Mart¨ªn Toro resucita la suerte de varas
La acorazada de picar estaba asesinando a los Victorino: terribles misilazos por los costados; sanguinario ataque con toda la potencia de fuego puesta al servicio de una carnicer¨ªa que abochornaba y horrorizaba a los m¨¢s duros de coraz¨®n. Y en estas que apareci¨® Martin Toro, caballero sobre atontolinado jamelgo, para resucitar la suerte de varas.La suerte de varas estaba muerta, v¨ªctima de estos acorazados destructores, sin ley ni seso. Despu¨¦s de lo de Mart¨ªn Toro, en cambio, ya no est¨¢ tan muerta, porque el noble picador, disidente de la barbarie que reina en sus cuarteles, la hizo por derecho, tirando el palo delantero, sin barrenar, sin m¨¢s castigo que el resultante del propio empuje de la fiera.
Victorino / Ruiz Miguel, Morenito de Maracay, Mendes
Toros de Victorino Mart¨ªn, de impresionante presencia, cornalones, correosos, con problemas. Ruiz Miguel: estocada tendida ladeada (vuelta); bajonazo (aplausos). Morenito de Maracay: seis pinchazos -primer aviso, con retraso-, dos pinchazos m¨¢s, seis descabellos -segundo aviso- y descabello (algunos pitos); estocada atravesada y tres descabellos (m¨¢s aplausos que pitos). Victor Mendes: pinchazo, estocada ca¨ªda atravesada y tres descabeflos (palmas y tambien pitos cuando saluda); pinchazo y estocada desprendida (aplausos).Plaza de las Ventas, 26 de septiembre. Segunda corrida de la feria de oto?o.
El p¨²blico aclam¨® al noble picador, a quien Ruiz Miguel brind¨® el toro. La gente se intercambiaba convencidas argumentaciones sobre la raz¨®n del primer tercio y la sinraz¨®n de que no siempre sea como Mart¨ªn Toro hizo. Ahora bien, otras sinrazones enturbiaban la suerte renacida: el retorno de los fraudulentos manguitos, que pingajeaban astrosos bajo los petos; los caballos sin el precinto que garantiza han pasado el reconocimiento veterinario. Grave dejaci¨®n de funciones del presidente, Marcelino Moronta, cuya misi¨®n es cumplir el reglamento, y para eso lo ponen en el palco. O quiz¨¢ se ha cre¨ªdo que la Delegada del Gobierno lo convida all¨ª, por su cara bonita.
Posiblemente al contratista de la cuadra y a quienes se montan encima les atemoriz¨® el trap¨ªo de los Victorino; ejemplares de impresionante arboladura, ovacionados en cuanto aparec¨ªan por el chiquero. Por a?adidura, ninguno dio s¨ªntomas de borreguez; antes al contrario, ten¨ªan casta -buena o mala, seg¨²n los casos- y algunos verdadero peligro.
La corrida result¨® emocionante de principio a fin; justo lo que esperaba el p¨²blico, que abarrot¨® el coso. No iba a un acto social. Iba a los toros, al gran espect¨¢culo de la lidia, que se construye sobre la verdad del toro de casta, serio, fiero, cornal¨®n y en puntas. Y sobre la verdad de toreros valerosos, como ese Ruiz Miguel, jabato, que se fajaba con un primer Victorino, de perro sentido; que consent¨ªa derrotes, aguantaba coladas e intentaba conducir la ind¨®mita embestida. Con el reserv¨®n cuarto repiti¨® los alardes Ruiz Miguel, torerazo.
Y ejerci¨® de director de lidia, corrigiendo los errores en que incurr¨ªan los restantes coletudos. La mala lidia empeor¨® las condiciones de los toros y, a¨²n as¨ª, los hubo nobles, como el segundo, al que Morenito de Maracay tore¨® con mucho alivio de pico, sin ligar, y s¨®lo de vez en cuando sacaba alg¨²n pase de buena factura. Tambi¨¦n se los dio al quinto pero el Victorino escap¨® enseguida a tablas. No hubo acuerdo: mientras Morenito de Maracay quer¨ªa torear -un caso de pundonor-, el Victorino quer¨ªa irse de vacas -un caso de golfer¨ªa-.
Tuvo asimismo nobleza el tercero y Mendes se embraguet¨¦ en unos enjundiosos redondos. No hubo m¨¢s pues, en realidad, no pod¨ªa con la casta del toro. El sexto s¨®lo le admiti¨® un par de naturales excelentes, y cambi¨® a peligroso. Antes hab¨ªa prendido Mendes un extraordinario par de banderillas por los terrenos de dentro, Morenito de Maracay otro al quiebro y tambi¨¦n reuni¨® estupendo el pe¨®n Montoli¨². Tuvieron gran m¨¦rito pues el banderilleo no es suerte menor. En la lidia no hay suertes menores cuando se ejecutan en pureza, con ese estilo, o, mejor, al estilo de Mart¨ªn Toro, varilarguero resucitador, noble disidente de la acorazada vil.
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