La Europa militar
LA INICIATIVA franco-alemana de crear un organismo supremo de defensa com¨²n es la respuesta a la nueva situaci¨®n generada por el cambio de clima en las relaciones Este-Oeste con la desaparici¨®n de Europa de todos los misiles nucleares con un radio de acci¨®n entre 500 y 5.000 kil¨®metros. El desmantelamiento de ese millar de cohetes de alcance intermedio es un paso hist¨®rico en el freno de la carrera armamentista, pero a la vez da origen a un vac¨ªo en la estrategia occidental. Los m¨¢s conservadores lo observan con preocupaci¨®n, y los m¨¢s imaginativos, como ocasi¨®n para un mayor protagonismo de Europa en su propia defensa e incluso para la realizaci¨®n de un paso decisivo hacia su unidad pol¨ªtica.En adelante, Francia adquirir¨¢ un mayor protagonismo en la defensa nuclear sobre el continente: su peque?o arsenal le permite asegurar una estrategia aut¨®noma y jugar un papel de mediana potencia, pero en ning¨²n caso cubrir las necesidades de disuasi¨®n para toda Europa, que al margen la fuerza nuclear brit¨¢nica cuenta a¨²n con el paraguas estrat¨¦gico americano y con la fuerza at¨®mica desplegada en submarinos y aviones de los Estados Unidos. Por otra parte, la presencia norteamericana en la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA), y en general en las bases y acantonamientos de la Alianza Atl¨¢ntica, seguir¨¢ vinculando el n¨²cleo de la defensa occidental con la defensa europea. Los m¨¢s pesimistas consideran que a la retirada de los euromisiles seguir¨¢ antes o despu¨¦s la de las tropas norteamericanas en la RFA y, finalmente, la desconexi¨®n del n¨²cleo del arsenal estrat¨¦gico norteamericano respecto a Europa. Nada indica, empero, que deba ser as¨ª. Fran?ois Mitterrand ha subrayado reiteradamente la necesidad de que Francia, que no se halla militarmente integrada en la OTAN, siga acoplada al sistema de defensa occidental basado en Estados Unidos. El presidente del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, acaba de asegurar que con Estados Unidos se negocia su permanencia y no su salida de territorio espa?ol.
La negociaci¨®n emprendida por franceses y alemanes, que el Gobierno espa?ol sigue con inter¨¦s y deseos de participaci¨®n, est¨¢ dirigida precisamente a empezar a llenar el vac¨ªo te¨®rico dejado por los euromisiles. Con la voluntad de los dos grandes pa¨ªses de ambos lados del Rin de unificar sus esfuerzos militares se abren caminos de trascendencia insospechada. En el futuro, una colaboraci¨®n de este tipo resolver¨¢ la desvinculaci¨®n militar francesa de la OTAN en un nuevo compromiso destinado a equilibrar la disuasi¨®n convencional frente al Pacto de Varsovia, a encajarla en el sistema estrat¨¦gico franc¨¦s y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, en el sistema norteamericano. Este nuevo acoplamiento europeo-norteamericano no tiene nada que ver con el paisaje fragmentado y lleno de recelos y sumisiones en el que se desarrollan las relaciones entre el Viejo Continente y la superpotencia occidental.
La creaci¨®n del Consejo de Seguridad Militar anunciado por Mitterrand traza el camino de la unidad militar europea, paso en cierto modo previo a la unidad pol¨ªtica. Las diferencias existentes actualmente, las dificultades para coordinarse incluso en unas simples maniobras, equivalentes a las miserias cotidianas de la Europa econ¨®mica, pueden dar pie a reflexiones pesimistas. Pero no es concebible que el Viejo Continente de la libertad y de los derechos del hombre s¨®lo sepa defenderse y seguir siendo libre en la dependencia y en la contribuci¨®n a la carrera nuclear. Las apuestas imaginativas, aunque parezcan ut¨®picas, son ingrediente imprescindible de la construcci¨®n de esta nueva naci¨®n: Europa.
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