El temor de Julian Barnes a la entrevista
"Soy un escritor serio que hace re¨ªr", dice el autor de 'Mirando al sol'
Es preciso acercarse con cautela a un escritor que teme en las entrevistas lo mismo que algunos abor¨ªgenes en las fotos, esto es, que les roben el alma. Ese miedo lo hab¨ªa expuesto Julian Barnes en una conferencia en Madrid 12 horas antes de someterse a esta entrevista, y por eso la primera pregunta fue hecha con prudencia. Pero el autor de El loro de Flaubert y de Mirando al sol es educado, amable, y tiene el sentido del humor tan afilado que se define a s¨ª mismo como "un escritor serio que es gracioso". bolamente ocurre, como demuestran sus h¨ªbros y su conversaci¨®n, que detesta los res¨²menes o las preguntas del tipo "?qu¨¦ lugar ocupa usted en la literatura contempor¨¢nea de Occidente?".
"?Por qu¨¦ no hablamos de f¨²tbo?", propone Barnes. Es mediod¨ªa y el escritor debe de estar hecho papilla -"s¨ª, lo estoy", dice- por una de esas ma?anas de entrevistas que no parecen acabar nunca, y no sabe qu¨¦ contestar ya a la misma pregunta formulada de manera distinta. Barnes, que disert¨® el jueves en el ciclo sobre El Cuerpo organizado por el C¨ªrculo de Bellas Artes, est¨¢ celoso de su mujer, adem¨¢s, que poco despu¨¦s elige el momento para entrar en el hotel, radiante tras una visita al museo del Prado. "Ella ha estado tres veces y yo s¨®lo dos", se queja Barnes como si estuviera repartiendo caramelos. Por cierto que su propuesta sobre f¨²tbol no es broma. Tenista y jugador de una suerte de billar enorme, piensa que los deportes deber¨ªan ir en primera p¨¢gina.Barnes teme tambi¨¦n las preguntas de triple filo como las que se pueden hacer en las famosas, eruditas y extensas entrevistas con escritores de The Paris Review. En ellas, seg¨²n Barnes, los entrevistadores sacan arriesgadas conclusiones a partir de la marca de tabaco que fuma el escritor o la disposici¨®n de un florero. "Si alg¨²n d¨ªa vienen a verme", dice, "desordenar¨¦ las apariencias para confundirlos".
A¨²n as¨ª, es cierta la exclamaci¨®n del protagonista de El loro de Flaubert cuando se pregunta por qu¨¦ no bastan las palabras (y queremos saber m¨¢s de aquellos que admiramos). Antiguo periodista y afiebrado de historia literaria cuando se trata de los grandes, reconoce y justifica la curiosidad y hasta los ritos. ?l, por ejemplo, guarda el paquete azul de cigarrillos encontrado en un brazo del sill¨®n en el que muri¨® Arthur Koestler, autor de El cero y el infinito y amigo suyo.
"Soy feliz. Hago lo que quiero hacer. No tengo que ir a ninguna oficina, y tengo tres o cuatro ideas". As¨ª describe Barnes la que parece haber sido la conquista de una meta, aunque escuch¨¢ndole cabe la sospecha de que siempre ha hecho m¨¢s o menos lo que ha querido.
En Oxford Barnes comenz¨® sus estudios por el ruso y el franc¨¦s, sigui¨® con filosof¨ªa y sicolog¨ªa y regres¨® al franc¨¦s. Al terminar trabaj¨® unos a?os en el equipo encargado de actualizar el diccionario hist¨®rico Oxford English Dictionary, una labor que en Espa?a realiza la Real Academia Espa?ola. A ¨¦l, vistas sus aficiones, le encargaron el vocabulario del deporte y el del sexo.
Un buen estudiante
No hay tanto sexo en la tercera novela de Barnes, Antes de conocernos (Euler), tambi¨¦n reci¨¦n editada, como un conocimiento notable y algo melanc¨®lico de los ritos que lo envuelven. Los protagonistas del libro -en apariencia, un tri¨¢ngulo amoroso- son el ejemplo mismo de la clase media brit¨¢nica, y a menudo su comedia induce a risa. ? Se parecen quiz¨¢ a los de Tom Sharpe, el humorista m¨¢s conocido hoy en Inglaterra? "No. Yo soy gracioso y ¨¦l 1 no lo es. ?l es un humorista que no hace re¨ªr, yo soy un escritor serio que hace re¨ªr".Barnes se cans¨® del trabajo en el diccionario y decidi¨® estudiar leyes. Lo hizo en Londres y aprob¨® todos los ex¨¢menes -"si te han ense?ado c¨®mo se es buen estudiante, eres buen estudiante"- pero le aterraba la intuici¨®n de que un joven de 25 a?os que termina Derecho y comienza a trabajar de abogado pasa autom¨¢ticamente a tener 40 a?os.
Hab¨ªa comenzado a escribir cr¨ªticas de libros, entretanto, para descubrir que le gustaba. De modo que en lugar de ejercer derecho y correr el riesgo de confirmar su intuici¨®n, se pas¨® al periodismo, que todav¨ªa practica cuando merece la pena. Durante cuatro a?os fue cr¨ªtico de televisi¨®n. "Criticar cine me deprimir¨ªa porque con suerte ves una buena pel¨ªcula al mes. Criticar la televisi¨®n es criticar la vida: todo cabe".
Barnes siempre detest¨® las novelas futuristas y "las novelas con ordenador dentro"; quiz¨¢ por eso ambas caracter¨ªsticas se encuentran en Mirando al sol (Anagrama), novedad este oto?o en Espa?a. En ella, una mujer que vive cien a?os, hasta el a?o 2020, termina contestando adecuadamente a las preguntas que su hijo le ha venido haciendo toda la vida, con m¨¢s y m¨¢s premura, y que no ha podido responder un ordenador. El primer t¨ªtulo del libro era Pregunta y respuesta.
Autor de cuatro libros en siete a?os, el ritmo de Barnes se resiente de sus viajes cada vez m¨¢s frecuentes; en ellos s¨®lo toma notas, en previsi¨®n de alguna p¨¢gina, alg¨²n d¨ªa. De Madrid se lleva el chiste de los loros que le cont¨® un periodista: Un viajero pregunta los precios de tres loros. El primero cuesta 1000 d¨®lares porque recita la Biblia en castellano; el segundo, 2000 d¨®lares porque la recita en castellano e ingl¨¦s. ?Y el tercero? El tercero cuesta 3000 d¨®lares porque, a pesar de que no dice ni jota, los otros dos loros le llaman maestro.
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