxismo y su psicoan¨¢lisis; aquella modernidad provinciana, pat¨¦tica y redentorista, la de la subversi¨®n permanente, de cuando hab¨ªa que estar siempre rompiendo c¨®digos y asuntos por el estilo.Yo viv¨ª un poco el apogeo / estertor de aquella modernidad en California. Primero fueron los col¨¦ricos Allen Ginsberg y Jack Kerouac, pero tambi¨¦n el dulce Ferlinghetti y el loco Gary Snyder. Ven¨ªan de Whitman, amaban a Charlie Parker, citaban a Blake: "el camino del exceso conduce al palacio de la sabidur¨ªa". Predicaban el desbloqueo de la percepci¨®n. Guerra a las posturas squares, a la respetabilidad puritana de la clase media, pero tambi¨¦n a la beater¨ªa escatol¨®gica de la izquierda tradicional. Finalmente, los beat abocaron en los hip, los cuales se dispersaron en comunas. Los hip se dieron a conocer en San Francisco y uno los ve¨ªa merodear, all¨¢ por 1966, en Haight Street esquina Ashbury Street, y por un tiempo aquello fue el disloque: turn on, tune in, drop out. Consignas del enfebrecido Timothy Leary. Free Speech Movement. Zen approach. Joan Baez: We shall overcome. Bob Dylan: cu¨¢ntos caminos tiene que recorrer un hombre antes de que se le pueda llamar hombre.
Revoluci¨®n cultural que, parad¨®jicamente, hund¨ªa sus ra¨ªces en la tremenda inocencia ideol¨®gica de los norteamericanos. Para un espectador que ven¨ªa de Europa aquello era lo m¨¢s sorprendente: el candor sociopol¨ªtico, la falta de cinismo, la espont¨¢nea puesta en pr¨¢ctica de las propias convicciones. Poca teor¨ªa pol¨ªtica bajo los movimientos contestatarios. Algunos citaban a Marcuse, pocos le hab¨ªan le¨ªdo. Se rechazaba globalmente, por instinto, la ideolog¨ªa tecnocr¨¢tica, o socialista, del progreso, y se exig¨ªa el para¨ªso ya. Paradise now. De ah¨ª a la droga, claro est¨¢, s¨®lo hab¨ªa un paso. La droga era entonces el LSD. Tambi¨¦n las anfetaminas (speed) y la marihuana. La droga la tomabas, a veces, sin enterarte, porque te invitaban a cenar y la met¨ªan de matute entre los alimentos, y as¨ª, inesperadamente, viajabas.
Pero la droga acab¨® siendo irrelevante, y el propio Aldous Huxley, antes de morir, desaconsejaba en¨¦rgicamente su uso. All¨ª lo que importaba era la complejidad de un movimiento, aparentemente candoroso, que remit¨ªa a la tradici¨®n subterr¨¢nea, que recog¨ªa mil genealog¨ªas dispersas, que configuraba una matriz h¨ªbrida, que hac¨ªa referencia a una cultura sin pecado original.
Era el mensaje m¨¢s genuino del inimitable Alan Watts: el tao¨ªsmo subterr¨¢neo de Occidente. (Que en el fondo entroncaba con la propia tradici¨®n de la democracia norteamericana, con el esp¨ªritu de los padres fundadores, con la desconfianza instintiva hacia el Estado.) Por fin se dec¨ªa en voz alta que existen mil alienaciones aparte la econ¨®mica. Se pon¨ªa en solfa la ideolog¨ªa del progreso puro y duro, la falacia del tiempo y de la historia. Se descubr¨ªa, se redescubr¨ªa, que la naturaleza es m¨¢s inteligente que el hombre. Y ya digo que nadie explicaba esto mejor que el fin¨ªsimo Alan Watts. Elocuente, parad¨®jico, atrayente, seductor, menudo de estatura, delgado de cuerpo, alargado de cabeza, barba de chivo, ojos viv¨ªsimos, aire de predicador callejero, el gur¨² tramposo, the epicure who drank much, comenzaba por no tomarse en serio a s¨ª mismo. Dec¨ªa: "cuando uno se pone demasiado serio, sea a prop¨®sito del sexo, sea a prop¨®sito de la religi¨®n, comienzan los cr¨ªmenes".
Watts, m¨¢s que nadie, incorpor¨® el Zen y el tao¨ªsmo dentro de la propia tradici¨®n occidental. "El misterio de la vida no es un problema por resolver, sino una realidad que experimentar". Watts predicaba / practicaba el principio tao¨ªsta de que no hay nada m¨¢s inhumano que las relaciones humanas basadas en la moral, o sea, en la abstracci¨®n. Watts hab¨ªa penetrado en lo m¨¢s profundo de la paradoja del tao¨ªsmo / budismo, que es la paradoja de la condici¨®n humana, la trampa ambivalente del lenguaje, el bucle extra?o de la autoconciencia.
Era la voz del tao¨ªsmo (tambi¨¦n del budismo zen): el brinco a la inocencia, la ecol¨®gica superaci¨®n de las fronteras y las dualidades. Pero ya se sabe que en Occidente apenas hay tradici¨®n tao¨ªsta. Una vez escrib¨ª un art¨ªculo en esta misma tribuna (El anarquismo como tao¨ªsmo), donde explicaba que ¨²nicamente un cierto pathos libertario tiene que ver con la recuperaci¨®n de la inocencia tao¨ªsta. El refinamiento coactivo, abstracto, de las sociedades con Estado, con capitalismo, con divisi¨®n de trabajo, con sistema monetario, donde la realidad acaba siendo sustituida por s¨ªmbolos y modelos, eso exige que haya un dinamismo contrario, algo que nos permita recuperar, o al menos atisbar, la no-dualidad de lo real en s¨ª mismo. S¨®lo muy recientemente, y a menudo con caricaturas burdas, reaparece en Occidente una actitud sin sentido del pecado. Donde las personas no piden disculpas por ser como son. Donde la introspecci¨®n no conduce, como en san Pablo, en san Agust¨ªn, en Lutero o en Kierkegaard, a la verg¨¹enza de uno mismo.
Pero la matriz judeocristiana es persistente. Aqu¨ª, en Occidente, todav¨ªa lo m¨¢s frecuente es pensar que la moralidad s¨®lo puede asentarse en la culpa. Quiero decir que, casi por definici¨®n, Occidente es culpa. Fisura. Autodesprecio antropol¨®gico como contrapartida de la sumisi¨®n. Escritores aparentemente rebeldes como Kafka, Faulkner, Joyce, Becket, Sartre, nos recuerdan constantemente que el mundo es hostil y el hombre es pecador. Sean o no jud¨ªos, todos siguen la tradici¨®n b¨ªblica, la cultura del pecado, o sea, de la sumisi¨®n. El psicoan¨¢lisis c¨®mo pesquisa de culpas enterradas en el inconsciente no pretende alcanzar la inocencia sino un mero encaje entre culpa, mente y ego.
De modo que, en Occidente, intentar ser tao¨ªsta es complicado. Faltan c¨®mplices y sobran simplificadores. ?Qui¨¦n puede ser inocente despu¨¦s de Auschwitz? Recuerdo una comida en Ampurias, frente al Mediterr¨¢neo sabio, con Javier Solana, Inmaculada de Habsburgo, Xavier Rubert de Vent¨®s y otros amigos. Solana era ya ministro espa?ol de Cultura. As¨ª que le dije a Solana: "puesto que nadie sabe para qu¨¦ sirve un Ministerio de Cultura, ?por qu¨¦ no se dedica una parte del presupuesto para dise?ar un espacio cultural sin sentimiento de culpa?" Y he aqu¨ª que salt¨® inmediatamente Xavier Rubert de Vent¨®s: "pero si en la vida s¨®lo hay sentimiento de culpa y cuatro cosas m¨¢s".
Era la voz de Occidente. Occidente jud¨ªo, cristiano, existencial, pat¨¦tico, conflictuado, dualista, emprendedor: huimos de la culpa haciendo historia. Nuestro arrepentimiento es esa fuga hacia adelante que llamamos progreso. Pilares de la vieja sociedad industrial, renuncia a las pulsiones instintivas, Sigmund Freud y los grandes a priori de nuestra cultura, con o sin ministerio de la ¨ªdem.
Y ¨¦sa es la dificultad de ser tao¨ªsta, que es la dificultad de ser inocente, que es la dificultad de desaprender todo lo que hemos aprendido, que es la dificultad de liberarse de las trampas del lenguaje ordinario. Todo ello de manera cr¨ªtica y no ingenua. En el bienentendido que la espontaneidad humana se alcanza cuando los verbos se hacen intransitivos, cuando, superadas las defensas del ego, uno deja que las cosas se organicen por s¨ª mismas, suprimida la frontera entre lo natural y lo artificial, donde la inocencia tambi¨¦n es picard¨ªa; la ciencia, arte, y todo forma parte de un proceso m¨²ltiple, disperso, creador e imprevisible, presidido por el paradigma de la autoorganizaci¨®n.
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