Marihuana y mojigater¨ªa

ESTADOS UNIDOS est¨¢ a punto de entrar en el a?o electoral de 1988. Dentro de pocas semanas empezar¨¢n las primarias, en las que los diversos candidatos, dem¨®cratas y republicanos, medir¨¢n su popularidad. Luego, las convenciones de los dos partidos designar¨¢n a los aspirantes a la Casa Blanca. Y en noviembre, ¨¦stos se someter¨¢n a la decisi¨®n soberana del pueblo, en la elecci¨®n presidencial. Pero la campa?a est¨¢ en marcha ya desde hace bastante tiempo y en ella est¨¢ predominando un ambiente de mojigater¨ªa, con rasgos tan rid¨ªculos que acaba siendo preocupante. Despu¨¦s de la eliminaci¨®n de un candidato tan valioso como Gary Hart a causa de una aventura amorosa, una concepci¨®n anacr¨®nica de la moral del hombre p¨²blico parece sumergir a los c¨ªrculos oficiales de Washington.Esta presi¨®n mojigata ha llegado al extremo de convertir el hecho de fumar marihuana en un delito que debe ser confesado, y que basta para cerrar al culpable el desempe?o de un cargo. As¨ª le ha ocurrido al juez Ginsberg, que, independientemente de sus m¨¦ritos, ha tenido que renunciar a postular un puesto en el Tribunal Supremo una vez que reconoci¨® haber fumado marihuana en sus a?os estudiantiles. Ello impuls¨® a dos candidatos dem¨®cratas a la presidencia, Babbitt y Gore, a declarar -para adelantarse a posibles denuncias- que ellos tambi¨¦n la hab¨ªan fumado. En cuanto a la esposa de otro candidato, Dukakis, este clima la ha empujado a informar p¨²blicamente de los