Minifaldas
Si la moda es un lenguaje, la minifalda es un signo y un generador de lenguajes. Seg¨²n los ¨²ltimos boletines de la moda (nuestras madres dec¨ªan "figurines"), la minifalda tiene m¨¢s futuro que pasado, con haber tenido mucho pasado.La minifalda, s¨ª, genera un nuevo lenguaje del cuerpo femenino, pues que obliga a la mujer a distintas actitudes, posturas, opciones, seg¨²n que pretenda mostrar u ocultar cosas mediante la minifalda. El pudor es un concepto en desuso, un concepto burgu¨¦s que escandalizar¨ªa a Sartre, pero debemos decir que el pudor/ impudor no est¨¢ nunca en la prenda, sino en quien la lleva. (Quede esto al margen de extempor¨¢neas consideraciones morales.) La cl¨¢mide era austera u obscena seg¨²n y c¨®mo (en mujeres y hombres). Las hero¨ªnas de La Regenta pueden ser imp¨²dicas con polis¨®n, hacer del polis¨®n una impudicia, y cualquier obrera adolescente de Vallecas puede quedar inocente y natural con la minifalda vaquera. El pudor (ese rev¨¦s del af¨¢n exhibicionista de la especie) no es una tendencia de los modistos, sino una tendencia del ser humano. La impudicia femenina genera lenguajes sexuales y la impudicia masculina genera lenguajes de poder o de violencia. Patadas en los ijares, que m¨¢s o menos dir¨ªa mi entra?able y asombroso Manuel Vicent. Toda prenda, nueva o habitual, no es resultado de una conducta social, sino que la impone. La genera. A uno le basta con ponerse corbata para ser m¨¢s fino con las damas y m¨¢s elogioso con los caballeros. (Y perd¨®n por el perfume burgu¨¦s de todo el lenguaje de esta columna.) A ellas les basta con ponerse la minifalda para ser m¨¢s ellas.
La minifalda, en principio, alarga las piernas a todas las mujeres, es un beneficio general y, por tanto, democr¨¢tico. Pero el lenguaje ¨²ltimo de la minifalda, su sintaxis herm¨¦tica, reside, claro, en las profundidades. La mujer, gracias a la minifalda, es due?a de mostrar u ocultar el tri¨¢ngulo mortal de la lencer¨ªa secreta. La fascinaci¨®n de la mini no est¨¢ en su brevedad, sino en que es una frontera movible. A las hero¨ªnas de Gald¨®s y de Sancha les bastaba con mostrar o no mostrar un tobillo al subirse al tranv¨ªa de mulas. El tobillo era el muslo de 1900. Quiere decirse que la minifalda, como la democracia, permite a cada una hacer lo que quiera con su cuerpo (ahora hay o ha habido en Madrid un curso sobre el cuerpo, nietzscheano tema del milenio, con Baudrillard, Verd¨², Sontag, Barnes, Juan Cruz y m¨¢s personal, en el C¨ªrculo de Bellas Artes). Y no s¨®lo a la mujer, sino tambi¨¦n al hombre, porque, cuando ella lo muestra todo, a uno le queda la libertad de mirar o no mirar. De modo que la minifalda no s¨®lo las emancipa a ellas, pero tambi¨¦n a nosotros. Cenamos los de esta casa en torno de Augusto Delk¨¢der, que ha sido mi se?orito mucho tiempo. Entre las mujeres del peri¨®dico me gustar¨ªa hacer un muestreo atuendario, desde mi entra?able y eterna peque?ita Rosa Montero hasta la brillante Maruja Torres, pasando por Sol Gallego D¨ªaz, hija de un amigo y maestro del exilio, con quien tanto viv¨ª y mor¨ª, y que me inici¨® nada menos que en Proust. Las mujeres que han llegado al poder period¨ªstico ?exhiben la minifalda como una bandera de emancipaci¨®n femenina / feminista, a la manera de la legendaria quema de sostenes? La mujer llega m¨¢s lejos cuando es m¨¢s libre. La minifalda libera el discurso del cuerpo. Pero la espa?ola ha luchado tanto por su libertad que ya ni siquiera necesita abanderarse con una minifalda. Podr¨ªa, sin perder terreno, hasta volver al polis¨®n.
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