Negociaci¨®n a la contra
LAS NEGOCIACIONES que acaban de iniciarse en Santo Domingo entre el Gobierno sandinista y la contra, a pesar de que se desarrollan de modo indirecto con el cardenal Obando y Bravo como mediador, representan un paso sensacional. Hace un mes nadie hubiese podido hablar de un hecho as¨ª sin ser tachado de loco o de iluso. A principios de noviembre, el presidente Daniel Ortega reiter¨® que jam¨¢s aceptar¨ªa dialogar con la contra, y con argumentos nada balad¨ªes: la contra era un mero instrumento de EE UU y los acuerdos de Esquipulas 2 no le obligaban a negociar con los rebeldes. Pero la realidad de los hechos ha sido m¨¢s fuerte que la l¨®gica formal de esa argumentaci¨®n. Sin negociar con la contra, el alto el fuego era imposible, as¨ª como una democratizaci¨®n real.Daniel Ortega modific¨® su actitud en 180 grados en la segunda semana de noviembre, al aceptar la negociaci¨®n indirecta. El segundo paso fue designar como mediador al cardenal Obando, personalidad de rectitud reconocida, pero que se ha enfrentado en varios momentos con el Gobierno sandinista. En esta evoluci¨®n del sandinismo act¨²an diversos factores, y uno de los m¨¢s importantes es el impacto del acercamiento entre EE UU y la URSS, que empuja, en los llamados conflictos regionales, hacia el apaciguamiento y la b¨²squeda de soluciones intermedias por v¨ªas de paz. El propio marco centroamericano ha ejercido una presi¨®n a favor de la negociaci¨®n. Hay adem¨¢s un factor fundamental: el anhelo m¨¢s general del pueblo nicarag¨¹ense es hoy la paz. La paz como sea.
La negociaci¨®n parte de posiciones netamente inconciliables. El Gobierno dice que negociar¨¢ s¨®lo el alto el fuego, pero sin entrar en condiciones pol¨ªticas. La tesis de la contra es exactamente opuesta: sin condiciones pol¨ªticas no habr¨¢ alto el fuego. Probablemente la soluci¨®n, si se llega a ella, tendr¨¢ que estar a medio camino. Entre las condiciones pol¨ªticas, hay algunas, como la amnist¨ªa, la plena democratizaci¨®n, que est¨¢n en el Acuerdo de Esquipulas 2 y cuyo cumplimiento ser¨¢ controlado incluso por una comisi¨®n internacional. Por tanto, el Gobierno de Nicaragua est¨¢ ya formalmente comprometido a cumplirlas.
En cambio, en el texto presentado por la contra como base para la negociaci¨®n, hay puntos que equivalen, ni m¨¢s ni menos, a una exigencia de capitulaci¨®n por parte del sandinismo. De hecho, se le pide que abandone el poder. Es cierto que, al abrirse una negociaci¨®n, suelen presentarse demandas exageradas para poder recortarlas y obtener el mayor pedazo posible al final.
Actualmente, dentro del marco centroamericano que ha sido creado por el Acuerdo de Esquipulas, se observa cierta tendencia, que el presidente Duarte ha expresado en su reciente discurso de Miami, a negar y desvalorizar todos los pasos que Managua ha dado hasta ahora para cumplir el acuerdo firmado en agosto pasado en la ciudad guatemalteca, y a echar de antemano toda la culpa de un posible fracaso sobre Managua. Es una actitud que no responde en absoluto a los hechos. Refleja sin duda los deseos de Washington, pero sus efectos pueden ser muy negativos para la negociaci¨®n, empujando hacia la intransigencia, cuando es decisivo que predomine el realismo. Por ello ha sido positivo que, durante su viaje- a Centroam¨¦rica, Alfonso Guerra haya apreciado en su justo t¨¦rmino todo lo hecho por Managua por cumplir lo acordado en Esquipulas 2. Sin valorar los pasos dados hasta ahora por los sandinistas, es muy dif¨ªcil estimularles a que adopten ahora la actitud flexible imprescindible en este momento delicado de la negociaci¨®n.
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