La esquizofrenia ugetista
CON ESCEPTICISMO acudir¨¢n los representantes del PSOE y UGT a la reuni¨®n que se celebrar¨¢ en los pr¨®ximos d¨ªas para intentar un acuerdo de ¨²ltima hora sobre los presupuestos. Un intento de aproximaci¨®n en septiembre, antes de la presentaci¨®n de los presupuestos, se frustr¨® por la negativa de la central sindical a comprometerse a avalar la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno a cambio de una participaci¨®n en su definici¨®n. El d¨ªa 7, una reuni¨®n en la que participaron el vicepresidente Guerra y los ministros Chaves y Almunia, se malogr¨® por la negativa del ministro de Econom¨ªa, Solchaga, a ratificar el principio de acuerdo a que hab¨ªan llegado los interlocutores en torno a tres puntos: un incremento de las retribuciones de los funcionarios superior, como media, en un punto y medio a la subida del 4% contemplada en los presupuestos; aumento del fondo para pensiones, y reforma de las tarifas del impuesto sobre la renta anunciadas por el Gobierno. Solchaga, sostenido por Felipe Gonz¨¢lez, se habr¨ªa negado a tocar la reforma fiscal. Pero si se confirma que las exigencias sindicales respecto a este punto han sido el principal obst¨¢culo para el acuerdo, nos encontrar¨ªamos ante una actitud bastante irresponsable de parte de UGT. Malabarismos aparte, la nueva escala tributarla supondr¨¢ incrementos de poder adquisitivo de los asalariados de entre tres y siete puntos, lo cual es bastante m¨¢s significativo que otras consideraciones adelantadas por el sindicato.Respecto a los incrementos salariales de los funcionarios, convertidos por las centrales en piedra de toque de la voluntad concertadora del Gobierno, el aumento de cuatro puntos, uno por encima de la inflaci¨®n prevista, puede considerarse razonable si se tiene en cuenta ese reforzamiento de la capacidad adquisitiva resultante de la reforma tributaria. Cuando se pide m¨¢s del 5% para los funcionarios, la comparaci¨®n con otros colectivos laborales -la banca ha firmado el 4,5% para el a?o que viene- es ominosa y hay que tener en cuenta la garant¨ªa de seguridad en el empleo que supone la condici¨®n de funcionario, lo mismo que la escasa productividad de la Administraci¨®n espa?ola. En un pa¨ªs que soporta todav¨ªa la carga de tres millones de parados, esos factores deben ser valorados si se pretende desarrollar una pol¨ªtica econ¨®mica solidaria.
La experiencia del Reino Unido durante los a?os setenta, en los que una l¨ªnea sindical apoyada en la multiplicaci¨®n de huelgas sectoriales condujo al laborismo a la derrota es bastante expresiva del peligro de deslizamiento del sindicalismo hacia ¨¢reas corporativistas. El privilegio de representaci¨®n que la sociedad otorga a los sindicatos para participar en negociaciones que afectan a colectivos mucho m¨¢s amplios que el de los afiliados exige una actitud que mire por los intereses generales, incluyendo los de los desempleados y los de los j¨®venes destinados a serlo. Presionada por circunstancias, entre las cuales no cabe descartar las reyertas personales o el oportunismo electoral, la actitud de UGT respecto a la concertaci¨®n es cada vez m¨¢s err¨¢tica. Parece haber descubierto que su supervivencia como fuerza mayoritaria depende de una creciente autonomizaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica desarrollada por el Gobierno. Y no duda en recurrir al compadreo de familia para forzar acuerdos bilaterales con ese Gobierno al que no deja de considerar como algo propio. A este paso acabar¨¢ en la esquizofrenia.
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