Cables
Estoy a favor del progreso, pero odio los cables. Sue?o con un planeta sin fronteras, despatriotizado, cosmopolita, solidario y otros universalismos por el estilo. Lo malo es que cada vez que inventan algo contra el esp¨ªritu paleto, aparece un nuevo cable en m¨ª vida. El otro d¨ªa descubr¨ª con horror que tengo los suelos de la casa sembrados de cables cruzados, y que para ir de una habitaci¨®n a otra hay que sortear alambradas electrizantes que mezclan hilos conductores del m¨¢s variado pelaje.Recuerdo con nostalgia la ¨¦poca en la que sab¨ªa reconocer mis cables favoritos y ten¨ªa cierto control sobre los enchufes, los interruptores, las clavijas. Cada cosa ten¨ªa su hilo y cada hilo su enchufe particular. Ahora soy absolutamente incapaz de saber si tropiezo con el cable de la voz, de la imagen, de la m¨²sica, de la escritura, del sat¨¦lite, de la luz, del aire acondicionado, del compacto. Los chismes se desparraman por la casa, ocupan sus lugares naturales, pero sus cables no s¨®lo tienen tendencia a reunirse en un mismo rinc¨®n y a enmara?arse incestuosamente, sino a formar entre s¨ª complicadas relaciones, intrincadas redes en las que ya no puedes saber d¨®nde acaba lo el¨¦ctrico y empieza lo electr¨®nico, si son hilos transitivos o intransitivos, de se?al anal¨®gica o digital, que van o que vienen, conductores de cultura o de limpieza, de ocio o de negocio.
Hablan mucho de una ley para ordenar las comunicaciones. Lo que me preocupa es c¨®mo ordenar los cables. No s¨¦ en qu¨¦ consistir¨¢ el decreto, pero si es restrictivo, como me temo, implicar¨¢ m¨¢s cables (ilegales, por supuesto), y si es generoso, pues seguir¨¢ aumentando la mara?a electrizante. Miro los cables de la casa m¨ªa y compruebo que la mayor parte de ellos son hijos de la desobediencia civil, hilos de la anarqu¨ªa. Cables rigurosamente descontrolados que nacieron, crecieron y se cruzaron a su aire, al margen del estado, s¨®lo obedientes a las leyes de la bucaner¨ªa, que hunden sus rebeldes ra¨ªces de cobre en lo m¨¢s hondo de la moqueta. No hay ley que deshaga ese nudo tan gordiano.
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