Un camino de paz
UNO DE los errores m¨¢s graves cometidos en los inicios de la transici¨®n fue la exclusi¨®n de las fuerzas vascas del consenso constitucional. Los principales responsables de ello, por acci¨®n u omisi¨®n, Adolfo Su¨¢rez y Felipe Gonz¨¢lez, se reunieron el lunes en la Moncloa para hablar del terrorismo, en el marco de una serie de entrevistas que el presidente del Gobierno mantendr¨¢ para buscar un apoyo solidario de los partidos en la lucha antiterrorista.En momento semejante conviene recordar que la exclusi¨®n del PNV de la ponencia redactora de la Constituci¨®n estuvo en el origen de la actitud, reticente e incluso obstruccionista, de los nacionalistas vascos a lo largo de los debates del proceso constituyente.
La abstenci¨®n propugnada por los nacionalistas en el refer¨¦ndum constitucional de diciembre de 1978 hizo que, en Euskadi, el 55% del censo no acudiera a las urnas. Es cierto que los votos positivos casi triplicaron a los negativos, pero aquel resultado ha tenido una decisiva influencia en la deficiente legitimaci¨®n con que la democracia fue alumbrada en Euskadi; hasta el punto de convertirse en el principal pretexto argumentado por ETA a favor de su recurso a la violencia.
Con la llegada de los socialistas al Gobierno, la pol¨ªtica antiterrorista no cambi¨® esencialmente a la seguida por UCD, y aun disminuy¨® la eficacia que hab¨ªa desplegado Ros¨®n desde el Ministerio del Interior y se prescindi¨® de algunos de sus colaboradores. La presi¨®n policial se complet¨® con nuevas iniciativas tendentes a lograr la cooperaci¨®n francesa y a potenciar la reinserci¨®n social como v¨ªa de recuperaci¨®n de los terroristas dispuestos a dejar las armas. La experiencia indica el car¨¢cter ef¨ªmero de esos ¨¦xitos si tal estrategia no se completa con la b¨²squeda de un consenso social en torno a las formas de hacer frente al terrorismo.
La contraposici¨®n entre medidas pol¨ªticas y policiales plantea a veces confusiones. ETA y Herri Batasuna consideran policial todo lo que no sea la aceptaci¨®n incondicional de aquello que los terroristas pretenden imponer por la fuerza. Sin ir tan lejos, el nacionalismo moderado ha mantenido un discurso cuya l¨®gica ¨²ltima era la de considerar que, mientras no !e accediera a determinadas exigencias pol¨ªticas, exist¨ªa un amplio campo de fines e intereses compartido por todos los nacionalistas: los violentos y los pac¨ªficos.
Por eso, la declaraci¨®n de Ardanza en un reciente Pleno del Parlamento vasco, afirmando que la divergencia de los dem¨®cratas vascos con ETA no se refiere ¨²nicamente a los medios, sino a los fines propugnados, constituye un importante avance hacia ese consenso social, que precisa un acuerdo previo entre las fuerzas pol¨ªticas.
Aunque ser¨ªa una insensatez deducir de los ¨²ltimos acontecimientos un fin inminente de ETA, es cierto que hay indicios que permiten un mayor optimismo. Una de las condiciones para que esa perspectiva avance es que, a diferencia de lo ocurrido con la Constituci¨®n, las fuerzas nacionalistas vascas, sin excepci¨®n, sean incorporadas al proceso.
Los intentos de aislar a Herri Batasuna del marco pol¨ªtico se han revelado absolutamente contraproducentes a la hora de encontrar una v¨ªa de pacificaci¨®n real. Pero, por lo mismo, es exigible la renuncia a toda tentaci¨®n de instrumentalizar, por unos u otros, los efectos de la violencia en beneficio propio.
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