Karpov gan¨® la segunda partida de forma dram¨¢tica
El sovi¨¦tico Anatoli Karpov, aspirante al t¨ªtulo mundial de ajedrez que ostenta su compatriota Gari Kasparov, gan¨® ayer la segunda partida que ambos disputan en Sevilla. El juego fue calificado por los especialistas como dram¨¢tico e hist¨®rico, porque Kasparov se olvid¨® de parar su reloj cuando ya estaba apurado de tiempo, tras haberlo consumido excesivamente en la apertura. Lleg¨® a emplear una hora y 20 minutos para efectuar la d¨¦cima jugada. Tuvo que jugar a toda prisa al final y acab¨® abandonando al tener una posici¨®n desesperada.
Clara Kasparova, madre del campe¨®n, dej¨® el teatro Lope de Vega con l¨¢grimas en los ojos tras la derrota de su hijo. La esposa de Karpov, en cambio, salt¨® de alegr¨ªa por los pasillos y se abraz¨® despu¨¦s con varios analistas en el autom¨®vil que la conduc¨ªa a la villa donde reside.Fue una partida de las que hacer afici¨®n. El ¨¢rbitro, el holand¨¦s Gijssen dijo que nunca habia visto nada igual. Kasparov lleg¨® puntual ante el regocijo de los fot¨®grafos, m¨¢s de 30, que s¨®lo disponen de tres minutos para realizar su trabajo, seg¨²n el reglamento de la FIDE. Fiel a su costumbre, Karpov hizo su aparici¨®n con un minuto de retraso. Para entonces, los observadores m¨¢s perspicaces ya se hab¨ªan dado cuenta de que Kasparov tra¨ªa un as bajo la manga porque, a pesar de tener su reloj en marcha, no efectu¨® su primera jugada hasta que Karpov se sent¨®.
Novedad
En lugar de abrir el juego con el pe¨®n de rey o el de dama, como es habitual, el campe¨®n lo hizo con el de alfil dama y clav¨® inmediatamente sus ojos en los de Karpov, deslumbrados ya por la despiadada r¨¢faga con que los reporteros gr¨¢ficos castigaban su retraso. El ex campe¨®n esper¨® pacientemente a que el arbitro despejara el escenario y comenz¨® a jugar lentamente, dando la impresi¨®n de que la sorpresa de Kasparov le hab¨ªa afectado.Pero no era as¨ª. Su novena jugada es una novedad, preparada probablemente durante los ¨²ltimos meses por su equipo de analistas, a juzgar por el poco tiempo que invirti¨® en hacerla. Spasski ten¨ªa raz¨®n cuando dijo "Kasparov representa la fuerza del toro y Karpov la t¨¦cnica del torero". Luego dir¨ªa que ambos jugaron la partida m¨¢s dram¨¢tica de su historial com¨²n.
El joven campe¨®n qued¨® ensimismado ante la puya que le acababan de colocar. Como la partida adquir¨ªa un grado de emoci¨®n dif¨ªcilmente compatible con el sagrado silencio que debe reinar en el patio de butacas, la mayor¨ªa de los espectadores se trasladaron a la sala adyacente, donde Spasski insist¨ªa en sus comparaciones zool¨®gicas, asociando esta vez a Karpov con el lobo y a Kasparov con el jabal¨ª. Por s¨ª la tensi¨®n no fuera ya suficiente, un inoportuno gato comenz¨® a maullar desde alg¨²n sitio, haciendo infructuosos los esfuerzos arbitrales para localizarlo.
Kasparov pens¨® su siguiente jugada durante una hora y veinte minutos, lo que bien podr¨ªa significar un nuevo record para la gu¨ªa Guiness. La posici¨®n fue complic¨¢ndose paulatinamente. En la mesa de an¨¢lisis que la organizaci¨®n tuvo el acierto de habilitar ayer para el uso de los grandes maestros, el humo de los cigarrillos se confund¨ªa con el procedente de los cerebros de aquellos. Para Spasski, Karpov estaba un poco mejor. Para Dlugy, ex campe¨®n del mundo juvenil, la, r¨¦plica de Kasparov hab¨ªa sido muy precisa y su posici¨®n era preferible.
Clara Kasparova permanec¨ªa sentada junto al apoderado Andrew Page y uno de los analistas con un semblante dominado por la angustia. La esposa de Karpov, Natacha, prefer¨ªa pasear por el vest¨ªbulo. Nadie dudaba que ¨ªbamos a asistir a un representaci¨®n m¨¢s del m¨¢ximo exponente de la emoci¨®n ajedrec¨ªstica: los apuros de tiempo. Como fondo, un nuevo mensaje publicitario, situado justo detr¨¢s de los jugadores: "Para vivir, Sevilla".
Al final, buena muestra de los apuros de tiempo finales, fue el nerviosismo tremendo de los jugadores. Kasparov, en una acci¨®n casi incre¨ªble para su nivel, se olvid¨® de apretar su reloj tras efectuar una de las jugadas, por lo que sigui¨® corriendo su tiempo. Karpov, aunque se dio cuenta, no dijo nada y Kasparov perdi¨® la partida.
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