"Se murieron cinco de mis amiguitos"
"Se murieron cinco de mis amiguitos. Fueron a comprar dulces a una tienda de arriba y murieron atrapados. Mi casa queda m¨¢s abajo, desde ah¨ª pude ver que se desprend¨ªa la monta?a. Me puse a llorar, porque vi que toda la tierra ca¨ªa sobre la casa en la que estaban mis amigos". As¨ª habl¨® a los periodistas Uspbeni Mu?et¨®n, un ni?o de seis a?os y ojos tristes. Despu¨¦s de secar sus l¨¢grimas, cont¨® que ¨¦l no se uni¨® al grupo de amigos que fue a comprar dulces porque estaba en la casa cuidando a sus hermanos m¨¢s peque?os. ?l es el mayor entre cinco. "La gente gritaba, y todos corr¨ªan. Yo sent¨ª miedo y me puse a llorar. Pens¨¦ en mis amigos. A¨²n no los han encontrado".La vida de Uspbeni no es extra?a en Colombia. Tiene seis a?os, pero ya es un hombre. Vive en un rancho de lata y cart¨®n. Cuando sus padres salen a trabajar, ¨¦l se encarga, de los oficios de la casa. Cocina, en una estufa de gasolina, y cambia de ropa a los m¨¢s peque?os. A veces sale con su padre para aprender el trabajo de los grandes: la alba?iler¨ªa. Jam¨¢s ha ido a la escuela. Es un desperdicio aprender las letras cuando sus hermanitos necesitan dinero para comer.
Ayer, cuando habl¨® con los periodistas, esperaba a sus padres, que estaban trabajando, para saber qu¨¦ hacer. Les dieron la orden de evacuar la loma, de dejar su casa para irse a dormir en una escuela. Le dijeron que vivir en el barrio era muy peligroso. "Yo no s¨¦ qu¨¦ hacer", repet¨ªa el peque?o. Y agregaba: "No s¨¦ qu¨¦ dir¨¢ mi mam¨¢. No tenemos nada, y no creo que nos den otra casa".
Ayer, en el cerro Pandeaz¨²car, continuaba la romer¨ªa de hombres, mujeres y ni?os que, llevando al hombro sus pocos enseres, bajaban desde la loma. Se dirig¨ªan a escuelas y puestos de salud, que ser¨¢n su vivienda provisional.
Aunque el Gobierno colombiano ha anunciado que les dar¨¢ cr¨¦dito, a bajos intereses y largo plazo, para que construyan en otro lugar sus viviendas, muchos manifiestan su incredulidad. "Los pobres siempre seguiremos siendo probres", comentaba esc¨¦ptico uno de los habitantes de Villa Tina, mientras abandonaba la loma en la que vivi¨® durante a?os.
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