La caza del espectro
Sentado sobre los cojines que le evitaban el dolor de los for¨²nculos de trabajador sedentario, Carlos Marx escribi¨® en la casa burguesa de Londres -donde dicen que el viejo se?or acariciaba demasiado a su criada-, con Engels mirando por encima del hombro y sugiriendo frases, el Manifiesto comunista que se public¨® en 1848. Faltaban casi 70 a?os para que de aquel embri¨®n brotase la revoluci¨®n rusa de octubre (noviembre en nuestro calendario) de 1917 y otros 70 a?os para llegar a estas jornadas conmemorativas en las que ese mismo pa¨ªs, convertido en Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas, est¨¢ tratando de zafarse del pegajoso espectro. "Un espectro recorre Europa", comenzaba el Manifiesto. "Todas las potencias de la vieja Europa se han agrupado en una santa cacer¨ªa para atrapar ese espectro: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polic¨ªas alemanes. ?Cu¨¢l es el partido de oposici¨®n que no haya sido acusado de comunismo por sus adversarios en el poder? ?Cu¨¢l es el partido de oposici¨®n que no haya estigmatizado con el reproche infamante de comunismo a sus adversarios de derecha o de izquierda?". Todav¨ªa vale esta frase para nuestros d¨ªas, para los gritos ag¨®nicos de Reagan o de Pinochet, y se escuchan en Corea, en Nicaragua, en ?frica y en Asia. Barremos hacia atr¨¢s para que no nos alcance la polvareda de la historia y nos pod¨¦mos creer los protagonistas limpios de la modernidad, los hijos de s¨ª mismos y de su t¨¦cnica, entre ufanos y juvenilmente desconcertados; pero todo viene de todo y se nos echa encima a cada paso.Marx contempl¨® desde el tranquilo suburbio de Londres las revoluciones a las que llamaron rom¨¢nticas y, poco despu¨¦s, ut¨®picas. El Manifiesto, publicado en enero, no tuvo ninguna influencia en las revoluciones de 1848: febrero, proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica en Francia; marzo, revoluci¨®n de Viena (fuga de Metternich); revoluci¨®n en Berl¨ªn (intento de unificaci¨®n de Alemania y crear un parlamento ¨²nico); abril, revoluci¨®n de Hungr¨ªa, liberaci¨®n de Austria; mayo, segunda revoluci¨®n de Viena por un parlamento nacional; junio, insurrecci¨®n de los obreros de Par¨ªs (millares de entre ellos muertos por la represi¨®n; otros millares deportados a Argelia). A partir de ah¨ª comenzaron las contrarrevoluciones; a Francia volvi¨® un Bonaparte como presidente de la Rep¨²blica (Luis-Napole¨®n, que desde la presidencia dar¨ªa un golpe de Estado); Austria qued¨® en las manos imperiales de Francisco Jos¨¦ (aut¨®crata durante 68 a?os, hasta 1916). Poco a poco, a?o tras a?o, todo ir¨ªa volviendo al r¨¦gimen antiguo; pero los alzamientos no hab¨ªan sido in¨²tiles. Las revoluciones burguesas (a partir de la francesa por antonomasia, la de 1789), el Siglo de las Luces, el miedo a los proletarios (una palabra hoy extinguida) formaron un esp¨ªritu liberal, dem¨®crata. Los alzamientos de 1848, aun fracasados, fueron la semilla del movimiento obrerista (hab¨ªan nacido a su vez de los abusos del feudalismo p¨®stumo).
En esta atim¨®sfera comenz¨® a progresar la palabra socialismo, incluso con la relectura de te¨®ricos anteriores. Una mezcla de infantilismo, de creencia en la bondad humana, de sentido inevitable de la historia y de reforma de las estructuras econ¨®micas: un regusto del viejo buen salvaje. El hallazgo verbal de Engels (en el Anti-D¨¹hring) fue el de dividir los socialismos en dos partes; en un lado, el de Marx, y en el otro, todos los dem¨¢s (lo mismo Saint-Simon que Blanqui, igual Fourier que Cabet o Louis Blanc, y los cartistas ingleses, y los luditas ... ). Ese pueblo de fil¨®sofos ang¨¦licos ser¨ªa tratado de ut¨®pico, el de Marx, de cient¨ªfico. Habr¨ªa que a?adir que durante la ¨¦poca de esos momentos, y hasta muy cerca de nosotros (ya lo estamos dudando), la ciencia era un deslurribramiento de victoria humana; sus conclusiones se tomaban como la verdad, absoluta. Lo que sabemos ahora nos permite considerar que Marx no ten¨ªa la objetividad ni los m¨¦todos de trabajo comprobado que se atribuyen a los cient¨ªficos: eira un revolucionario subJetivo. Sin embargo, hizo algo trascendental: puso orden en las ideas de su siglo y permiti¨® ver el principio del siguiente a la luz de ese orden. Y pas¨® de te¨®rico a activista de la revoluci¨®n. Hoy hay pocas dudas de que fue el mayor pensador pol¨ªtico contempor¨¢neo y el m¨¢s influyente.
Para traspasar su ideario al siglo XX le hizo falta el a?adido de alguien a quien ¨¦l nunca conoci¨®: Lenin. VIadimir Illich Ulianov, luego llamado Lenin, ten¨ªa 13 a?os cuando Marx muri¨®; iba a una escuela de Simbirsk, y su director y maestro fue el padre del peque?o Kerenski. El destino de Rusia, y del mundo, estuvo durante unos a?os encerrado en aquella m¨¢s bien l¨®brega escuela de provincia y en aquellos dos ni?os que iban a enfrentarse rudamente casi medio siglo despu¨¦s. Lo que comenzaba a pasar en Rusia era entonces algo parecido -simplificando- a lo que hab¨ªa sucedido en el resto de Europa. Hab¨ªa algo m¨¢s que restos de feudalismo viviendo sobre masas hambrientas; y un despuntar democr¨¢tico basado en el liberalismo y el socialismo ut¨®pico, y un movimiento obre?sta -urbano y, sobre todo, campesino- amenazante.
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?La caza del espectro
Viene de la p¨¢gina anteriorEl zar a¨²n pretend¨ªa la reforma desde dentro -suprimi¨® el sistema de siervos en sus propias tierras; los terratenientes tardar¨ªan algo en seguirlo, despu¨¦s de revueltas populares-. En 1881, los nihilistas mataron a Alejandro II; su sucesor, Alejandro III, volver¨ªa con toda furia al despotismo. En un represi¨®n fue detenido, y despu¨¦s ahorcado, el hermano mayor de Lenin. Si crey¨¦semos en la historia anecd¨®tica -que tambi¨¦n tiene sus razones-, dir¨ªamos que sin esp¨ªritu de venganza Lenin no se habr¨ªa convertido en un luchador radical. Pero la serie perlada de levantamientos en Rusia sigui¨® y sigui¨® sin tregua, cuando todav¨ªa nadie conoc¨ªa el nombre de Lenin. Que era un conspirador intelectual.
?l mismo crey¨® durante muchos a?os que no era m¨¢s que un ep¨ªgono de Marx. Pero la suma de sus doctrinas, el marxismo-leninismo, es la doctrina real que ha llegado a nuestros d¨ªas. Marx ten¨ªa un pensamiento abierto y compatible con diversas f¨®rmulas de cambio econ¨®mico y social: Lenin lo canaliz¨®, lo actualiz¨®. El leninismo fue "el marxismo de los tiempos imperialistas y de la revoluci¨®n del proletariado" (Stalin): el siglo XX sobre el siglo XIX. O, seg¨²n alguna met¨¢fora, el leninismo fue al marxismo lo que el paulismo al Evangelio.
La realidad es que el pensamiento marxista original hab¨ªa sufrido en su contraste con la realidad de las revueltas obreras y se dispon¨ªa ya a lanzar la idea de la revoluci¨®n gradual, de las transformaciones lentas y consecutivas de la sociedad -de donde naci¨® el costado de los partidos socialistas que hasta hace poco m¨¢s de una decena de a?os se consideraban marxistas: ya se purgaron del espectro inc¨®modo- S¨®lo que este sistema no val¨ªa en Rusia, donde mandaba el despotismo. Lenin le dot¨® de su sentido de autoridad, de jerarquizaci¨®n revolucionaria, de sentido de la pr¨¢ctica.
El otro ni?o de la escuela de Simbirsk, el hijo del maestro, hab¨ªa ido adquiriendo la forma socialdem¨®crata europe¨ªsta. El grupo de Lenin dentro del partido no era de m¨¢s de 300 personas en 1904; y en 1912 se desgaj¨® de ¨¦l y encontr¨® una f¨®rmula verbal tan prodigiosa como la de Engels al hablar de socialismo ut¨®pico (esta pol¨ªtica no ha dejado de ser fuente de palabras m¨¢gicas, hasta que se le convirtieron en caricatura): llam¨® a su nuevo partido bolchevique, que quiere decir mayoritario, frente a los mencheviques de la socialdemocracia, aunque no fuese verdad. Pero ten¨ªa en sus manos la fuerza de la revoluci¨®n activa, y cuando en 1917 se enfrentaron con el poder Kerenski y Lenin, el golpe de Lenin y sus supuestos bolcheviques se convirti¨® en la fuerza que necesitaba el pa¨ªs para sacudirse a los zares y comenzar un Estado moderno, y para poner fin a la guerra que desangraba al pueblo. Kerenski muri¨® en Nueva York casi nonagenario, despu¨¦s de haber visto su nombre convertido en adjetivo, sin merecerlo: un kerenski era, en el lenguaje de la guerra fr¨ªa, aquel que abr¨ªa una puerta democr¨¢tica por donde se colaba el comunismo. En realidad, Kerenski intent¨® lo contrario: atajar el comunismo, evitar que los bolcheviques fueran adoptados como dirigentes de un poder revolucionario ya establecido.
A partir de ese momento no s¨®lo Europa sino el mundo entero qued¨® dividido en dos grandes grupos ideol¨®gicos. El comunismo se convirti¨® en un movimiento universal. Una nueva Santa Alianza corri¨® a cerrar la brecha -los cuerpos expedicionarios, el cord¨®n sanitario de Winston Churchill- y sostuvo la guerra civil con las desbandadas zaristas. Esa situaci¨®n condujo ya a unas contradicciones internas que ahora comienzan a tratar de resolverse: el cerco, el bloqueo, el hambre consiguiente produjeron la idea necesaria del comunismo de un solo pa¨ªs, mientras la doctrina oficial segu¨ªa correspondiendo a su identificaci¨®n con los proletarios de la tierra. Nacionalismo y universalismo comenzaron a mezclarse. Y, usando de la ucron¨ªa, podr¨ªa decirse que sin el cerco y sin los a?os de miseria el comunismo hubiera sido menos opresor, menos sangriento, menos monol¨ªtico. El discurso de Gorbachov en la conmemoraci¨®n sovi¨¦tica parece seguir la l¨ªnea de reanudar la revoluci¨®n creadora de Lenin, de los a?os 1917 a 1921, como si todo lo dem¨¢s no hubiera existido.
Todo parece indicar que, a los 70 a?os de la revoluci¨®n sovi¨¦tica, este gran ciclo hist¨®rico se est¨¢ cerrando. La cacer¨ªa mundial del espectro no fue bald¨ªa. Su mordiente, su universalidad, su fuerza, se han ido quedando en el camino. Quiz¨¢ el ¨ªmpetu de la revoluci¨®n, que hubiera debido ser liberadora y fue cruel, se perdi¨® en el paso de Lenin a Stalin, seg¨²n la tendencia cada vez m¨¢s oficial. Pero es mucho m¨¢s evidente, por toda la historia transcurrida hasta hoy, que el anticomunismo gan¨® su lucha por una v¨ªa en la que no pensaba: desgast¨¢ndolo, haci¨¦ndole duro y defensivo, cerrado en s¨ª mismo, te?ido de nacionalismo y de miedo. Tampoco el liberalismo y la democracia quedaron indemnes: en los 140 a?os despu¨¦s del manifiesto, en los 70 de la revoluci¨®n de octubre, ha tenido que abrirse, que reducir su sistema, que cambiar el sentido del capitalismo. Parece que su ciclo est¨¢ tambi¨¦n cambiando r¨¢pidamente. Pero ¨¦sa es otra historia.
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