Reagan conf¨ªa en un compromiso que le presente ante el mundo como un hombre de paz
F. G. BASTERRA Ronald Reagan, sacudido por la crisis de la bolsa, los problemas con Ir¨¢n y Nicaragua y el enfrentamiento con el Congreso por el presupuesto, espera impaciente la buena nueva de su ministro de Exteriores que le permitir¨¢ anunciar al mundo que es un hombre de paz y recibir, antes de final de a?o, a Gorbachov en Washington para firmar el hist¨®rico acuerdo.
Su presidencia necesita urgentemente este bal¨®n de ox¨ªgeno para demostrar que no est¨¢ paralizada y que, en los ¨²ltimos 15 meses que le quedan en la Casa Blanca, hay que contar a¨²n con Reagan. Esta noche (madrugada del viernes en Espa?a), el presidente se dirigir¨¢ al pa¨ªs en una conferencia de prensa televisada, que ha despertado gran expectaci¨®n por la incertidumbre mundial provocada en los ¨²ltimos d¨ªas por el desplome de Wall Street y las acciones militares de EE UU en el Golfo.
Adem¨¢s, el presidente no se somete a una prueba con los periodistas desde hace casi cinco meses. "El objetivo de la conferencia no es anunciar las fechas de la cumbre", advirti¨®, sin embargo, ayer, el portavoz presidencial, Marlin Fitzwater. Cuando Reagan hable desde la east room de la Casa Blanca ya sabr¨¢ c¨®mo ha ido el primer d¨ªa de conversaciones de Shultz en Mosc¨². El secretario de Estado prepar¨® ayer en Helsinki los ¨²ltimos detalles de la negociaci¨®n m¨¢s trascendental de su vida pol¨ªtica con los expertos norteamericanos en control de armas.
Shultz, un bur¨®crata met¨®dico que carece de la visi¨®n estrat¨¦gica geopol¨ªtica de un Kissinger, pero cuya insistencia, superando las zancadillas de los halcones en Washington, ha sido capaz de convertir a Reagan a la necesidad de negociar con la URSS, desembarca en Mosc¨² acompa?ado de 100 asesores. No quiere dejar nada al azar. En Washington se queda, al parecer finalmente derrotado, el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, su principal enemigo pol¨ªtico, que parece haber perdido la batalla por la influencia sobre el presidente y de quien se rumorea que est¨¢ dispuesto a abandonar la Administraci¨®n.
La impresi¨®n generalizada es que Shultz y Shevardnadze, en dos jornadas de negociaciones, lograr¨¢n superar los ¨²ltimos escollos sobre verificaci¨®n del futuro tratado, que eliminar¨¢ los misiles con alcance entre 500 y 5.000 kil¨®metros. Si no es as¨ª -advirti¨® Shultz antes de salir de Washington-, EE UU no firmar¨¢ un tratado y retrasar¨¢ la cumbre hasta 1988.
Mucho m¨¢s dificil va a ser avanzar, como quieren los sovi¨¦ticos, en la siguiente fase: la reducci¨®n de los arsenales estrat¨¦gicos de las dos superpotencias en un 50%. Gorbachov desear¨ªa firmar tambi¨¦n en Washington un acuerdo marco o principio de entendimiento sobre estos misiles de largo alcance, que desde un punto de vista militar y pol¨ªtico son los realmente desestabilizadores.
Estados Unidos sigue manteniendo firmeza en no negociar el despliegue de la guerra de las galaxias y se ha negado a discutir con la URSS qu¨¦ pruebas, en tierra e incluso en el espacio, ser¨ªan aceptables para Mosc¨² de acuerdo con una interpretaci¨®n estricta del tratado de antimisiles ba l¨ªsticos (ABM) firmado en 1972 por ambos pa¨ªses.
No todo ser¨¢, sin embargo, control de armas en la agenda moscovita de Shultz. La situaci¨®n en el golfo P¨¦rsico -regi¨®n que acaba de visitar el secretario de Estado- y la frustraci¨®n nortearnericana por la falta de apoyo sovi¨¦tico en el Consejo de Seguridad de la ONU a un embargo de armas contra Ir¨¢n ser¨¢n tambi¨¦n cuestiones importantes.
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