Contrapunto
Contrapunto es, seg¨²n los music¨®logos, la concordancia armoniosa de voces contrapuestas. No s¨¦ si ser¨ªa mejor llamar desarmon¨ªa al escenario pol¨ªtico presente y a la m¨²sica que en ¨¦l se desarrolla. El partido en el poder practica el espect¨¢culo de un solo de tenor principal que ofrece bienandeanzas e fortunas, como se llamaba una vieja cr¨®nica her¨¢ldica c¨¢ntabra. Pero el capo de la sindicaci¨®n gubernamental, el hombre fuerte de la r¨ªa bilba¨ªna, Nicol¨¢s Redondo, discrepa abiertamente del optimismo panglossiano y ruge ferozmente contra la pol¨ªtica sedicentemente conservadora del socialista navarro Solchaga. Gregorio Peces-Barba, desde lo alto de su c¨¢tedra pol¨ªtica, pide una urgente recomposici¨®n gubernamental. Castellano habla de monolitos y de cosas peores, mientras Y¨¢?ez dice que el Gobierno agoniza y se desdice luego, aunque no por efectos de la coca¨ªna que le atribuye gratuitamente Tamames, pues ¨¦sta parece ser que da lucidez.Miro a la oposici¨®n y me encuentro con que Fraga ha descubierto ahora que ser diputado en Estrasburgo es una v¨ªa muerta en la pol¨ªtica interior y quiere suceder a Fern¨¢ndez Albor y montar una Baviera galaica con m¨²sica de Strauss. Si eso no sale, tal vez el incansable l¨ªder aspirar¨¢ a ser alcalde de Villalba, como Chaban Delmas en Burdeos, puestos a buscar ejemplos exteriores. Pero ese respingo del fundador de AP, para el que no estar en el presupuesto del Estado representa no existir, deja en pelota viva a Hern¨¢ndez Mancha, al que puede ¨ªrsele de las manos el partido de la mayor¨ªa natural, que ser¨¢ natural pero no, desde luego, mayor¨ªa.
Mientras, Herrero de Mi?¨®n avizora, bien alerta cual halc¨®n, el momento de lanzarse en picado sobre la codiciada presa. El duque, escarmentado con raz¨®n, va en solitario por todas partes. Espera que Felipe pierda votos. Que Fraga los pierda tambi¨¦n. Y que muchos votantes pierdan la paciencia. Su bisagra es, en realidad, menuda, pero sirve de candado para muchos cierres. El PDP deapareci¨®. El PL, sibilinamente, tambi¨¦n. ?Qu¨¦ m¨¢s queda entre las voces de lo que, para entendernos, llamamos derecha?
"Los nacionalismos", se nos contesta. Vamos a verlo. Los nacionalismos importantes son dos: el catal¨¢n y el vasco. El primero es, ideol¨®gicamente, de centro-derecha. Pero su contenido catalanista es moderado y, a la vez, revestido de fuerte identidad. De todos los pol¨ªticos espa?oles con mando es quiz¨¢ Jordi Pujol quien m¨¢s r¨¢pidamente ha captado el lenguaje y las maneras que es preciso emplear para circular por los pasillos de la Comunidad Europea y obtener buena acogida en sus numerosas y, a veces, suculentas ventanillas. Suponer que quiera formar parte del orfe¨®n de los aspirantes a la alternativa del socialismo es una quimera. ?l dirige el orfe¨® catal¨¢ con maestr¨ªa desde hace varios a?os. Y sabe muy bien -despu¨¦s del fiasco Roca- con qu¨¦ cuidado hay que andar para ser a la vez catal¨¢n y l¨ªder pol¨ªtico en la meseta. (L¨¦anse las extraordinarias memorias del clarividente se?or Camb¨® sobre el asunto.)
El nacionalismo vasco no es de derechas, sino en todo caso democristiano en su mayor¨ªa. Pero es, ante todo, un nacionalismo que reivindica la autodeterminaci¨®n y la nacionalidad propia antes que otra cosa. Durante la II Rep¨²blica se ali¨® el PNV con la derecha, en 1931, que no le sostuvo luego en su prop¨®sito; luego con la izquierda, en 1934, y fue leal al Gobierno de la Rep¨²blica en 1936. Pero no se fiaba ni de los unos ni de los otros porque le negaron el estatuto. No se lo dieron hasta el oto?o de 1935, en plena guerra civil, cuando ya las tropas de Franco hab¨ªan ocupado casi toda Guip¨²zcoa y llegaban a Elgueta. Es decir, que con el PNV se podr¨¢ contar en la derecha para rezar el rosario juntos en alguna procesi¨®n, pero no para ganar juntos unas elecciones.
Otros regionalismos menores, dispersos, son m¨¢s votos regionalistas que votos de la derecha. El intento de sumar todos esos factores heterog¨¦neos puede ser un pretexto para degustar platos de la gastronom¨ªa local con unos amigos, pero es un hecho de escasa virtualidad pol¨ªtica en el futuro escenario nacional. ?De qu¨¦ fallos adolece nuestra democracia constitucional a los 10 a?os de su vigencia?
?De aburrimiento general? ?De falta de inter¨¦s? ?De escaso nivel en la mayor¨ªa del personal dirigente?
A mi entender, el contenido de los mensajes de los partidos importantes ha ido perdiendo el ¨ªmpetu y la capacidad de suscitar entusiasmo en los votantes eventuales. Faltan motivaciones aut¨¦nticas. Y sobran la pedanter¨ªa, la demagogia y las descalificaciones personales. Se olvidan, en cambio, muchos de los decisivos problemas que nos afectan de modo directo a todos.
Nos hallamos integrados en una comunidad de naciones de 320 millones de habitantes. Nuestro nivel de competencia se halla afectado por el grave retraso tecnol¨®gico de nuestro pa¨ªs. ?ste es un tema prioritario que no puede admitir espera. Solamente con un esfuerzo generalizado nacional puede acortarse esa preocupante distancia. La infraestructura espa?ola se halla pavorosamente anticuada en la esfera del transporte, en las estructuras comerciales, en el terreno industrial, en la investigaci¨®n cient¨ªfica y en los avances t¨¦cnicos. Necesitamos dar un salto de gigante para no ser invadidos o arrinconados por las puntas de lanza del progreso for¨¢neo.
Tenemos que asumir las responsabilidades internacionales que nos corresponden como europeos, como occidentales y como dem¨®cratas en activo. Las posiciones exteriores de nuestra pol¨ªtica actual deben ser definidas con precisi¨®n y sin equ¨ªvocos verbales que no sirven para tranquilizar a nadie ni para mejorar nada.
El paro juvenil es un verdadero azote nacional. ?No podr¨ªa ser objeto, junto con la drogadicci¨®n, de un programa moderno, flexible y eficaz mientras se mejora lentamente el nivel general del desempleo? ?No har¨ªa falta urgentemente un buen sentido de gobierno para evitar situaciones catastr¨®ficas como la de hace unos meses con el colapso hospitalario; como ahora mismo, con las brutales distorsiones del tr¨¢fico a¨¦reo en los d¨ªas punta, con su tremendo cortejo de repercusiones dentro y fuera de Espa?a?
Est¨¢ muy bien que los expertos negociadores hagan triunfar su r¨ªgido amor propio en las conversaciones con los eventuales huelguistas, pero el cabreo monumental de los ciudadanos perjudicados ?no es acaso un factor creciente de malestar social y de repulsa al Gobierno por su intransigente ineficacia?
Soy -y lo he demostrado hasta la saciedad- implacable partidario de la libertad de expresi¨®n en todas las esferas comunicativas. Pero no puedo menos de extra?arme, en ocasiones, de las versiones noticiosas, internas y externas, de la televisi¨®n oficial y de las auton¨®micas. Parecer¨ªa que una mafia oculta, dogm¨¢tica de no se sabe qu¨¦ totalitarismo, encadenase los flashes sucesivos con un negro pesimismo y una hostil intenci¨®n.
La existencia de una alternativa al socialismo es necesaria y urgente para que el bipartidismo del pobre se?or D'Hondt, desconocido en su pa¨ªs pero exaltado por nuestros sabios profesores, panteras de la Constituci¨®n, funcione de verdad. Pero tal y como est¨¢n las cifras de votantes el socialismo tiene a¨²n un volumen de expectativa de sufragios muy superior a la suma de los grupos del centro y la derecha. El inocente entusiasmo de alg¨²n peri¨®dico, que sustituye la reflexi¨®n serena por el sensacionalismo de las portadas, no conduce sino a la confusi¨®n acrecentada.
La movilizaci¨®n de la opini¨®n ha de hacerse en torno a los grandes temas nacionales que interesan al elector o electora medios. Y si de esa masa todav¨ªa inerte surgen varias tendencias matizadas dentro de una corriente definida, tanto mejor. Un Gobierno de coalici¨®n es quiz¨¢ lo que se est¨¢ decantando en muchos pa¨ªses de Occidente como forma m¨¢s plausible del porvenir europeo no socialista.
Sigo pensando que el socialismo es hoy un proyecto cultural m¨¢s que espec¨ªficamente pol¨ªtico. Pero los o¨ªdos son a menudo sordos o necios. Y no quieren escuchar que el ¨²nico futuro posible del socialismo es ser el socialismo del futuro.
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