Misiva sin misiles
Por fin se retirar¨¢n los euromisiles. ?No era por eso por lo que ven¨ªa luchando el movimiento pacifista europeo durante estos a?os? Y sin embargo, poco se habla de su influencia en tan deseado desenlace. Incluso hay quien reprocha su oposici¨®n al despliegue de los misiles nucleares. Los autores reflexionan sobre el hecho.
El propio presidente del Gobierno extra¨ªa de este acontecimiento la siguiente lecci¨®n: hizo bien la OTAN en adoptar en 1979 la doble decisi¨®n -abiertamente rechazada por el movimiento pacifista-, porque gracias a ella se ha conseguido ahora un acuerdo que abre las puertas a la esperanza. En tal reflexi¨®n, adem¨¢s de un aval al chantaje nuclear, hay tanta sinraz¨®n como en la de quien arguyera que bien venidas sean las guerras porque as¨ª gozaremos, al final de las mismas, del beneficio de la paz. ?O acaso hay que olvidarse del incremento de la tensi¨®n entre el Este y el Oeste, del irreversible impulso tecnol¨®gico que ha experimentado la carrera de armamentos y del fundado temor que ha sobrecogido a las poblaciones europeas durante estos siete a?os, efectos todos ellos provocados por el despliegue de los euromisiles?No obstante, las demandas del movimiento pacifista, que tanto han contribuido en la formaci¨®n de una opini¨®n p¨²blica antinuclear, han sido una referencia obligada a la hora del acuerdo tanto para la URSS como para EE UU y su aliados. Entre las diversas razones que han empujado a Gorbachov a proponer la opci¨®n supercero estaba sin duda la de conectar de alguna forma con las reivindicaciones del poderoso movimiento por la paz europeo. Por otra parte, la aversi¨®n de la opini¨®n p¨²blica hacia los misiles nucleares ha disuadido a los Gobiernos europeos de presentar una mayor resistencia al acuerdo. Se sabe, eso s¨ª, que algunos se quejan de que EE UU les deje hu¨¦rfanos de su ayuda nuclear, pero lo hacen con la boca peque?a, sin que se les oiga demasiado. Hubieran batido los r¨¦cords de impopularidad si por culpa suya no se hubiera alcanzado un consenso entre la URSS y EE UU.
A pesar de estas evidencias, a los Gobiernos europeos no se les ocurrir¨¢ nunca dirigirse a los movimientos por la paz y decirles: ?hab¨¦is ganado! Nadie otorgar¨ªa p¨²blicamente victorias a un adversario tan inc¨®modo. Pero los movimientos por la paz -tambi¨¦n el del Estado espa?ol, pues nunca ha dejado de figurar en su plataforma program¨¢tica la reivindicaci¨®n del desarme nuclear y total de Europa- s¨ª han de encontrar en este episodio un est¨ªmulo m¨¢s para justificar la necesidad de su supervivencia.
Constatar este hecho no equivale a dejarnos llevar por el optimismo de creer que con este acuerdo se ha iniciado un proceso irreversible de desarme. No existe esa voluntad en los Gobiernos de la OTAN. Sus proyectos de reforzamiento del pilar europeo de la Alianza muestran que hay Estados que no renuncian a seguir siendo potencias nucleares y apenas logran disimular su deseo de hacer de Europa un tercer bloque militar, nuclear y dependiente de EE UU.
Apuesta
Y reiterar nuestra apuesta por el futuro del movimiento pacifista del Estado espa?ol tampoco significa subestimar el momento delicado en el que ¨¦ste se encuentra ni los problemas que ha de resolver. El movimiento pacifista sobrevivi¨® a la prueba del refer¨¦ndum. Demostr¨® que dispon¨ªa de las suficientes reservas pol¨ªticas y morales como para no ser destruido por el resultado adverso de una consulta institucional. Sigui¨® ocupando la calle, que es donde se hizo fuerte, y haciendo de la denuncia de la OTAN, de la militarizaci¨®n de nuestro territorio y de la exigencia del desmantelamiento de las bases norteamericanas los principales motivos de movilizaci¨®n.
El camino recorrido no ha estado, sin embargo, exento de dificultades. El movimiento ha tenido, por ejemplo, que hacer frente a repetidos intentos -auspiciados desde los aleda?os del partido en el poder- de vaciar sus reivindicaciones de todo contenido que le llevara a una confrontaci¨®n con el Gobierno. Incluso m¨¢s de uno, debido a las connotaciones que ofrec¨ªa la palabra paz, crey¨® ver la oportunidad de transformar el movimiento pacifista en una asociaci¨®n antiterrorista m¨¢s. Vana pretensi¨®n. En los movimientos por la paz de todo el mundo va tomando cuerpo la idea de que la lucha por la paz no puede disociarse de la b¨²squeda de una situaci¨®n en la que predominen la igualdad, la justicia y la ausencia de todo tipo de opresi¨®n. El pacifismo, pues, est¨¢ adquiriendo la suficiente madurez como para que nadie trate de manipularlo.
El problema de su unidad no est¨¢ siendo nada f¨¢cil de resolver. La Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP) ha venido vertebrando hist¨®ricamente la mayor parte de los colectivos pacifistas que se han creado en estos ¨²ltimos a?os. Ha logrado reunir personas de muy diversas tradiciones pol¨ªticas e ideol¨®gicas. Su operatividad en el terreno de la movilizaci¨®n ha contribuido, sin duda,a mantener este dif¨ªcil equilibrio. Pero para ello ha tenido que hacer frente tambi¨¦n a las presiones de quienes ambicionaban que el movimiento pacifista se convirtiera en el soporte de una determinada opci¨®n electoral o de quienes pretend¨ªan que una ¨²nica concepci¨®n ideol¨®gica sobre los fines y la estrategia monopolizara el movimiento.
A este respecto hay que lamentar la existencia de actitudes como la de un ex miembro de la organizaci¨®n de objetores de conciencia de Catalu?a, que nos negaba desde estas p¨¢ginas -al MC y a la LCR- el derecho a trabajar en el movimiento por la paz, porque hab¨ªamos solicitado, desde nuestra condici¨®n de partidos pol¨ªticos, el voto para HB. Tal grado de intolerancia a lo ¨²nico que puede conducir es a que se formen tantos movimientos pacifistas como concepciones electorales, pol¨ªticas e ideol¨®gicas mantenga cada cual.
Quienes hemos vivido esta original experiencia de construir el movimiento pacifista junto a gentes de otros partidos y personas independientes de muy diversos or¨ªgenes tenemos la convicci¨®n de que los esfuerzos dedicados a esta tarea han merecido la pena. El movimiento debe sobrevivir. Hay sobrados motivos para creer en su necesidad y efectividad. Ahora es responsabilidad de todos estar a la altura de esta exigencia hist¨®rica.
son responsables del ¨¢rea de trabajo pacifista en la Liga Comunista Revolucionaria y en el Movimiento Comunista, respectivamente.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.