La 'perestroika' pasa por Afganist¨¢n
LA PERESTROIKA sovi¨¦tica no s¨®lo depende de los avatares que la pol¨ªtica renovadora de Mijail Gorbachov pueda sufrir en su pa¨ªs, de la ca¨ªda de Boris Eltsin o de la resistencia de la nomenklatura a una apertura que parece cada d¨ªa m¨¢s ¨¢speramente peleada. En las cordilleras y en los valles afganos, donde m¨¢s de 100.000 soldados sovi¨¦ticos luchan desde 1979 por reducir la sublevaci¨®n isl¨¢mica contra el r¨¦gimen comunista de Kabul, se decide tambi¨¦n la suerte de la pol¨ªtica de Mosc¨².En 1987, el Kremlin ha tratado infructuosamente de abrir una v¨ªa de soluci¨®n al problema afgano que permita la retirada sovi¨¦tica y poner as¨ª fin a la sangr¨ªa de recursos que supone la continuaci¨®n de la guerra y al creciente da?o pol¨ªtico que causa a la pol¨ªtica de Gorbachov el constante trasiego de veteranos de Afganist¨¢n con sus historias de una victoria imposible de conseguir, y de una lista de bajas que no cesa de aumentar.
Cuando el presidente Babrak Karmal fue depuesto por la mano sovi¨¦tica en mayo de 1986 y designado en su lugar Najibulla, se dise?aba en Mosc¨² una pol¨ªtica de negociaci¨®n con los diversos grupos guerrilleros para poner fin a la contienda. Karmal, antiguo l¨ªder de la facci¨®n Parcham del partido comunista afgano, hab¨ªa revelado ser un nacionalista oculto que no cesaba de oponer dificultades a los deseos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se esperaba de su sucesor no s¨®lo mayor comprensi¨®n hacia los problemas de Mosc¨², sino tambi¨¦n una capacidad de apertura hac¨ªa la guerrilla isl¨¢mica. Casi nada de eso ha ocurrido.
Es cierto que Najibulla ha apoyado todas las iniciativas diplom¨¢ticas sovi¨¦ticas: la aceleraci¨®n de las conversaciones de Ginebra con el vecino Pakist¨¢n para acabar con la ayuda -b¨¢sicamente norteamericana- a los rebeldes que se refugian en territorio de Islamabad cuando se ven acosados; la oferta al antiguo monarca Zahir Sha de que regrese al pa¨ªs para integrarse en un Gobierno de coalici¨®n nacional, y el establecimiento de un posible calendario para la retirada de las tropas de acuerdo con la marcha de la negociaci¨®n. Sin embargo, a la hora de extender la mano a la guerrilla las ofertas del l¨ªder afgano han sido demasiado poco y quiz¨¢ demasiado tarde.
El pasado mes de julio, Najibulla estuvo en Mosc¨², y de sus conversaciones sali¨® un paquete negociador que ha sido rechazado por los rebeldes y el anciano monarca, hoy exiliado en Roma. Zahir Sha se opone a volver al pa¨ªs para ocupar una eventual vicepresidencia de la rep¨²blica bajo Najibulla, y los guerrilleros isl¨¢micos consideran insuficiente lo que les ofrece el l¨ªder comunista, un puesto de viceprimer ministro y algunos ministerios secundarios, sobre todo a la vista de las reservas del propio Najibulla al hacer el ofrecimiento. Era preciso, hab¨ªa subrayado ¨¦ste, preservar el car¨¢cter dirigente del partido comunista afgano en la nueva situaci¨®n. En la pr¨¢ctica eso significa el mantenimiento de un r¨¦gimen autoritario en el que la autoridad est¨¦ donde siempre: en el partido.
Gorbachov se halla prendido en una tela de ara?a de la que necesita escapar para llevar adelante su po-l¨ªtica renovadora, pero la operaci¨®n afgana no s¨®lo no ha dejado de ser "una herida sangrante en el costado", como la calific¨® el l¨ªder sovi¨¦tico, sino que se gangrena con el tiempo. Najibulla mantiene secuestrada la pol¨ªtica sovi¨¦tica all¨ª precisamente donde los factores exterior e interior se confunden en un solo plano, y como consecuencia de ello Mosc¨² siente que no puede ir hacia atr¨¢s ni hacia delante. Abandonar Afganist¨¢n a la derrota segura de Najibulla ser¨ªa un golpe contra el prestigio de Gorbachov en momentos en que necesita todo el que pueda atesorar; permanecer sin perspectivas ni de victoria ni de acuerdo negociado puede ser el fin de la operaci¨®n renovadora. Gorbachov necesita a otro Najibulla, o los rebeldes isl¨¢micos a otro Gorbachov.
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