Nuevo clima sobre Gibraltar
EL ACUERDO entre el Reino Unido y Espa?a sobre el aeropuerto de Gibraltar constituye un doble ¨¦xito: para los dos pa¨ªses directamente afectados y para la Comunidad Europea (CE). La din¨¢mica de integraci¨®n comunitaria ha funcionado en este contencioso que enfrentaba duramente a dos de sus pa¨ªses miembros. Como otras veces en el pasado, el impulso de cohesi¨®n que late en el proyecto hacia una Europa unida ha resultado ser m¨¢s fuerte que las posturas estrechamente nacionalistas que enconan los conflictos. Hay que felicitarse de que Espa?a y el Reino Unido no hayan sido insensibles, a este impulso y hayan sabido resolver, a pesar del contencioso que las separa sobre Gibraltar, el problema del aeropuerto que bloqueaba una directiva de la CE tendente a aumentar el grado de integraci¨®n de las comunicaciones a¨¦reas.A la firmeza con que Espa?a ha abordado este conflicto el Reino Unido ha respondido con una postura realista. Ello ha hecho posible un acuerdo tras meses de negociaciones. Es el primero al que se llega desde que hace 283 a?os el Reino Unido se hiciese por la fuerza con el pe?¨®n de Gibraltar, y el hecho de que haya sido posible augura un nuevo clima en el di¨¢logo de sordos que tradicionalmente han mantenido espa?oles y brit¨¢nicos en esta cuesti¨®n. Espa?a no ten¨ªa otra salida que oponerse a la entrada en vigor de una directiva comunitaria que el Reino Unido pretend¨ªa aprovechar para dar un status brit¨¢nico a un aeropuerto que, como el de Gibraltar, ha sido construido una zona ?leg¨ªtimamente ocupada y no incluida en las estipulaciones del Tratado de Utrecht. No haber actuado de esta manera hubiera sido tanto como aceptar que una norma comunitaria saldase indirectamente a favor de la parte brit¨¢nica una cuesti¨®n sometida a litigio y sobre la que precisamente Espa?a y el Reino Unido mantienen conversaciones casi permanentes desde 1984. El Reino Unido no se ha opuesto a una salida realista del conflicto dentro de lo insostenible que resulta hoy d¨ªa que un pa¨ªs integrado en la CE mantenga un enclave colonial en el territorio de otro pa¨ªs tambi¨¦n miembro de la misma entidad pol¨ªtica.
El acuerdo logrado contiene una cl¨¢usula que deja a salvo la reivindicaci¨®n de Espa?a de la soberan¨ªa del Pe?¨®n y de las zonas anejas ocupadas con posterioridad a la firma del Tratado de Utrecht. ?ste era el punto m¨¢s caliente del conflicto y en el que la postura del Reino Unido estaba m¨¢s condicionada por la intransigencia de que han dado muestras a lo largo de las conversaciones los actuales dirigentes de la poblaci¨®n gibraltare?a. Conseguida la avenencia sobre esta cuesti¨®n de principio, llegar a acuerdos puntuales sobre la utilizaci¨®n conjunta del aeropuerto presentaba menos dificultades. Espa?a tendr¨¢ bajo su control una terminal en el aeropuerto, por la que pasar¨¢n todos los viajeros, nacionales o extranjeros, con destino a su territorio; formar¨¢ parte del comit¨¦ que se crear¨¢ para coordinar las terminales brit¨¢nica y espa?ola, y ser¨¢n las autoridades espa?olas, y no las gibraltare?as, las que autoricen los vuelos de las compa?¨ªas a¨¦reas espa?olas a Gibraltar.
Hay, sin embargo, en el comunicado un punto que no se puede pasar por alto, sobre todo despu¨¦s de lo dicho por sir Joshua Hassan y sir Geoffrey Howe, en el sentido de que las autoridades gibraltare?as tendr¨¢n voz en la puesta en pr¨¢ctica de la legislaci¨®n necesaria para la aplicaci¨®n del acuerdo, y, por tanto, la posibilidad de aplazarla o sabotearla. Es obvio que el acuerdo es entre Espa?a y el Reino Unido. Y que el Reino Unido es el responsable de su cumplimiento; el ¨²nico. Ante Espa?a y ante la Comunidad Europea. No cabe ni imaginar que el Gobierno brit¨¢nico permita que la intransigencia anacr¨®nica a la que se aferran las autoridades de Gibraltar, con argumentos de otra ¨¦poca, obstaculice un acuerdo entre Madrid y Londres cuya importancia para la CE es evidente. Conviene que Londres haga claridad sobre este punto y no permita que una sombra enturbie el nuevo clima que el acuerdo augura.
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