San Antonio, la reserva espiritual tejana
En las afueras de San Antonio hay una cantina chicana que se llama Amor de la Calle. Est¨¢ pasado el cementerio de San Fernando, el m¨¢s grande de la ciudad, en donde casi todos los hispanos entierran a sus muertos y vienen a visitarlos los domingos. Est¨¢ en el west side, en una barriada populosa, deprimida y llena de inmigrantes ilegales, como tantas otras de por aqu¨ª. En esa calle hay m¨¢s cantinas, lugares que en otro tiempo fueron de bronca y copa, pero tambi¨¦n de ruidosa alegr¨ªa. Hoy, la degradaci¨®n, la pobreza, la falta de trabajo, las han convertido en zona peligrosa adonde los taxistas no van.
Pero no es este panorama el que define con propiedad a San Antonio, una ciudad en la que el 52% de una poblaci¨®n de alrededor de 800.000 habitantes es hispana, y en donde un pol¨ªtico de origen mexicano puede llegar a la alcald¨ªa. San Antonio es, por otra parte, la capital moral del Estado de Texas -aunque la capital oficial sea Austin-, la reserva espiritual de la que se nutren quienes hurgan en la historia. Aqu¨ª est¨¢n El ?lamo, las misiones franciscanas y los descendientes de los primeros pobladores, empe?ados en mantenerse como un basti¨®n. Y aqu¨ª est¨¢ el Museo de Cera, que resume Hollywood -es decir, el sue?o americano- en la figura de John Wayne, defensor de El ?lamo en la ficci¨®n. En el museo se hace descuento a los militares, que son muy importantes en esta ciudad. Cuatro bases a¨¦reas proporcionan buena parte de los empleos que, junto con los derivados del turismo, constituyen la principal fuente de ingresos.En ese 52% de hispanos est¨¢n incluidos los 75 miembros de las 16 familias que, procedentes de las islas Canarias, llegaron en 1731 para poblar la misi¨®n espa?ola establecida en San Antonio en 1718. Forman una sociedad cerrada y generalmente suspicaz. Con todo, una de las sociedades m¨¢s exquisitas y pintorescas es la de los hijos y las hijas de la Rep¨²blica de Tejas, a la que pertenecen todos aquellos que pueden acreditar descender directamente de alguien que vivi¨® en Tejas desde que el general Houston venci¨® al general Santana en 1836 y hasta que el Estado pas¨® a formar parte de Estados Unidos, 10 a?os despu¨¦s.
A esta sociedad, al principio, s¨®lo pod¨ªan pertenecer los anglos, pero con el tiempo se abri¨® la mano y tambi¨¦n pueden estar en ella los descendientes del enemigo, es decir, de los mexicanos que lucharon con Santana.
Los pocos espa?oles que viven aqu¨ª -unos 250- tienen en la Casa de Espa?a una zona m¨¢s o menos neutral desde la que convivir con la exquisita sociedad sanantoniana. Y hay tambi¨¦n una burgues¨ªa din¨¢mica, hispana, relacionada con las profesiones liberales que, con el patrocinio de los grandes millonarios, quiere ampliar los horizontes culturales de esta ciudad.
El r¨ªo, pulm¨®n tur¨ªstico
Desde que se celebr¨®, en 1968, la feria mundial llamada Hemis-Fair, San Antonio ha experimentado un interesante avance, con nuevos edificios como la Torre de las Am¨¦ricas y museos, y, sobre todo, con la puesta en funcionamiento del proceso de rehabilitaci¨®n del r¨ªo, que se ha convertido en el pulm¨®n tur¨ªstico de San Antonio. En realidad obligaron a que el r¨ªo pasara por el centro construyendo unas presas.
La gente de aqu¨ª gusta llamar a la zona del centro, con sus peque?os puentes, sus restaurantes y boutiques que rodean el r¨ªo, la Venecia de Tejas. De hecho, es un pintoresco lugar, aislado de la realidad, donde bajo los farolillos y los ventiladores de aspa instalados al aire libre, los turistas norteamericanos disfrutan de la ilusi¨®n de un M¨¦xico lindo y querido que les resulta poco amenazador. Entre el turista yanqui y el camarero chicano se establece aqu¨ª una relaci¨®n casi sadomasoquista, en la que el rubio del Norte permanece a la merced de los fuertes manjares del moreno del Sur.
La catedral de San Fernando es uno de los centros adonde acuden diariamente los ilegales para ser contratados por los granjeros. De cuando en cuando aparecen los temidos agentes de Inmigraci¨®n, y se los llevan para devolverlos a su tierra: no s¨®lo a M¨¦xico, sino tambi¨¦n a El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua...
Hay una gran parte de la poblaci¨®n, no s¨®lo los anglos, sino tambi¨¦n los hispanos instalados, que contemplan con horror c¨®mo el dinero p¨²blico, en forma de subsidios y de ayudas sanitarias, va a parar a manos de los inmigrantes. La vida de estos hombres no resulta f¨¢cil: "Su mayor problema es que no entienden la cultura de aqu¨ª, las formas de vida", dice el padre David Garc¨ªa, secretario del arzobispo y hombre muy comprometido socialmente con los inmigrantes. "La educaci¨®n en ingl¨¦s les resulta muy dif¨ªcil, y en este pa¨ªs no se prospera sin educaci¨®n. Viven en permanente estado de soledad y de desconfianza, y eso les hace poco aptos para el liderazgo".
Sin embargo, la Iglesia cat¨®lica est¨¢ desarrollando un gran papel tratando de estimular a los j¨®venes para que sepan que pueden, o por lo menos deben, enfrentarse con los anglos en igualdad de condiciones. Muy lentamente aumenta el n¨²mero de chicos que en la escuela aprenden a afianzar su personalidad. De ah¨ª que se den algunos casos de progresi¨®n que pueden conducir hasta los estrados pol¨ªticos. Esto ocurri¨® con Henry Cisneros, actual alcalde, y ha ocurrido con personajes como Ray Barrera, un chicano de 36 a?os que se perfila, desde el bando republicano, como el m¨¢s serio competidor de Cisneros.
Entre tanto, los chicanos poco favorecidos ocupan viviendas ¨ªnfimas, costeadas por el Gobierno y llamadas courts, algo as¨ª como una versi¨®n tejana de nuestras UVA. Vegetan en los barrios que llevan nombres como Alazan Apache o Victoria y, en ocasiones, trafican con la droga. "Vender droga supone para ellos una forma de obtener dinero f¨¢cil", dice el padre Garc¨ªa. Para evadirse, consumen preferentemente alcohol e inhalan pegamento.
Cuando el general Santana fue arrojado del Estado de Tejas por Sam Houston, en 1836, no pod¨ªa imaginar que antes de que pasara un siglo sus compatriotas empezar¨ªan a cruzar de nuevo el r¨ªo Grande, iniciando una larga marcha hacia la supervivencia que todav¨ªa no parece tener fin.
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