Las culpas de Reagan
NO SE pod¨ªa esperar que el informe de la comisi¨®n conjunta Senado-C¨¢mara de Representantes sobre el Irangate aportase hechos nuevos o sensacionales. El informe se basa en un estudio llevado a cabo durante meses y en las comparecencias televisivas, que eran conocidas al instante en el mundo entero. La pregunta que despertaba mayor inter¨¦s era si la comisi¨®n se iba a centrar en los m¨¦todos de desbarajuste e irresponsabilidad que reinaban entre los colaboradores de Reagan o si iba a formular acusaciones de mayor alcance. La respuesta, a la luz del texto, es clar¨ªsima: las acusaciones son cualitativamente distintas, y m¨¢s duras de lo que se esperaba. No se trata de m¨¦todos, sino de violaciones de la ley, toleradas, amparadas y en cierto modo fomentadas por el m¨¢s alto magistrado de la naci¨®n.Las violaciones de la ley no tuvieron lugar, como en el caso del Watergate, para oscuras manipulaciones electorales. Lo que estaba en juego era el nombre de EE UU en el mundo, su pol¨ªtica exterior en puntos de primera importancia estrat¨¦gica, como Oriente Pr¨®ximo y Centroam¨¦rica, en los que tienen grandes intereses tambi¨¦n aliados de EE UU. Pues bien, en esos problemas -dice la comisi¨®n congresual-, una "camarilla de fan¨¢ticos", ocupando puestos de confianza del presidente, ha violado las leyes del Estado, ha realizado una pol¨ªtica exterior propia seg¨²n sus criterios y preferencias y ha destruido documentos comprometedores para intentar esconder esa conducta. La responsabilidad de todo ello corresponde a Reagan. No se ha esclarecido -y quiz¨¢ nunca se pueda hacerlo- si Reagan sab¨ªa que fondos provenientes de las ventas de armas a Ir¨¢n eran remitidos a la contra. La muerte del jefe de la CIA, Casey, y las destrucciones de documentos realizadas por North y Poindexter no han permitido ir hasta el fin en este punto. Pero la opini¨®n mayoritaria de los ciudadanos es que Reagan sabe m¨¢s de lo que ha reconocido y no ha dicho la verdad. Por otra parte, el informe de la comisi¨®n no es un punto final: sigue la acci¨®n judicial, conducida por el juez Lawrence Walsh. En fecha pr¨®xima puede dictar actos de procesamiento contra North y Poindexter. El prestigio de Reagan est¨¢ bajo m¨ªnimos. Cumple, en cambio, destacar la operatividad democr¨¢tica de que han dado muestras las instituciones. Gracias a la separaci¨®n de poderes propia de la Constituci¨®n de EE UU, las C¨¢maras han actuado con rigor, intransigencia y eficacia. EE UU atraviesa un momento especial, a un a?o de las presidenciales. Nadie est¨¢ interesado en provocar un cambio en la Casa Blanca. Sin esta coyuntura, Reagan no podr¨ªa seguir en su puesto con las culpas que pesan sobre ¨¦l.
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