La trascendencia de la historia
Este verano me entregu¨¦ al placer de leer varias biograf¨ªas cl¨¢sicas de Mozart: las de Alfred Einstein, Michael Leavy, W. Hildesheimer, Bernhard Paumgartner, W. F. Turner y Fernando Vela. Culmin¨¦ mi grata experiencia con una semana en Viena leyendo, en la Biblioteca Nacional Austriaca, excelentemente catalogada y atendida, una serie de estudios del siglo XIX a los que a menudo se refer¨ªan las notas de los libros que previamente hab¨ªa le¨ªdo.Con las excepciones parciales de Hildesheimer y Leavy, todas las biograf¨ªas hacen hincapi¨¦ en varios t¨®picos que han caracterizado a la literatura sobre Mozart desde el momento de la muerte del compositor, en diciembre de 1791. Opinan que estaba casado con una mujer que no pod¨ªa compartir su vida espiritual y creativa (tambi¨¦n podr¨ªamos preguntarnos qui¨¦n de entre sus contempor¨¢neos, a excepci¨®n de Joseph Haydn, podr¨ªa haberlo hecho). Acusan al inconstante p¨²blico vien¨¦s de aplaudirle durante los a?os 1783 a 1786, la ¨¦poca de los grandes conciertos de piano y de los ¨¦xitos oper¨ªsticos de El rapto del serrallo y F¨ªgaro, olvid¨¢ndolo luego, salvo el clamoroso ¨¦xito popular de La flauta m¨¢gica, muriendo 10 semanas despu¨¦s de su estreno en presunta pobreza. No acusan a Salieri de envenenarlo, pero hablan de todo tipo de oscuras intrigas por parte de un supuesto acerbo rival.
Existen varias razones para la constante repetici¨®n de estos falsos o totalmente inexactos estereotipos. Los bi¨®grafos y music¨®logos han dependido casi exclusivamente de las cartas de Mozart y de una infinidad de recuerdos anecd¨®ticos: los de su viuda y los de un grupo de amigos y colegas. Han dado por cierto, en su conjunto, que las opiniones de Mozart sobre sus propios problemas econ¨®micos y profesionales eran objetivamente exactas. No han sido capaces de tener en cuenta el contexto hist¨®rico o de consultar los muchos documentos impersonales, pero importantes, que existen.
Una excepci¨®n en verdad admirable a las cr¨ªticas que acabo de hacer es la obra recientemente publicada de un joven alem¨¢n, historiador de la cultura, Volkmar Braunbehrens: Mozart en Viena. En lo relativo a Constanza, no especula sobre el grado de relaci¨®n espiritual, aunque menciona cartas que muestran claramente la confianza de Mozart en sus opiniones y c¨®mo le ayudaba en delicados asuntos de negocios. Tambi¨¦n se?ala que, como su viuda, fue responsable de la publicaci¨®n p¨®stuma de la mayor¨ªa de sus obras y habr¨ªa que reconocerle el m¨¦rito, por su evidente capacidad, de haber llevado a cabo tan dif¨ªcil cometido.
En cuanto al inconstante p¨²blico vien¨¦s, informa al lector de que Austria y Turqu¨ªa estuvieron en guerra desde finales de 1787 hasta finales de 1790, precisamente los a?os durante los cuales Mozart fue incapaz de celebrar tantos conciertos de abono como hubiera deseado y en los que sus ¨®peras no eran representadas con tanta frecuencia como hab¨ªa sucedido en los a?os anteriores. El emperador Jos¨¦ II, que se mostraba amigable hacia Mozart tanto como compositor como francmas¨®n, estaba en el frente y una gran parte de los funcionarios y nobles, que eran sus fieles mecenas, tampoco se encontraba en la ciudad. Adem¨¢s, Jos¨¦ II muri¨® en febrero de 1790 y su sucesor mostr¨® mucho menos disposici¨®n hacia Mozart tanto como compositor o francmas¨®n.
En realidad, no existe ninguna justificaci¨®n objetiva para referirse a Mozart como un malpagado o muriendo en la pobreza. Braunbehrens consult¨® los peri¨®dicos vieneses de la ¨¦poca y tambi¨¦n los innumerables escritos y programas que fueron impresos en la monumental biograf¨ªa de Otto Jahn publicada en 1856-1858, pero no lo suficientemente consultada por otros bi¨®grafos antes de Braunbehrens. All¨ª puede verse que Mozart recibi¨® las mismas pobres remuneraciones por sus ¨®peras que Salieri o Dittersdorf. Estaba mejor pagado que Haydn, aunque ¨¦ste recib¨ªa muchos beneficios adicionales como residente en lo de los Esterhazy. Jos¨¦ II mostr¨® su particular aprecio pagando el doble de lo habitual por una ¨®pera, por Cos¨¬ fan tutte, encargada a finales de 1789, a pesar de la guerra. En lo que ata?e al libelo p¨®stumo de Salieri revalidado por el gran poeta ruso (aunque pobre lector de prosaicos acontecimientos) Alejandro Pushkin, Braunbehrens anota que Salieri era presidente de la sociedad vienesa de compositores, donde se estren¨® en 1789 el maravilloso Quinteto para clarinete, y que Salieri dirigi¨® a la sociedad en la ejecuci¨®n de la Sinfon¨ªa en sol mayor (¨²nica audici¨®n confirmada en vida de Mozart). Esto no significa que Salieri, como un profesional cualquiera, tuviera en ocasiones envidia de un colega excepcionalmente dotado. Tampoco niega la existencia de las pat¨¦ticas cartas de Mozart solicitando peque?os pr¨¦stamos a sus amigos. Sin embargo, esas cartas son precisamente de los a?os de guerra, y los ingresos de Mozart en 1791 fueron de los m¨¢s elevados de toda su vida.
Leyendo a Braunbehrens record¨¦ algo a lo que s¨®lo puedo referirme como de escasas miras o esnobismo de muchos profesores de humanidades, que consideran la historia como una disciplina de menor importancia que la literatura, la historia del arte o la filolog¨ªa. Ofrec¨ª un coloquio sobre historia medieval espa?ola, que mis colegas recomendaron como asignatura opcional pero que consideraban sin importancia como curso para graduarse. Tambi¨¦n particip¨¦ durante 18 a?os en la ense?anza de un tema de humanidades para estudiantes universitarios de primer a?o. La ense?anza del tema se realizaba a trav¨¦s de disertaciones individuales a cargo de profesores de historia, filosof¨ªa y literatura. Cada profesor establec¨ªa una lista de libros, pero nos consult¨¢bamos mutuamente y hab¨ªa una aceptaci¨®n verbal de que cada uno asignar¨ªa un tercio de sus lecturas a cada disciplina. Los historiadores estaban encantados con la oportunidad de ense?ar a Plat¨®n y Shakespeare conjuntamente con la historia y, por tanto, no hab¨ªa problemas con sus listas de lecturas. Los fil¨®sofos dedicar¨ªan un 10% a la historia y dividir¨ªan el resto entre textos filos¨®ficos y literarios. Muchos de los profesores de literatura no indicaron nada de historia. Recuerdo a un colega de literatura muy gentil que seleccion¨® a Gibbon -no la historia de Roma, sino la autobiograf¨ªa.
Dejando la pol¨ªtica acad¨¦mica a un lado, me parece un evidente error suponer que uno puede deducir la naturaleza de una cultura pasada o comprender la experiencia vital de un gran artista o cient¨ªfico s¨®lo en base a su carrera personal. La literatura biogr¨¢fica concerniente a muchos de los h¨¦roes culturales del mundo contiene la misma especie de t¨®picos falsos como lo hace la literatura sobre Mozart, y con frecuencia por la misma raz¨®n: la incapacidad para consultar documentos mundanos que le permitir¨ªan al bi¨®grafo comparar los sentimientos de su h¨¦roe y sus circunstancias pr¨¢cticas con las de sus contempor¨¢neos. Yo ruego, con todos los humanistas, un poco de atenci¨®n para la historia como ayuda necesaria para sus propias disciplinas.
Traducci¨®n: C. Scavino.
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