Una revista signo de este tiempo
Jes¨²s de Nazaret ense?¨® a sus seguidores a descifrar los signos de los tiempos. Por circunstancias profesionales he tenido la suerte de vivir durante los ¨²ltimos 10 a?os, primero como redactor jefe y despu¨¦s como director, una experiencia singular: llevar el tim¨®n de un semanario de informaci¨®n sobre la Iglesia en una ¨¦poca crucial, la transici¨®n de los pontificados de Pablo VI a Juan Pablo II. Incluso a?os atr¨¢s, y colaborando estrechamente con sus anteriores directores, Jos¨¦ Mar¨ªa P¨¦rez Lozano, Mart¨ªn Descalzo y Bernardino M. Hernando, he vivido de cerca este signo esclarecedor de la revista espa?ola que hizo el concilio y alent¨® el posconcilio: Vida Nueva.
Mi conciencia no me permite ocultar la vivencia profesional y humana que esto ha supuesto. No para entrar en divagaciones sobre la justicia o injusticia de mi despido -las personas pasamos, aunque a veces ignoren los que gobiernan que somos de carne y hueso-, sino para desvelar sumariamente lo que podr¨ªamos llamar el fen¨®meno Vida Nueva.
Vida Nueva ha sido siempre una bocanada de aire fresco en la Iglesia. Se adelant¨® incluso al concilio en un estilo de crear opini¨®n p¨²blica dentro de la Iglesia, respetando las reglas del juego de la informaci¨®n. Es decir, superando los viejos modelos de panegirismo f¨¢cil o de la revista devocional. Era un modo de llevar a cabo, en el terreno del periodismo, la conexi¨®n o el di¨¢logo entre la Iglesia y el mundo, que inauguraba la Gaudium et spes y que se propuso con un aire din¨¢mico y jovial la editorial PPC.
Pero informar es peligroso para las instituciones. Y eso se comprob¨® durante el franquismo, en el que Vida Nueva fue un basti¨®n de libertades, y llegaba a leerse incluso para saber noticias pol¨ªticas que no pod¨ªan salir en los grandes peri¨®dicos. En etapas posteriores, Vida Nueva sufri¨® persecuci¨®n por dar la primicia mundial de la erecci¨®n en prelatura del Opus De¨ª y por llevar a sus cerca de 100.000 lectores el p¨¢lpito de la nueva Iglesia de Am¨¦rica Latina. De aqu¨ª que este semanario haya sido seguido con inter¨¦s incluso por personas agn¨®sticas o lejanas a la Iglesia.
El ¨²ltimo cap¨ªtulo, el que me toca m¨¢s de cerca, abarca desde la primera venida del papa Wojtyla a Espa?a a hoy mismo. Conscientes de que entr¨¢bamos en otro pontificado y de la actitud reformadora de Juan Pablo II, la revista ha limado hasta el m¨¢ximo las asperezas de lo que se llam¨¦, y ya es historia, la contestaci¨®n. Pero no pod¨ªa de ninguna manera renunciar a los imperativos ¨¦ticos y profesionales de la informaci¨®n. Por tanto, siempre desde un respeto y obediencia al Papa, en Vida Nueva han aparecido asuntos delicados y pol¨¦micos: desde el varapalo a los jesuitas al boom italiano de Comuni¨®n y Liberaci¨®n; desde el asunto de las carmelitas maravillosas a los conflictos Iglesia-Estado durante el Gobierno socialista.
Este trabajo ha supuesto un aut¨¦ntico tour de force. Lenta pero implacablemente ve¨ªa llegar a mi mesa de redacci¨®n las noticias sobre las medidas con los te¨®logos de la liberaci¨®n; el desarrollo y apoyo a los movimientos neoconservadores; el oscurecimiento y creciente miedo a la informaci¨®n de determinada jerarqu¨ªa, y hasta el reciente e incre¨ªble acercamiento a monse?or Lefebvre. Nuestras noticias han sido le¨ªdas con lupa en despachos curiales. Y de un modo sutil volv¨ªan a mi mesa de direcci¨®n las ondas indignadas, el miedo, las presiones. Mientras, Vida Nueva hab¨ªa conseguido para s¨ª firmas incluso mitradas: el cardenal Taranc¨®n y monse?or Iniesta; situaba enviados especiales para cubrir con todo rigor los viajes del Papa; difund¨ªa eficazmente el pensamiento episcopal. No hemos sido ning¨²n coco. Simplemente hemos pretendido poner por obra en sus m¨ªnimos niveles lo que los propios sumos pont¨ªfices han predicado sobre la libertad de expresi¨®n y defensa de los derechos humanos.
No s¨¦ qui¨¦n me va a sustituir en la direcci¨®n de este semanario, tras un cese provocado casi por sorpresa. Insisto en que no se trata de contar batallitas personales. Pero puedo asegurar que Vida Nueva se encontraba ya en los m¨ªnimos vitales de la libertad y el respeto a la verdad. Esta idea m¨ªa es compartida por todo el magn¨ªfico equipo de redacci¨®n que me ha secundado. Y, por tanto, dada la situaci¨®n, mucho me temo que el giro de la revista apunte de nuevo a las viejas apolog¨¦ticas, los pedag¨®gicos ocultamientos y el devocionismo a ultranza que parecen florecer. Ojal¨¢ me equivoque.
No doy este testimonio desde fuera. Lo doy por amor a la Iglesia a la que pertenezco y a la que he intentado desde mi rinc¨®n dar credibilidad y coherencia interna, como consecuencia de la conversi¨®n que supuso el concilio. Lo doy por mi cari?o a Vida Nueva, con la que pr¨¢cticamente nac¨ª al periodismo. Lo doy incluso como sacerdote y jesuita.
Vida Nueva es un term¨®metro de la capacidad interna de la Iglesia de mirarse a s¨ª misma. Se dice que en un momento en que los medios laicos "atacan a la Iglesia" hay que unir fuerzas y uniformarlas. Se plantean los medios de comunicaci¨®n como instrumentos de combate. Y ¨¦se, en pol¨ªtica, es el error de base por el que comienzan a caer las dictaduras. Con ello no se consigue sino lo contrario: que los de fuera se alejen m¨¢s de una instituci¨®n que es incapaz de autodesarrollarse en la coctelera de la opini¨®n p¨²blica. Estos d¨ªas he recibido cientos de cartas y de llamadas de lectores de toda clase y condici¨®n con un ¨²nico grito: "Por favor, no os cargu¨¦is. V¨ªda Nueva. En estos momentos es lo ¨²nico que nos queda". Es el mismo grito que transporto a estas columnas. Transformar este semanario en otro ¨®rgano de propaganda es acabar con una ventana de aire puro donde muchos han podido tocar un horizonte de esperanza. Domesticar Vida Nueva es tanto como decir que ha tocado su fin el esp¨ªritu del Vaticano II. No lo hag¨¢is, porque la Iglesia que est¨¢ detr¨¢s est¨¢ viva, ha respirado el aire de la libertad, no puede ya ser silenciada. Y alg¨²n d¨ªa resurgir¨¢ de las catacumbas.
Pedro Miguel Lamet es jesuita, escritor y periodista y, hasta ahora, d¨ªrector del semanario Vida Nueva.
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