La dictadura en carne propia
El autor explica el proceso por el que los latinoamericanos llegan a saber realmente por qu¨¦ matan los tiranos. ?l es un escritor chileno al que se le ha negado el derecho a ser ciudadano libre en su pa¨ªs.
En los tiempos remotos en que las dictaduras proliferaban en pa¨ªses ajenos, pensaba yo con cierta ingenuidad que los tiranos mataban por placer. Ahora que dispongo de la inapelable experiencia de una dictadura propia s¨¦ que lo hacen m¨¢s bien por conveniencia. La muerte es algo que se impone a un opositor no s¨®lo para eliminarlo f¨ªsicamente, sino sobre todo para silenciar a quienes lo sobreviven. Y tambi¨¦n me he dado cuenta con pesar que el dictador m¨¢s peligroso es aquel que se siente inseguro y acorralado.S¨®lo as¨ª se entiende que 14 a?os despu¨¦s de la asonada del general Pinochet en contra de la democracia chilena el clima de terror en mi pa¨ªs, en vez de disminuir, ha ido aumentando. La raz¨®n est¨¢ clara: enfrentado el general a la posibilidad cierta de que no podr¨¢ ganar sin fraude un plebiscito que se aproxima, le es necesario controlar una oposici¨®n d¨ªscola y bulliciosa que exige elecciones libres y que se apronta a denunciar cualquier irregularidad. Recientemente cinco j¨®venes han sido secuestrados y se encuentran, como en los peores tiempos, desaparecidos; a los periodistas se los encarcela por lo que escriben; a ciudadanos prestigiosos se los coloca fuera de la ley por sus opiniones; se tortura a las amas de casa, no ya en centros secretos, sino en sus propios hogares, y son demasiados ya los disidentes que han terminado acribillados a balazos en plena calle.
Y para que esta represi¨®n resulte ejemplar y aleccionadora se la acompa?a de m¨²ltiples amenazas personales. Hasta ahora los invisibles escuadrones de la muerte lanzaban advertencias s¨®lo a individuos: un juez que estaba investigando casos de tortura, un sindicalista que llam¨® a una huelga general, un obispo que ped¨ªa la renuncia de Pinochet. Pero el 4 de noviembre ¨²ltimo se inaugur¨® una nueva y superior forma de intimidaci¨®n: 25 de los m¨¢s eminentes actores, directores y dramaturgos chilenos recibieron una carta conmin¨¢ndolos a abandonar el pa¨ªs antes del fin del mes o ser ejecutados. El mismo d¨ªa, a siete grupos de teatro alternativos, es decir, 52 actores adicionales, les lleg¨® una promesa similar.
Todas estas cartas estaban firmadas por el comando llamado Trizano en honor a un hombre que a mediados del siglo pasado se hizo notorio por organizar en el sur de Chile a grupos armados que mataron miles de indios.
Como tantos en Chile que han permanecido all¨¢ todos estos a?os luchando por mantener limpia y decente alguna zona del aire del pa¨ªs, estos 77 trabajadores del arte teatral decidieron no dejarse amedrentar. El 30 de noviembre, el d¨ªa en que se supone que deber¨ªan estar huyendo al extranjero, ellos van a celebrar en un estadio un gran acto cultural como modo de anunciar su intenci¨®n y su derecho de vivir en su propia patria.
A estas alturas no es suficiente una mera protesta por este nuevo acto de barbarie del r¨¦gimen. Hay que atacar la ra¨ªz del problema. Estas amenazas se siguen sucediendo porque quienes las profieren operan en Chile con toda impunidad. Los organismos de derechos humanos chilenos e internacionales han acusado al Gobierno y a los militares de complicidad.
Aun en el caso de que el general Pinochet no estuviera ¨¦l mismo involucrado con estos comandos asesinos, de lo que no cabe duda es que ¨¦l s¨ª es responsable de que esos delitos puedan llevarse a cabo con tanto descaro, puesto que jam¨¢s ha hecho el menor esfuerzo por proteger a las v¨ªctimas o descubrir a los criminales. ?ste es un tirano que despu¨¦s de todo ha proclamado que en Chile no se mueve ni una hoja sin que ¨¦l lo sepa. Durante todos estos a?os de persecuci¨®n a mansalva jam¨¢s un violador de derechos humanos ha recibido una condena por parte de un tribunal de justicia. Hasta que a estos delincuentes, que han podido circular por las calles a voluntad durante las horas de toque de queda, que usan veh¨ªculos oficiales para sus bellaquer¨ªas, se los juzgue y castigue, hasta que ellos no comprendan que ser¨¢n llamados a responder por cada vida que han eliminado, no hay ninguna raz¨®n para que cesen sus actividades.
Es en este contexto en el que hay que exigir a los Gobiernos del mundo, y particularmente al Gobierno de Estados Unidos, que ha sido durante a?os el principal aliado de Pinochet, que vayan m¨¢s all¨¢ de las palabras. La Administraci¨®n de Reagan ha estado criticando de una manera cada vez m¨¢s severa lo que est¨¢ pasando en Chile, y yo soy el primero en celebrar esta severidad. Pero tal como nosotros sabemos que las amenazas de muerte deben ir respaldadas, de triste vez en vez, por una muerte verdadera para que sean cre¨ªbles, as¨ª tambi¨¦n con m¨¢s raz¨®n el general entiende que las amenazas de otros Gobiernos nada significan si no culminan en acciones inequ¨ªvocas. En este caso hay un solo lenguaje que Pinochet entiende: el del dinero. Su r¨¦gimen se ha mantenido a flote con los pr¨¦stamos de organismos internacionales. El Gobierno de Estados Unidos y los dem¨¢s Gobiernos occidentales deben advertir al general que no habr¨¢ un centavo m¨¢s para Chile hasta que los responsables del secuestro, tortura y asesinato de tantos hombres y mujeres pac¨ªficos e inocentes sean enjuiciados p¨²blicamente. Y tal juicio debe, forzosamente, llevarse a cabo antes de que se llame a los ciudadanos a participar en un plebiscito que decidir¨¢ el destino de la Rep¨²blica.
Asalto
Cuando el general Pinochet asalt¨® el poder jur¨® que tra¨ªa a los chilenos el orden social y el imperio de la ley. Nos ha entregado el desorden y la miseria. Sus propias encuestas de opini¨®n p¨²blica indican que menos del 20% de los votantes lo elegir¨ªan presidente. Si ¨¦l no puede garantizar al pueblo de Chile, incluyendo sus m¨¢s importantes actores, directores y dramaturgos, una vida sin amenazas incesantes de muerte, ?c¨®mo puede pretender ser jefe de Estado por otros ocho a?os?
O para ponerlo en t¨¦rminos teatrales que a mis amenazados amigos en Santiago les gustar¨ªa: es hora de que el general deje de ser el protagonista principal del drama chileno y pase a ocupar el puesto que se merece, el de un silencioso, pasivo y ojal¨¢ lejano espectador.
escritor chileno, reside actualmente en Estados Unidos.
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