Sucia jugada de Serra
En apoyo y a mayor abundamiento de las actitudes adoptadas, de una parte, por el secretario general del CDS, Jos¨¦ Ram¨®n Caso, y de otra, por el diputado de Izquierda Unida Enrique Curiel, ambas en relaci¨®n con el incierto y, al parecer, amenazado destino de la finca llamada Caba?eros, deseo encarecer y subrayar, por cuanto pueda hacer al caso, hasta qu¨¦ extremo escandaloso el Ministerio de Defensa, con el se?or Serra a la cabeza, se ha comportado del modo m¨¢s cochino que cabe imaginar en la aplicaci¨®n de la ley de Secretos Militares, con su capacidad para clasificar como secretas determinadas materias o cuestiones, al proteger con ella, total o parcialmente, lo que concierne a la finca mencionada.Como justificaci¨®n del secreto militar y de su necesidad, siempre se ha esgrimido la mayor vulnerabilidad ante el enemigo a que dar¨ªa lugar el que ¨¦ste dispusiese de precisos conocimientos previos sobre los dispositivos de defensa con que, llegado el caso, tendr¨ªa que enfrentarse. Pero ?en manera alguna es ¨¦ste el caso del secreto militar en que se ha visto envuelto Caba?eros! De cuanto concierne a Caba?eros est¨¢n sin duda infinitamente mejor informados los estados mayores de la OTAN y, de rechazo, los del Pacto de Varsovia que los pastores, los excursionistas, los ecologistas y los cazadores de La Mancha y de los montes de Toledo. En este par¨¦ntesis en el que, felizmente, las armas del Ej¨¦rcito espa?ol no parecen estar apuntadas, como de costumbre, contra los propios espa?oles, parece que el resabio empedernido del viejo vicio malo necesita proporcionar alg¨²n alivio a su autoimpuesta continencia, dirigiendo contra los propios espa?oles, ya que no las armas, s¨ª, por lo menos, el secreto militar. S¨®lo contra los espa?oles se ha convertido, en efecto, en materia clasificada lo que concierne a Caba?eros. S¨®lo la cobard¨ªa de un Ministerio de Defensa, sin duda con argumentos demasiado f¨²tiles, aleatorios, rebatibles y hasta vergonzosos o indignos para poder ser p¨²blicamente esgrimidos, ha optado por convertir en secreta esta materia, para hurtarse a los sofocones de una querella local y muy probablemente nacional, mediante el rastrero expediente de ir trampeando sin tener que dar la cara hasta poder presentar los hechos como hechos consumados.
Al margen de lo indecente, lo bellaco, lo realmente cochino de semejante aplicaci¨®n del secreto militar, que se refiere al fuero del asunto, queda tambi¨¦n lo que concierne al huevo, sobre lo cual tambi¨¦n se ha mentido descaradamente al afirmar que el perjuicio ecol¨®gico del campo de tiro apenas afectar¨ªa a las hect¨¢reas cubiertas por las construcciones y las pistas de aterrizaje y de despegue. No obstante, seg¨²n las declaraciones de un experto israel¨ª que fue llevado -no sabemos por qu¨¦ ni en calidad de qu¨¦- a inspeccionar el sitio con vistas a su utilizaci¨®n aeron¨¢utica, parece ser que, a las velocidades que alcanzan hoy los aviones de combate, el solo toque en vuelo con un ave de regular tama?o puede producir la total desintegraci¨®n del aparato.
As¨ª pues, teniendo en cuenta lo poblado y lo querencioso para muchas especies vol¨¢tiles mayores o menores de la finca en s¨ª, junto con el hecho de que el ¨¢mbito territorial de algunas grandes aves excede con frecuencia las dimensiones de la misma o no tiene por qu¨¦ coincidir con sus linderos, la operaci¨®n preparatoria indispensable, antes de pensar siquiera en trazar una sola directriz del campo, ser¨ªa un largo proceso de exterminio sistem¨¢tico de todo posible animal volador que excediese el peso o la envergadura de un mirlo o de una t¨®rtola -en el supuesto de que ¨¦sta no sea ya peligrosa-, y ello no s¨®lo dentro de los linderos de la finca, sino tan lejos de ella como fuese preciso para asegurar la total ausencia de aves en su espacio a¨¦reo. ?Y vaya si se las estar¨¢n prometiendo felices los aviadores aficionados a la escopeta con las partidas de caza que se les preparan! Ignoro si el propio Narc¨ªs Serra es cazador, pero de alg¨²n impresentable casamiento de conveniencias diplom¨¢tico ya ver¨¦is c¨®mo Caba?eros acaba por ser la dote de la novia.
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