Don Tancredo, ridiculizado
LA MANIFESTACI?N del pasado martes en Madrid, protagonizada por 2.000 trabajadores minusv¨¢lidos de Prodiecu y otros varios miles de acompa?antes, fue un ejemplo de incivismo y puso de manifiesto un comportamiento inadmisible y abusivo en el ejercicio de un leg¨ªtimo derecho constitucional. Pero tampoco la actitud mantenida en esta ocasi¨®n por la autoridad gubernativa podr¨¢ figurar en una antolog¨ªa de capacidad de reflejos o de imaginaci¨®n. Atrapados entre los abusos de unos ciudadanos irresponsables y la pasividad de una autoridad vacilante, los madrile?os han visto una vez m¨¢sgravemente alterada su convivencia y pr¨¢cticamente impedida su libre circulaci¨®n por la ciudad. El 60% de los desplazamientos fueron alterados a lo largo del d¨ªa, y el 30% no se pudieron efectuar. El perjuicio para la poblaci¨®n fue grav¨ªsimo, y la indignaci¨®n, muy superior a la eventual simpat¨ªa que puede despertar la situaci¨®n laboral de unos trabajadores con problemas de minusval¨ªa que han sido abiertamente explotados por una organizaci¨®n ilegal.La Delegaci¨®n del Gobierno en Madrid y la Federaci¨®n Estatal de Comercio de Comisiones Obreras, convocante de la manifestaci¨®n, hab¨ªan acordado las condiciones de su desarrollo, entre ellas, el horario, el itinerario a seguir y el compromiso de que la marcha transcurriese por las aceras para no impedir la circulaci¨®n. Ninguna de estas condiciones fue cumplida por los manifestantes, y el resultado fue la paralizaci¨®n casi total del tr¨¢fico durante horas en un amplioc¨ªrculo de calles c¨¦ntricas. La llegada masiva de autobuses con manifestantes al centro de la ciudad y su deliberada colocaci¨®n en determinados puntos estrat¨¦gicos contribuyeron a agravar el caos.
Si el objetivo de los organizadores era recabar la solidaridad con los minusv¨¢lidos afectados por el cierre de Prodiecu, que daba trabajo a buen n¨²mero de ellos, no pod¨ªan haber escogido un medio m¨¢s contraproducente. Hemos asistido una vez m¨¢s a la perversi¨®n consistente en prescindir del fin, sacrificado a la espectacularidad del medio. Pero es llamativa la incompetencia de que ha hecho gala la delegada del Gobierno en la Comunidad aut¨®noma de Madrid. La pasividad de la fuerza p¨²blica ante la actuaci¨®n de los manifestantes la ha explicado por la preocupaci¨®n de no aparecer en los medios de comunicaci¨®n golpeando a min¨²svalidos. Pero si se descart¨® de antemano la intervenci¨®n de la fuerza p¨²blica, como ha reconocido, deber¨ªa haber previsto medidas alternativas de disuasi¨®n. Porque ni todos los manifesrantes eran minusv¨¢lidos, ni todos los minusv¨¢lidos lo son en igual medida, ni, por el hecho, de serlo est¨¢n autorizados a vulnerar la ley.
Por lo dem¨¢s, nada de eso evit¨® el recurso, cuando era demasiado tarde, a la actuaci¨®n de la fuerza p¨²blica. Todo un curso de desprestigio de la autoridad ante la mirada at¨®nita de unos ciudadanos que no por estar escaldados del autoritarismo de anta?o dejan de exigir a sus gobernantes el buen gobierno y la responsabilidad pol¨ªtica. Entre la salida in¨²til e inadmisible de prohibir la celebraci¨®n de manifestaciones en los centros de las ciudades y el tancredismo y la ineptitud existe una amplia gama de alternativas. Los administradores p¨²blicos est¨¢n para proteger los derechos de los ciudadanos, corregir los abusos y castigar los excesos. En todo eso fracasaron en esta ocasi¨®n. Y si Comisiones Obreras y los manifestantes por ellas movil¨ªzados deben pagar por sus faltas, ser¨ªa injusto que a los ciudadanos no se les d¨¦ una reparaci¨®n pol¨ªtica ante la impericia de quienes les gobiernan. Pues no es la primera prueba de la incapacidad de Ana Tutor para desempe?ar puesto como el que ocupa y nada indica que vaya a ser la ¨²ltima.
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