El insoportable deterioro colombiano
EL ASESINATO, producido en la tarde del domingo, de Jaime Pardo Leal, candidato en las elecciones presidenciales de 1986 del partido de izquierda Uni¨®n Patri¨®tica, demuestra que el deterioro de la situaci¨®n pol¨ªtica y social en Colombia est¨¢ llegando a unos l¨ªmites insoportables. La personalidad misma de la v¨ªctima, calificada en un mensaje del presidente de la Rep¨²blica como "s¨ªmbolo de la paz", subraya hasta qu¨¦ punto su desaparici¨®n es un golpe para el proceso de pacificaci¨®n que intenta abrirse camino.Colombia ostenta el triste r¨¦cord del n¨²mero de asesinatos cometidos con objetivos pol¨ªticos. Entre las v¨ªctimas abundan los sindicalistas, l¨ªderes campesinos, profesores, estudiantes, intelectuales, periodistas. Aunque han ca¨ªdo pol¨ªticos de diversos partidos, la militancia que m¨¢s ha sufrido ha sido la de la Uni¨®n Patri¨®tica, creada hace dos a?os -despu¨¦s de la tregua firmada por el presidente Belisario Betancur con la guerrilla comunista Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) como plataforma de acci¨®n legal de los comunistas y grupos afines. Cuatrocientos setenta de sus dirigentes y miembros han sido asesinados, entre ellos dos senadores, dos representantes en la C¨¢mara, cientos de concejales y alcaldes. Ahora, el asesinato de Jaime Pardo ha sido una "muerte anunciada". Su nombre ocupaba un lugar destacado en las listas de personas amenazadas por los escuadrones de la muerte.
Ante esta serie ininterrumpida de asesinatos pol¨ªticos es inevitable preguntarse hasta qu¨¦ punto existe en Colombia un Estado de derecho. Hay un presidente y c¨¢maras elegidas, un Gobierno legal responsable de garantizar, el orden utilizando a la polic¨ªa y a las fuerzas armadas. Pero cuando los asesinatos pol¨ªticos devienen pr¨¢ctica usual, hay que buscar causas de fondo. De la tr¨¢gica realidad colombiana se desprende una doble sensaci¨®n: impotencia de los ¨®rganos legales, y, en cambio, que poderes en la sombra, en los que el narcotr¨¢fico se entrelaza con grupos de hacendados y con sectores del aparato militar y policiaco, disponen de grupos armados ilegales para impedir que el pa¨ªs pueda disfrutar de una estabilidad civil, basada en la ley y en una confrontaci¨®n limpia de opciones electorales.
El momento escogido para asesinar a Jaime Pardo no ha sido casual. Diversos hechos indican que surgen posibilidades m¨¢s favorables para un proceso de pacificaci¨®n. Crece la presi¨®n popular contra la violencia, sea de unos o de otros. Los seis grupos guerrilleros, unidos, hab¨ªan creado la Coordinadora Sim¨®n Bol¨ªvar y hecho una oferta de paz al presidente. Para 1988 est¨¢n convocadas elecciones, en las que los alcaldes, por primera vez en la historia, ser¨¢n designados por sufragio universal. Ello refuerza la tesis -que Jaime Pardo ha personificado al frente de la Uni¨®n Patri¨®tica- de que las aspiraciones campesinas, que han permitido a las guerrillas tener amplios apoyos en las zonas rurales, deben ser planteadas en el terreno legal. Al asesinar a Pardo se ha querido cerrar esa perspectiva de desarrollo de un movimiento popular en marcos legales y electorales.
Teniendo en cuenta la actitud del presidente liberal Virgilio Barco, no se puede ser optimista en cuanto a la evoluci¨®n futura. Elegido en mayo de 1986 con una gran mayor¨ªa, ¨¦ste ha decepcionado las esperanzas puestas en ¨¦l. Su pol¨ªtica ha sido un serio retroceso con respecto a lo realizado por el presidente conservador Betancur, el cual hab¨ªa dado un paso hist¨®rico al entablar negociaciones y concluir treguas con los dos movimientos guerrilleros m¨¢s importantes, reconociendo que en la ra¨ªz de esos movimientos hab¨ªa graves problemas sociales que era insoslayable abordar. Su esfuerzo qued¨® cortado por la terrible matanza del Palacio de Justicia de Bogot¨¢, a¨²n no totalmente esclarecida. En todo caso, la actitud de Barco ha sido mucho m¨¢s intransigente. No ha logrado debilitar a las guerrillas, pero las treguas han ido perdiendo vigencia y en diversas zonas los combates se han recrudecido. Este clima favorece a los ultras civiles y militares, enemigos ac¨¦rrimos de la reconciliaci¨®n. El hecho pol¨ªticamente m¨¢s grave para el presidente Barco es su impotencia ante la generalizaci¨®n del asesinato pol¨ªtico. Sobre todo cuando las mismas autoridades reconocen que existen datos demostrativos de complicidades en la polic¨ªa y en el Ej¨¦rcito. Las palabras de duelo y la condena del ¨²ltimo crimen no bastar¨¢n para asegurar el imperio de la ley.
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