Versos que se escurren
Los poemas que siguen, escritos por Brodski en el exilio, dan testimonio de una obra en la que la observaci¨®n de la naturaleza y la reconstrucci¨®n hist¨®rica ofrecen el motivo po¨¦tico.Cierta desesperanza parece desprenderse de los versos del poeta ruso. Puede considerarse significativa la met¨¢fora en la que el poeta se refiere a una estrella que se escurre por su mejilla, "sin darme tiempo a expresar un deseo". La versi¨®n en castellano de estos poemas pertenece a Jos¨¦ Fern¨¢ndez, traductor del nuevo premio Nobel, que obtuvo este a?o el premio Puskin, uno de los m¨¢s importantes que conceden los escritores sovi¨¦ticos.
Braiton Rock
Tu vuelves, color gris de las primeras luces. Las rocas cret¨¢ceas de Sussex lanzan al mar un olor a hierba seca y una sombra alargada, como un trapo negro inservible. La mar rizada descarga en la orilla el susurro de la pleamar y los restos de la lazulita. El chapoteo del agua excedente combinado con las sombras excedentes, [emergen recort¨¢ndose acusados sobre el cielo las espada?as de las iglesias, los acantilados, estos grises atardeceres del verano, del color del pez atrapado; y recobro el ¨¢nimo. Entre la maleza, sereno chilla un pardal. La l¨ªnea exacta del horizonte con una nube se asemeja a una cuerda con una camisa reci¨¦n lavada, un buque patalea con los m¨¢stiles como un escarabajo patas arriba. En la conciencia emerge un n¨²mero d¨¦ tel¨¦fono: la malla rota de una red vaciada. Una brisa enfr¨ªa la mejilla. La marea muerta acuna una viruta inquieta, y el reflejo [cabecea al comp¨¢s de una lancha transida.
En medio de una vida larga o al final de una breve bajas hasta el agua no por el ba?o, sino por la llanura gris oscura, desierta, inhumana, parecida en el color de los ojos, que miran sin pesta?ear a ella, como dos gotas de agua. Como el callar al papagayo.
En el pa¨ªs de los lagos
En aquellos tiempos, en el pa¨ªs de los dentistas, cuyas hijas encargan sus cosas ea Londres, cuyos gatillos atenazantes levantan en la bandera la muela del juicio de nadie, yo, que oculto en la boca ruinas m¨¢s asombrosas que el Parten¨®n, esp¨ªa, saboteador, quintacolumnista de una civilizaci¨®n podrida, en el mundo profesor de elocuencia, viv¨ªa en una residencia junto a la Presnia Roja, donde [me ocupaba de martirizar a los cern¨ªcalos locales cada martes. Todo lo que entonces escrib¨ªa ten¨ªa forma sin remedio de puntos suspensivos. Ca¨ªa, sin desabrocharme, en mi cama, y si de noche hallaba una estrella en el techo, ella, de acuerdo a las leyes de la combusti¨®n, se escurr¨ªa pronta por mi mejilla a la almohada sin darme tiempo a expresar un deseo.
1972
A la muerte del mariscal Zhukov
Veo las filas de los nietos ateridos, el ata¨²d sobre el arm¨®n, la grupa de un caballo.
El viento no trae hasta m¨ª el sonido de las trompas guerreras gimientes de Rusia.
Veo el cad¨¢ver con todas sus medallas. Zhukov, el fogoso, [se va camino de la muerte.
Guerrero al que se rindieron tantas murallas aunque su espada estaba m¨¢s embotada que la enemiga, cuya brillante maniobra en la estepa del Volga nos trae el recuerdo de An¨ªbal. Acab¨® sus d¨ªas olvidado, en desgracia, como Belisario o Pompeyo. ?Cu¨¢nta sangre de soldados derram¨® en tierras extra?as? ?Los llor¨®? ?Los record¨® cuando mor¨ªa en su blanca cama civil? ?Qu¨¦ les dir¨¢ cuando se vea con ellos en el reino infernal? "Yo combat¨ªa". No volver¨¢ Zhukov a ofrecer su brazo a causas justas.
?Descansa! En la historia rusa habr¨¢ una p¨¢gina para los de a pie, que a marchas forzadas entraron valientes en las capitales ajenas y regresaron medrosos a su capital. Mariscal: el Leteo insaciable tragar¨¢ mis palabras y tus glorias.
No obstante, acepta esta pobre ofrenda, dicha en voz alta: salvador de la patria. Redobla, tambor. T¨², flauta guerrera, silba sonora como el pinz¨®n real.
1974
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