El reverso del ser
De m¨¢s est¨¢ decirlo: para realizar este art¨ªculo, un amigo fil¨®sofo y yo tuvimos que buscar durante toda una ma?ana el libro Heidegger y el nazismo, de V¨ªctor Far¨ªas, que hab¨ªamos le¨ªdo y perdido casi irremediablemente, porque, como es de sobra ignorado, el inconsciente, sobre todo si funciona de a dos, no falla en nada.Y es que nadie que se interese no ya en la estricta filosof¨ªa, sino simplemente en la aventura del pensamiento, quiere acreditar, realizar esta verdad ya indiscutible, y m¨¢s vasta a¨²n -en la medida en que una verdad puede serlo- de lo que se pens¨®: uno de los m¨¢s grandes fil¨®sofos de la historia, y quiz¨¢ el mayor develador del ser, qued¨® como ciego ante la ignominia contempor¨¢nea a este develamiento: la de la barbarie nazi.
En Francia, como era de esperarse, la pol¨¦mica suscitada por la publicaci¨®n del libro de Far¨ªas ha adquirido una particular intensidad. De todos los pa¨ªses, incluyendo el suyo, es ¨¦ste donde Heidegger ha tenido una influencia m¨¢s decisiva, radical incluso en lo que se refiere al renuevo y a la profundizaci¨®n de la poes¨ªa -Ren¨¦ Char-, de la cr¨ªtica de tendencia filos¨®fica -Maurice Blanchot- y hasta del psicoan¨¢lisis -Jacques Lacan-, sin hablar, por supuesto, de toda la filosof¨ªa de ¨¦l derivada, que es, pr¨¢cticamente, toda la filosof¨ªa no positivista, ya que poco se lidia hoy directamente con el ser, sin pasar por un cuestionamiento o una espectrograf¨ªa del lenguaje, sin preguntarle a las palabras, de un modo heideggeriano, qu¨¦ son, de d¨®nde vienen y, sobre todo, ad¨®nde nos llevan cuando nos servimos de ellas para saber algo m¨¢s que eso de que directa e ingenuamente nos informan.
Digo que en Francia la pol¨¦mica ha adquirido una particular intensidad; pero esto no es lo esencial, sino que ha cambiado de tonalidad y, si as¨ª puede decirse, de textura. En el sentido matem¨¢tico del t¨¦rmino: se ha sofisticado. No se trata ya de saber si -y hasta qu¨¦ punto- Heidegger se comprometi¨® con el nacionalsocialismo. El libro de Far¨ªas, las investigaciones precedentes, el acceso a los archivos de la guerra y hasta un art¨ªculo como el de Luis Meana -H¨¦roes sin dioses, en EL PA?S del 24 de noviembre, p¨¢gina 38-, dan de sobra cuenta de ese error; se trata de saber si - y hasta qu¨¦ punto- la investigaci¨®n ontol¨®gica del gran fil¨®sofo alem¨¢n est¨¢ contaminada, influida, o puede funcionar como una met¨¢fora, una transposici¨®n a un terreno completamente al¨®geno, de lo que fue la ideolog¨ªa nazi.
?se es, al menos aqu¨ª, el verdadero debate. ?Podemos seguir utilizando esa estrategia para sitiar al ser, para tener acceso a la Presencia, si est¨¢, de cualquier manera que sea, contaminada por la fetichizaci¨®n de la tierra, del pueblo -y de la lengua alemana, por lo que es precisamente la negaci¨®n, el reverso del ser? ?Podemos seguir y no sentando al maestro bajo pretexto de que el carn¨¦ de un Partido -cualquiera que sea- no tiene nada que ver con un an¨¢lisis de la poes¨ªa de H?lderlin o de los templos griegos bajo el ¨¢mbito de una precisa luz?
Todo empieza -en este sentido- en Francia, con un pr¨®logo: el de Christian Jambet al libro de Far¨ªas publicado por Verdier.
Ante todo, Jambet insiste en el hecho de que el sujeto del saber no es, no coincide con el individuo del estado civil. Y a?ade que Lukacs puede hacernos despreciar a Schopenhauer cuando nos recuerda que ¨¦ste le prest¨® sus gemelos de teatro a un oficial para que pudiera enfocar mejor y asesinar a los insurrectos de 1848, pero que la an¨¦cdota no tiene nada que ver con El Mundo como voluntad y como representaci¨®n.
Sin embargo, a?ade enseguida Jambet, el nazi no es un partido como los otros, "un r¨¦gimen m¨¢s autoritario que el Estado prusiano, una revoluci¨®n m¨¢s sanguinaria que el Terror, una utop¨ªa m¨¢s peligrosa que la de More", sino una verdadera visi¨®n del mundo. Heidegger, por otra parte, nunca rebaja o descalifica el mundo de la vida concreta, de la experiencia, en nombre de la verdad del ser.
El pr¨®logo de Jambet es violento. Y es que hay que ver cu¨¢l es la significaci¨®n del libro de Far¨ªas para un militante de izquierda, que, no sin raz¨®n, no quiere que se confunda su compromiso -que fue esencialmente ¨¦tico- con otro compromiso, irracional, el de un intelectual que queda capturado en el espejismo nazi y proyecta en ¨¦l su imagen. El fil¨®sofo franc¨¦s concluye afirmando que es irrisorio tratar de separar el "buen Heidegger" del "malo" como si se tratara de reconocer lo que hay de "vivo" y de "muerto" en la filosof¨ªa de Hegel.
Para Jacques Derrida, que responde en el Nouvel Observateur, lo importante es precisamente que no se confunda la parte renovadora -y, seg¨²n la expresi¨®n de Derrida, des-constructora- de la filosof¨ªa de He?degger con lo que en ella queda de tradici¨®n reaccionaria.
No se trata, por supuesto, de justificar a Heidegger, sino de ver en el nazismo algo que no surge espont¨¢neamente, como un hongo, seg¨²n la imagen que ¨¦l emplea, sino que tiene ramificaciones y analog¨ªas en otros pa¨ªses de Europa y cuyos ecos se encuentran en pensamientos aparentemente distintos, sin complicidad exterior con esa ideolog¨ªa, pero en el fondo aparentados cuando no equivalentes. Entre los nombres citados est¨¢ el de Val¨¦ry y tambi¨¦n el de Husserl.
Para Derrida, lo que importa es, pues, distinguir en el pensamiento de Heidegger lo que puede comunicar con el exterior m¨®rbido -y que ¨¦l identifica con la tradici¨®n espiritualista y lo que, al contrario, en la cuesti¨®n del ser o en la cuesti¨®n de la cuesti¨®n, funciona por s¨ª solo, en toda autonom¨ªa.
De modo que se trata hoy, como dice con m¨¢s precisi¨®n Derrida en su ¨²ltimo libro -De l'esprit, Heidegger et la question, publicado por Galil¨¦e-, de una nueva traves¨ªa de Heidegger, la cual no es ni un comentario "interno" ni un requisitorio basado en documentos "externos" tan necesarios que permanecen en sus l¨ªmites.
Lo que Derrida en ¨²ltima instancia inculpa son las llamadas "pol¨ªticas del esp¨ªritu", de la crisis del esp¨ªritu" o de la "libertad del esp¨ªritu", que antes como ahora se tratan de oponer a todo lo b¨¢rbaro, a todo lo inhumano, ya se llame nazismo, fascismo, totalitarismo, materialismo o nihilismo. Para Derrida las filosof¨ªas del esp¨ªritu funcionan precisamente como lo contrario de lo que se proponen. La prueba est¨¢ en el hecho de que a partir del Discurso del rectorado, de 1933, Heidegger eleva un himno al esp¨ªritu, ese mismo esp¨ªritu que seis a?os antes hab¨ªa evitado y luego ro deado, cuandose refer¨ªa a ¨¦l, de prudentes comillas. Antes como hoy, concluye Derrida, la invocaci¨®n del esp¨ªritu quer¨ªa hacer una meditaci¨®n sobre el destino de Europa. De l'esprit es, pues, una reflexi¨®n ante todo sobre el hecho de evitar, sobre la palabra evitar en alem¨¢n y sobre c¨®mo Heidegger pasa de la prohibici¨®n de utilizar la palabra esp¨ªritu a su abuso.
No hay mayor inter¨¦s en de tenerse en el resto de los ataques de Derrida contra Jambet, y de los cuales m¨¢s bien se deriva que ¨¦ste se considera como ¨²nico detentador de la tradici¨®n heideggeriana. La reciente respuesta de Far¨ªas es muy neta: "Si Derrida sab¨ªa todo esto, ?por qu¨¦ no nos dijo nada? As¨ª me hubiera economizado un trabajo de 12 a?os". Y a?ade lo siguiente: "Mi libro permite verificar el estatuto propiamente filos¨®fico de los escritos pol¨ªticos de Heidegger y la dimensi¨®n pol¨ªtica de numerosos temas filos¨®ficos". Pod¨ªamos pensar que, ante la gravedad de? problema planteado, este di¨¢logo de personas es marginal.
Preguntas finales de un simple pero asiduo lector de He?degger. Su nefasto compromiso no admite ni la menor duda ni la menor disculpa. Si se refleja en su investigaci¨®n ontol¨®gica, ?hemos pasado a?os ley¨¦ndolo ingenuamente, tom¨¢ndolo como un modelo de rigor filos¨®fico? ?Podemos desechar de golpe uno de los ¨¢mbitos m¨¢s l¨²cidos que se hayan delimitado desde el comienzo de la filosof¨ªa para captar lo "dicho del ser", como una sensible c¨¢mara de eco? Ese empobrecimiento, ?no ser¨ªa como el de los marxistas de vieja chapa, que excluyeron de un plumazo el psicoan¨¢lisis bajo pretexto de contaminaci¨®n burguesa?
Y finalmente: ?todo saber, hasta una f¨®rmula matem¨¢tica que parece ser lo m¨¢s puro, no ser¨ªa m¨¢s que el reflejo de algo que lo sustenta en la ideolog¨ªa, de algo imperceptible pero operante, solapadamente eficaz?
El debate sobre el compromiso de Heidegger, como puede verse, es como una sombra que pasa entre dos espejos: se prolonga hasta el infinito. No termina jam¨¢s.
es escritor cubano residente en Par¨ªs. Ha publicado Cobra, Maitreya y Colibr¨ª. Recientemente, Ediciones del Mall, de Barcelona, acaba de publicar su libro autobiogr¨¢fico El Cristo de la Rue Jacob.
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