Simulacro de simulacro
EL RECIENTE simulacro de emergencia exterior de lacentral nuclear Vandell¨®s 2 ha vuelto a poner en evidencia que en Espa?a las cuestiones de seguridad se siguen planteando desde la improvisaci¨®n y el voluntarismo. Ha habido errores de realizaci¨®n, pero el problema es ante todo de planteamiento general. La puesta en marcha de una central nuclear ha demostrado ser, a lo largo de los ¨²ltimos 10 a?os, una actividad que genera muchos problemas y cuya soluci¨®n requiere no s¨®lo buenas intenciones, sino tambi¨¦n medidas y controles estrictos. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) fundamenta los criterios de seguridad en las previsiones te¨®ricas de accidente, una posibilidad que, seg¨²n todos los constructores de elementos nucleares, es ¨ªnfima en condiciones de laboratorio, pero que en la pr¨¢ctica se multiplica considerablemente y de forma progresiva seg¨²n los enclaves. Esta es la ¨²nica explicaci¨®n a la din¨¢mica que se est¨¢ produciendo respecto a la entrada en funcionamiento de Vandell¨®s 2. El simulacro de accidente fue tan rid¨ªculo que ni siquiera plante¨® la participaci¨®n de los ciudadanos afectados, que era a quienes iba dirigida en teor¨ªa la prueba. A partir de esta contradicci¨®n, y del hecho de que incluso as¨ª el simulacro result¨® un fracaso de coordinaci¨®n, tal como lo reconoci¨® el propio Gobierno Civil de Tarragona, parece in¨²til enumerar la larga lista de errores de planteamiento que se cometieron, cuando en realidad la decisi¨®n del CSN sobre la autorizaci¨®n de la puesta en marcha ya parece haber sido tomada. Sin embargo, como muestra puede recordarse que ninguno de los tres autobuses que se enviaron a la zona para el simulacro de rescate logr¨® llegar a su destino, y que en uno de los casos ello se debi¨® a que no cab¨ªa por el ojo de uno de los puentes de la carretera.A la vista de lo sucedido, los habitantes de la zona continuar¨¢n pregunt¨¢ndose -como antes los de Asc¨® y los de los dem¨¢s enclaves nucleares espa?oles- qu¨¦ pasar¨ªa en una situaci¨®n que fuese realmente l¨ªmite. Por otra parte, el radio de tres kil¨®metros previsto por el Plan de Emergencia Nuclear de Tarragona (Penta) para un posible desalojo resulta claramente insuficiente a la vista de experiencias como las de Three Mile Island o Chernobil. Esta ¨²ltima demostr¨® que los vientos y la lluvia trasladan la radiactividad a distancias muy superiores, lleg¨¢ndose a registrar dosis consideradas mortales a un centenar de kil¨®metros de la zona accidentada. En el ensayo de Vandell¨®s el ¨¢rea te¨®ricamente considerada abarcaba un radio de seis kil¨®metros, lo que hace pensar que ¨²nicamente se buscaba cumplir el expediente para poder decir que se hab¨ªa realizado un simulacro y tener la v¨ªa libre para la autorizaci¨®n.
La hip¨®tesis tranquilizadora seg¨²n la cual Chernobil es irrepetible resulta poco convincente a la vista de que tan imprevisible era ese accidente antes de producirse como lo pueda ser ahora su eventual repetici¨®n. Los estudios de laboratorio se han demostrado incapaces de resolver los problemas que se presentan en la pr¨¢ctica. Por lo dem¨¢s, en el caso de Vandell¨®s se ha observado otra lamentable constante: m¨¢s que el problema, lo que parece preocupar es la divulgaci¨®n de su existencia. Durante mucho tiempo el CSN ha considerado que los temas nucleares eran poco menos que un secreto de Estado. Ahora, tras el simulacro, se ha rescatado la tradici¨®n de culpar al mensajero, encarnado en esta ocasi¨®n en quien se atrevi¨® a criticar los errores de la simulaci¨®n de Vandell¨®s. El relevo de la responsable de la unidad de emergencias del CSN, Mar¨ªa Dolores Carrillo, por unas declaraciones en un programa de televisi¨®n s¨®lo se puede entender como una demostraci¨®n m¨¢s de que este organismo considera que los temas nucleares pertenecen a un coto cerrado del que quedan fuera -e indefensos- los ciudadanos.
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