El Festival de Berl¨ªn, dedicado a los compositores en el exilio
Celebraci¨®n de un 750? aniversario con las figuras de la m¨²sica
El jubileo de la antigua capital alemana ha estado dedicado, en su aspecto musical, a los compositores que hacia 1933 se vieron obligados a abandonar Alemania por motivos pol¨ªticos. M¨²sicos como Eisler, Kurt Weill, Arnold Schoenberg, Ernst Toch y Ullman han sido objeto de homenajes con la ejecuci¨®n de sus obras y la investigaci¨®n de la desigual fortuna de sus periplos fuera de su pa¨ªs. Los organizadores del Festival de Berl¨ªn han encontrado los nombres de hasta 130 compositores berlineses o relacionados con la ciudad que tuvieron que huir del nazismo o fueron perseguidos por las huestes de Hitler. Por otra parte, Berl¨ªn recibir¨¢ durante este mes a las mejores orquestas, cantantes y directores.
Uno de los exiliados m¨¢s representativos fue el comunista Kurt Weill, que en su momento puso m¨²sica a las obras de Bertolt Brecht y tras su salida de Alemania tuvo cierto ¨¦xito en Estados Unidos. En su honor se ha montado la obra Lost in the stars and stripes (Perdido entre las barras y estrellas), que se estren¨® en el bell¨ªsimo recinto modernista del teatro Hebbel, uno de los pocos que sobrevivieron a la guerra, situado en el barrio de Kreuzberg, el rinc¨®n berlin¨¦s de los numerosos grupos marginales aqu¨ª asentados y tambi¨¦n de los inmigrantes turcos. Se trata de un musical compuesto por canciones de la ¨¦poca, de autores tan dispares como Cole Porter, Fas Waller o el propio Weill, que se combinan con textos literarios de Adorno, Mann y Brecht, junto a grabaciones de dicursos de Hitler y Roosevelt.El resultado es divertido y emocionante, una ajustada alternancia de momentos de nostalgia y de iron¨ªa, con un impecable recital de actuaci¨®n y canto por parte de Udo Samel, considerado el mejor actor de la escena berlinesa, y la vienesa criada en Norteam¨¦rica Sona McDonald. Una frase resume las imposiciones que soporta el emigrante obligado a adaptarse a un entorno extra?o: America, love it or leave it (Am¨¦rica, ¨¢mala o d¨¦jala).
Los organizadores del Festival de Berl¨ªn han encontrado los nombres de hasta 130 compositores berlineses o relacionados con la ciudad que tuvieron que huir del nazismo o fueron perseguidos por las huestes de Hitler. Eran la mitad de los autores musicales alemanes de la ¨¦poca. Han seguido la pista de sus exilios reuniendo los datos en el libro llamado M¨²sica desplazada. No todos tuvieron la acogida de Kurt Weill, que compuso memorables piezas en Estados Unidos. Por ejemplo, el compositor Ernst Toch no logr¨® ning¨²n eco en ese mismo pa¨ªs despu¨¦s de haber sido un triunfador en el Berl¨ªn de los a?os veinte, y a¨²n m¨¢s expl¨ªcito es el caso de Ullman, asesinado en Auschwitz despu¨¦s de componer la ¨®pera La muerte abdica, que se representar¨¢ al final del festival.
'Cabaret'
En otra de las salas que sobrevivieron a la guerra, el Theater des Westens, se ha presentado una espectacular producci¨®n del c¨¦lebre musical Cabaret, que ya inspirara una conocida pel¨ªcula de Bob Fosse y est¨¢ basado en Berlin Stories de Christopher Isherwood. La dificultad del espect¨¢culo se encuentra precisamente en la obligada comparaci¨®n con el citado filme, y particularmente en el contraste de la capacidad de la protagonista, Helen Schneider, con la superimitada Liza Minelli.Por otra parte, y al parecer para dar mayor juego a la veterana actriz Hildegard Knef, se han alargado las escenas que aluden a la depuraci¨®n del comerciante jud¨ªo, dando a la obra un exceso de contenido pol¨ªtico que no necesitaba. En todo caso, Hildegard Knef tiene ocasi¨®n de lucir su grave voz, inefablemente berlinesa.
Pero no acaba aqu¨ª la obsesiva reparaci¨®n hist¨®rica de las autoridades federales. El festival se inaugur¨® a principios de mes con un concierto conjunto de la Orquesta Sinf¨®nica de la Radio de Berl¨ªn y la Orquesta Sinf¨®nica de Jerusal¨¦n, dirigidas por Ricardo Chailly, que interpretaron con ¨¦xito la Octava sinfon¨ªa de Mahler. Otro acontecimiento de las semanas festivas de Berl¨ªn fue la presencia de Claudio Abbado, que seg¨²n los cr¨ªticos locales dio una lecci¨®n con el Don Juan de Richard Strauss. El solista israel¨ª SchIomo Mintz tambi¨¦n triunf¨® con el Concierto para viol¨ªn de Brahms.
Riccardo Muti vino con la Orquesta de Filadelfia y aplic¨® su temperamento a obras de Berlioz y Stravinski con buenos resultados. En cambio, la versi¨®n que hizo de la Quinta sinfon¨ªa de Beethoven fue desangelada y concisa, tanto que no esper¨® a que el p¨²blico dejara de aplaudir su salida para atacar el c¨¦lebre primer movimiento. En este caso Muti no estuvo, desde luego, a la altura de las legendarias versiones de las sinfon¨ªas beethovenianas grabadas por esta misma orquesta en los a?os cuarenta bajo la batuta de Eugene Ormandy.
No ha sucedido lo mismo con Carlo Maria Giulini al enfrentarse a Schubert con la siempre asombrosa Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Su versi¨®n de, la Sinfon¨ªa n¨²mero cuatro, la Tr¨¢gica, fue un asalto de sensibilidad rom¨¢ntica, una lectura di¨¢fana y equilibrada de la apasionada partitura compuesta por Schubert a los 19 a?os.
La Misa n¨²mero 6 tambi¨¦n fascin¨® a los espectadores de la Philarmonie, que al final del Agnus Dei esperaron largos segundos para empezar a vitorear al director y a los cantantes, entre los que estaban la mozartiana Lucia Popp y el brit¨¢nico Justin Lavender.
Para las pr¨®ximas semanas se espera la actuaci¨®n de Zubin Mehta, Wolfgang Swaballich, Sergiu Celibidache, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein, con un repertorio de solistas y cantantes no menos impresionante.
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