Gulda, entre Mozart y Corea

Volvi¨® Gulda a Madrid como uno de los grandes n¨²meros del Festival de Oto?o. Encarn¨®, una vez m¨¢s, toda su est¨¦tica y su ¨¦tica. Es decir, la de romper con el divismo tradicional en todos los aspectos, a partir del vestido y hasta el informalismo del programa, elegido en el momento, aparentemente al azar. Esto lo hac¨ªa ya, a comienzos. de su carrera en Espa?a, Arturo Rubinstein aun cuando no se internase por el mundo del jazz y sus alrededores.La inspiraci¨®n se detuvo esta vez en Mozart, lo que es de agradecer tanto por el compositor mismo cuanto por las versiones de Gulda, siempre refinad¨ªsimo de sonido y estilo.

De Mozart a Schubert se llega, como en la historia, con toda naturalidad. Si el Impromptu en La bemol no tuvo la perfecci¨®n del GuIda anterior a los a?os sesenta, en cuanto hizo sobre El caminante brill¨® no s¨®lo lo mejor, sino lo m¨¢s caracter¨ªstico y permanente del gran pianista vien¨¦s.

Preludios

Cuatro preludios debussyanos -entre ellos los hispanizantes Puerta del vino y Serenata interrumpida-, una bastante deble pero excelentemente tocada suite de Corea, Chopin, y de nuevo Mozart para concluir, fueron motivo de largos aplausos, si bien no se produjo el entusiasmo ele otras veces hasta la hora de arrancar al concertista las propinas.O sea, que aun en un programa improvisado, el p¨²blico reclama el derecho a sus preferencias, no siempre atendidas, pues al parecer GuIda no entendi¨® lo que la mayor¨ªa le solicitaba: Juan Sebasti¨¢n Bach.

Total: un buen ¨¦xito del Gulda informal o, paria ser m¨¢s exactos, cumplidor de otras formalidades pero siempre artista y siempre vivo.