Un Jap¨®n con goteras
Turqu¨ªa crece a costa de la inflaci¨®n, la deuda externa, el desempleo y los salarios bajos
Turgut Ozal, el primer ministro turco, es un optimista incorregible. El pasado martes, ante un grupo de periodistas extranjeros, se atrevi¨® a vaticinar que Turqu¨ªa puede convertirse en un nuevo Jap¨®n si la Comunidad Europea (CE) le cierra las puertas. Cosas de la campa?a electoral. Lo cierto es que la econom¨ªa crece con una rapidez endiablada, m¨¢s que en ning¨²n otro pa¨ªs de la OCDE: 8% en 1986, 7% este a?o, 6% durante los cuatro a?os de mandato del actual primer ministro. ?El precio? Una inflaci¨®n galopante (cercana al 50%), una deuda externa de 31.000 millones de d¨®lares (el doble que en 1980), una renta per c¨¢pita que apenas supera los 1.000 d¨®lares y unos salarios cuyo valor adquisitivo se deteriora sin cesar.
ENVIADO ESPECIAL,Ozal asegura que la CE no puede permitirse el lujo de rechazar a Turqu¨ªa y que la plena integraci¨®n "se producir¨¢ antes de lo que mucha gente cree". Pero ni los m¨¢s triunfalistas se atreven a vaticinar que el acontecimiento vaya a ocurrir en este siglo. Las armas que esgrime Ozal son la envidiable posici¨®n geogr¨¢fica y estrat¨¦gica del pa¨ªs, a caballo entre Europa y Asia; la vocaci¨®n de puente econ¨®mico y social con Oriente Pr¨®ximo y el mundo isl¨¢mico; el potencial de sus 55 millones de habitantes (que pueden ser 70 millones antes del a?o 2000), y su vertiginoso crecimiento econ¨®mico. Por si faltara algo, el r¨¦gimen republicano creado por el padre de la Turqu¨ªa moderna, Mustaf¨¢ Kemal, hace gala de una vocaci¨®n occidental que no parece estar en peligro por el batir, todav¨ªa t¨ªmido, de la ola isl¨¢mica. Ozal no duda en asegurar que, si obtiene un segundo mandato el pr¨®ximo domingo, su m¨¢xima prioridad ser¨¢ la entrada en la CE. Todas las encuestas indican que los votantes le dar¨¢n esa oportunidad.Con Ozal, la fachada de Turqu¨ªa se ha pintado de nuevo. Los escaparates de las tiendas de modas del bulevar de Ataturk, en Ankara, o de la zona de Taksin, en Estambul, apenas desmerecen de los de la madrile?a calle de Serrano. Pero, tras la brillante fachada, el edificio presenta muchas goteras. Esas cosas no pasan en Jap¨®n. Adnan Kahveci, ex jefe de los asesores de Ozal, reconoce que las clases trabajadoras tienen que apretarse el cintur¨®n (se habla incluso de un 40% de ca¨ªda del poder adquisitivo desde 1980), pero asegura que los sacrificios son imprescindibles "si se quiere evitar que Turqu¨ªa se convierta en un pa¨ªs latinoamericano". Menciona el enorme esfuerzo para dotar de electricidad, televisi¨®n, agua y tel¨¦fono incluso a los m¨¢s remotos pueblos del este de Anatolia. "Turqu¨ªa est¨¢ en lucha", a?ade. "No estamos poniendo en el bolsillo de los trabajadores tanto como ellos quisieran. Pero la cuesti¨®n es ser Egipto o no serlo. Antes de 1980, Turqu¨ªa era Egipto. Se subvencionaba todo". Una explicaci¨®n dif¨ªcil de entender para quien ten¨ªa que trabajar en 1980 14 minutos para comprar un pan y ahora tiene que hacerlo 42 minutos. Sin embargo, a juzgar por las encuestas, el mensaje no se ha perdido en el vac¨ªo.
M¨¢s exportaciones
El enorme esfuerzo inversor en infraestructura ha estado apoyado en el incremento de las exportaciones (300% en 10 a?os), el boom tur¨ªstico (m¨¢s de 2,5 millones de visitantes este a?o) y las remesas de los emigrantes (cerca de tres millones, incluyendo a los clandestinos y a los familiares de los trabajadores). Las tres hojas del tr¨¦bol son crecimiento, inversi¨®n estatal y privatizaci¨®n. Y hasta ahora, a trancas y barrancas, la f¨®rmula funciona. Pero no faltan las voces que, esc¨¦pticas ante las promesas electorales de Ozal, aseguran que, si sigue en el poder, estrujar¨¢ el lim¨®n, es decir, proceder¨¢ a un ajuste duro que tendr¨¢ como v¨ªctimas a las clases menos favorecidas.Para los analistas econ¨®micos, lo que se juega en los comicios del domingo es si se mantendr¨¢ el peso dominante del sector estatal, consustancial al r¨¦gimen republicano que cre¨® Ataturk, o si, en el caso de que Ozal gane, se impondr¨¢ una privatizaci¨®n a ultranza, incluso de bancos y servicios p¨²blicos.
El conservador Partido de la Recta V¨ªa, del ex primer ministro Suleiman Demirel, no ve motivo para cambiar radicalmente el modelo de desarrollo basado en el sector p¨²blico y, en todo caso, estima que ¨¦ste puede ser compatible con el impulso al sector privado. Los socialdem¨®cratas de Erdal Inonu opinan como Demirel, aunque introducen un "factor social": el proceso ha de estar asociado a la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. El Partido Democr¨¢tico de Izquierdas, del ex primer ministro Bulent Ecevit, defiende a ultranza la estatalizaci¨®n y exige que los trabajadores puedan participar en la direcci¨®n de las empresas. Todos condenan la pol¨ªtica de Ozal, que, dicen, aumenta las diferencias sociales. Pero eso no parece suficiente para frenar al actual primer ministro, que, como gran vendedor de ilusiones que es, promete una Turqu¨ªa m¨¢s pr¨®spera y moderna.
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