La sencillez de la belleza
Precedido de una artiller¨ªa publicitaria como la que sabe movilizar el Festival de Oto?o, lleg¨® a Madrid Carlos Kleiber con la Orquesta Sinf¨®nica del Estado de Baviera, una de las m¨¢s antiguas de Europa y tan vers¨¢til que simultanea constantemente y con igual calidad el g¨¦nero sinf¨®nico y el oper¨ªstico.En el programa de presentaci¨®n escuchamos dos grandes p¨¢ginas de repertorio: la Sinfon¨ªa de Linz en do mayor, n¨²mero 36, de Mozart, y la Segunda sinfon¨ªa en re mayor, opus 73, de Brahms. Separadas en el tiempo y el estilo, ambas partituras descubren sutiles conexiones de fondo que discurren por esas v¨ªas misteriosas capaces de trenzar y vivificar el suceder de la historia. Para remate y apoteosis, la eclosi¨®n Araussiana con una espectacular versi¨®n de El murci¨¦lago, que provoc¨® las m¨¢s calurosas y largas ovaciones de la noche.
Presentaci¨®n de Carlos Kleiber
Festival de Oto?o. Orquesta del Estado de Baviera. Director: Carlos Kleiber. Obras de Mozart y Brahms. Teatro Real. Madrid, 10 de octubre.
Pocas veces se da el caso de que un hijo de grande sea tambi¨¦n grande en la misma profesi¨®n, aunque el antecedente musical de los Mozart abone esa posibilidad al m¨¢ximo. Carlos Kleiber naci¨® en Berl¨ªn el 3 de julio de 1930 del matrimonio del m¨ªtico Erich Kleiber (Viena, 1890-Z¨²rich, 1956) con la americana Ruth Goodrich. Cinco a?os antes, Erich, titular de la Staatsoper berlinesa, hab¨ªa dado a conocer Wozzeck, la obra maestra del teatro l¨ªrico contempor¨¢neo que Alban Berg dedic¨® a Alma Mar¨ªa Mahler y de la que Kleiber junior har¨ªa una extraordinaria creaci¨®n en la ¨®pera de Stuttgart, de la que fue titular despu¨¦s de haberlo sido en D¨¹sseldorf y Z¨²rich y antes de sus actividades en M¨²nich.
La larga residencia de los Kleiber en Latinoam¨¦rica, tras la salida del cabeza de familia de la Alemania nazi, debi¨® ser el motivo de la espa?olizaci¨®n del nombre con el que Carlos Kleiber, en plenitud de facultades, din¨¢mico y liberal, ha ingresado ya en la historia grande de la direcci¨®n orquestal.
Pertenece a la generaci¨®n de 1931, que, preanunciada por Sawallisch (1923), nos da los nombres de Boulez (1925), Tennstedt (1926), Blomstedt y Davis (1927), Haytink (1929), Maazel, nacido el mismo a?o que Kleiber (1930), Rodzenvenski (1931), Abbado (1933), Ozawa (1935) y Metha (1936). Participa Kleiber del pensamiento generacional desde su amor perfeccionista, su gusto por la clarificaci¨®n de las texturas y los detalles, su ausencia de ret¨®rica filorrom¨¢ntica y el constante movimiento de las din¨¢micas hasta hacer de los contrastes principio de vitalidad musical.
Sin embargo, cuando escuchamos las versiones de Carlos Kleiber sentimos que est¨¢n fuertemente ligadas a la mejor tradici¨®n de la ¨¦poca dorada de la direcci¨®n orquestal, uno de cuyos protagonistas fue precisamente Erich Kleiber.
Objetividad
El hijo, como hac¨ªa el padre, salva con suprema naturalidad el riesgo se?alado por F¨¹rtwangler para los alemanes: su propensi¨®n excesiva a la objetivad. Ejemplo m¨¢ximo de la actuaci¨®n en Madrid fue la Sinfon¨ªa Linz, que podemos incluir, sin duda, entre el mejor Mozart que hoy pueda escucharse. Cierto que la respuesta de la orquesta, a lo largo de todo el concierto, fue excelente; no en vano se trata de una agrupaci¨®n de alta categor¨ªa t¨¦cnico-art¨ªstica con unas cuerdas luminosas y a la vez llenas de pastosidad, con una bella madera y un metal brillante y, por momentos, un pozo hiriente. No se puede explicar con mayor nitidez y m¨¢s sencilla belleza la sinfon¨ªa mozartiana. Carlos Kleiber aqu¨ª, como en Brahms, mostr¨® ser heredero de Kleiber el viejo, por cuanto sabe evitar los peligros de la rutina y la improvisaci¨®n.La segunda sinfon¨ªa brahmsiana transparent¨® con nitidez el pensamiento objetivo del director hasta evidenciar la condici¨®n analizada por Sch?enberg en su estudio sobre Brahms: "Fue el primero que vivi¨® a fondo la crisis de su tiempo".
Babelia
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