Un cartel indecoroso
GONZALO ARGOTE, La empresa de la Maestranza organiza las corridas de la feria de San Miguel dentro del abono de la temporada. L¨®gicamente, en el mes de febrero no se sabe qui¨¦n va a torear en septiembre, pero el aficionado piensa que la empresa le dar¨¢ carteles acordes con el prestigio de la plaza. Pues resulta que no es as¨ª. Salvada la feria de abril, las novilladas fueron pueblerinas, y las corridas de la feria de septiembre, de ¨ªnfimo rango, especialmente la de ayer. El argumento de la empresa es que, a estas alturas, no hay toros disponibles para las figuras. ?Como si la feria de San Miguel se hubiera inventado hace 15 d¨ªas! Tal respuesta s¨®lo puede calificarse o de c¨ªnica o, en el mejor de los casos, fruto de la incuria empresarial.
Dom¨ªnguez /Cort¨¦s, Galloso, Camarena
Toros de hermanos Dom¨ªnguezCamacho, muy bien presentados, bravos y nobles, excepto el sexto, manso. Manolo Cort¨¦s: silencio en ambos. Jos¨¦ Luis Galloso: silencio; ovaci¨®n. Antonio Camarena: pitos; silencio. Plaza de la Maestranza, 27 de septiembre. Segunda y ¨²ltima corrida de la feria de San Miguel.
Jos¨¦ Luis Galloso es un torero con oficio, aunque no nos guste su retorcimiento. Ayer se dej¨® escapar un toro bravo -el quinto- al que, quiz¨¢ con exceso en el premio, se le dio la vuelta al ruedo. No se acopl¨® con ¨¦l y, pese a que lo mat¨® de una estocada recibiendo, se silenci¨® su labor. A su primero no lo entendi¨®.
Manolo Cort¨¦s pudo -hace muchos a?os- ser figura del toreo. Le falt¨® entonces decisi¨®n y valor. Todos los a?os hemos de verle una o dos veces en la Maestranza para confirmarnos que ya no puede dejar las zapatillas quietas. Con la muleta atr¨¢s en el cite y el paso atr¨¢s al llegar el toro a jurisdicci¨®n no se puede triunfar, por mucho arte que se posea.
Los m¨¦ritos de Antonio Camarena para figurar en estos carteles tendr¨ªan m¨¢s acogida en las p¨¢ginas de sucesos que en las cr¨®nicas taurinas. La huelga de hambre de la pasada temporada y la crucifixi¨®n, vestido de luces, en la puerta de la catedral de Sevilla fueron sus bazas para la inclusi¨®n. Enajenado en su desconcierto y su pavor, la descripci¨®n puntual de su que hacer en el primero constituir¨ªa crueldad no perdonable al cronista. En el sexto se par¨® con ¨¦l, a su merced, ya que el toro -huidizo y distra¨ªdo, aunque afortunadamente noble- no le hizo frente, permiti¨¦ndole una apariencia de arrojo lejos de la realidad.
Babelia
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