S¨®lo 'plaf'
Los llamaban la bang generation y su arquetipo era el Mickey Rourke de Nueve semanas y media. Duros y j¨®nicos en los negocios de Wall Street, flam¨ªgeros y perversos con Kim Bassinger. Fue exagerado clasificarlos como una nueva raza de urban¨ªcolas, pero los antrop¨®logos admit¨ªan que se trataba de una casta universal. Viv¨ªan en las afueras de la ciudad, m¨¢s all¨¢ de los chal¨¦s adosados, y antes de que cantara el gallo rug¨ªan por toda la urbanizaci¨®n sus Porsche 924, sus BMW, sus Golf GTI. Invad¨ªan el centro de la ciudad apestando a lociones de cinco estrellas y eructando complejos vitam¨ªnicos a la misma hora que emerg¨ªan los frescos del barrio, las secretarias triling¨¹es y los quiosqueros de orujo y churros. Odiaban ser confundidos con los brokers (les sonaba a conjunto rockero de los setenta), pero as¨ª es como urdieron sus veloces fortunas treinta?eras. Minutos antes de iniciar la batalla financiera, cuando las verdosas pantallas empezaban a bostezar cifras, humillaban la cabeza, cerraban los ojos, relajaban los m¨²sculos y compon¨ªan la c¨¦lebre mueca piadosa de la meditaci¨®n trascendental.Se hab¨ªan adue?ado de las catedrales burs¨¢tiles de m¨¢rmoles y bronces gracias a su pericia para manejar dos o m¨¢s tel¨¦fonos con una sola mano, mientras que con la otra masturbaban fren¨¦ticamente el ordenador. Eran los dioses del dinero invisible. Compraban y vend¨ªan papel, traficaban con informaciones y rumores, manipulaban empresas sin chimeneas en las que nunca hab¨ªan puesto el pie, hac¨ªan virguer¨ªas con los intereses, pagaban con tarjetas de pl¨¢stico. La liquidez les parec¨ªa una groser¨ªa. Hab¨ªan descubierto que la mejor manera de hacerse rico era jugando con el dinero, nunca toc¨¢ndolo directamente. Elev¨¢ndolo a categor¨ªa metaf¨ªsica, divorci¨¢ndolo de su materialidad. Lo del lunes no fue un crack, sino un bofet¨®n, un plaf en el rostro de esos insolentes gimnastas del tel¨¦fono, los teclados y los corrillos. Los viejos se?ores del capitalismo entraron en el templo a tortazo limpio para expulsar de su feudo a los nuevos impostores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.