Desatar el nudo de Reikiavik
Nunca en la historia de las relaci¨®nes internacionales se ha dispuesto de m¨¦todos de an¨¢lisis m¨¢s detallados para estimar un aspecto concreto, pero esencial, de la estructura mundial: el de la defensa. La bibliograf¨ªa, los centros especializados, las publicaciones de divulgaci¨®n -como los anuarios del Sipri sueco, o los Survey y Military Balance de la instituci¨®n londinense m¨¢s prestigiada- permiten hacernos una idea de cu¨¢les son las relaciones de poder militar. A nivel acad¨¦mico, este aspecto va primando sobre los an¨¢lisis sociol¨®gicos, de la estructura de poder interno, y tambi¨¦n sobre las versiones interdisciplinarias regionales. Muchas voces se han levantado contra esta militarizaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico que cercena y deforma la realidad.En la cumbre de Washington, la agenda se centra expl¨ªcitamente en los temas de control de armamentos: en primer lugar, la firma del acuerdo sobre armas de alcance intermedio (INF) con inclusi¨®n de las de corto alcance, en la forma de opci¨®n doble cero; luego, la posibilidad que ello abre a un acuerdo de reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas o intercontinentales; pero todo ello conectado con la posici¨®n de sovi¨¦ticos y americanos respecto a la iniciativa de defensa estrat¨¦gica, o defensa desde el espacio. Es decir, los tres elementos que surgieron a lo largo de la reuni¨®n de Reikiavik hace poco m¨¢s de un a?o (12 de octubre de 1986) y cuya conjunci¨®n impidi¨® entonces avanzar incluso en el tema de los eurocohetes.
Es, por tanto, imprescindible, al analizar qu¨¦ situaci¨®n puede surgir de la reuni¨®n de ma?ana, centrarnos en los temas de defensa. Pero, sin una consideraci¨®n de lo que est¨¢ ocurriendo pol¨ªticamente en las dos superpotencias y en Europa, el an¨¢lisis seguir¨¢ girando en la ¨®rbita abstracta del c¨¢lculo de los equilibrios de poder.
La pr¨¢ctica de las cumbres, y a¨²n m¨¢s la predilecci¨®n por su capacidad de impulsar lo estancado, es peligrosa. Hay muchos precedentes de cumbres fracasadas, entre ellas la de Viena entre Kennedy y Jruschov y la misma de Reikiavik... De todas formas, en la cultura pol¨ªtica que se configura entre las superpotencias desde los a?os sesenta, todo presidente estadounidense debe entrevistarse con el secretario general del comit¨¦ central sovi¨¦tico una o dos veces durante su mandato. Lo mismo le ocurre al principal inquilino del Kremlin respecto al habitante de la Casa Blanca. La relaci¨®n entre ambas potencias es tan ¨ªntima, tan decisiva y tan peligrosa, que las opiniones p¨²blicas se alarman si creen que quienes personalizan tanto poder no se conocen ni tratan personalmente. El presidente Reagan no se entrevist¨® con un l¨ªder sovi¨¦tico durante su primer mandato (1980-1984). Durante el segundo lo har¨¢ probablemente cuatro veces. Desde la visi¨®n propia, y casi hagiogr¨¢fica, Reagan habr¨ªa reequilibrado el poder militar, supuestamente desfavorable en 1979, y luego habr¨ªa conseguido unos acuerdos de control de armamento nucleares, no ya sin perjuicio del equilibrio, sino con una ventaja en cabezas nucleares en Europa, y a la vez habr¨ªa preservado la solidaridad de sus aliados europeos.
Desde la perspectiva sovi¨¦tica, la lectura es otra. En lo que se refiere a una ventaja americana concreta en armas intermedias -es decir, mayor reducci¨®n de cabezas sovi¨¦ticas que americanas-, es aceptable desde una visi¨®n general geoestrat¨¦gica.
La preparaci¨®n de la cumbre de Washington, a diferencia de la de Reikiavik, ha sido profunda. No solamente en lo que se refiere al an¨¢lisis t¨¦cnico, sino a la visi¨®n pol¨ªtica. Con todo, en lo que se refiere a ¨¦sta, las partes la presentan de manera diferente. Para satisfacer a su derecha -y a su propia congruencia-, Reagan incrementa las descalificaciones ideol¨®gicas. Hace compatible el acuerdo t¨¦cnico nuclear con el mantenimiento de la deslegitimaci¨®n del sistema sovi¨¦tico. Gorbachov no opera exactamente al rev¨¦s, pero inscribe el ajuste nuclear en un clima de distensi¨®n pol¨ªtica que, siempre que sea mesurado, la perestroika necesita. Ambas partes han fijado los objetivos y dise?ado los procedimientos para alcanzarlos. La cumbre est¨¢, pues, bien preparada.
En Reikiavik, el acuerdo sobre INF se integr¨® en una propuesta sovi¨¦tica de reducci¨®n de las armas estrat¨¦gicas en un 50% y en una oposici¨®n a la iniciativa de defensa estrat¨¦gica (SDI), y ello en base al tratado antibal¨ªstico de 1972. Desde entonces se ha producido un doble proceso: por una parte, en Estados Unidos se flexibiliza, si bien se mantiene, la concepci¨®n de la SDI; por parte sovi¨¦tica se acepta el principio de cierta SDI. Por tanto, la misma idea de una defensa espacial se inscribe en una concepci¨®n tradicional de la disuasi¨®n.
El arma nuclear disuade, pero no defiende. Hace dudar y renunciar a un posible agresor. Pero, una vez desencadenado el conflicto, su capacidad de destrucci¨®n hace que no sea operable, tanto en la versi¨®n de la respuesta masiva (te¨®ricamente en vigor hasta mediados de los sesenta) corno en la flexible.
Frente a esta realidad, hacia 1982-1983 producen los cient¨ªficos la idea. de asegurar el propio territorio y hacer impune el propio golpe mediante un escudo que anule las respuestas del contrario.. Es decir, mediante armas que, destruyan en el espacio los cohetes enemigos. Reagan formula la iniciativa de defensa estrat¨¦gica en marzo de 1983. El proyecto atrae al presidente como revolucionario, porque podr¨ªa, piensa, ser el camino para desterrar la posibilidad de una guerra nuclear; en todo caso, porque durante un tiempo puede conceder la supremac¨ªa absoluta.
Ahora bien, para que la SDI fuese decisiva, la cobertura defensiva tendr¨ªa que ser total o acercarse mucho al ciento por ciento. Puesto que la capacidad estimada de cabezas nucleares excede las 50.000, todo margen de vulnerabilidad har¨ªa la SDI no eficaz. Una penetraci¨®n de un 10% de cabezas representar¨ªa un megatonaje sobre el pa¨ªs inadmisible. Seg¨²n un c¨¢lculo de US Arms Coritrol and Disarmament Agency, un sistema defensivo efectivo al 90% dejar¨ªa Regar un n¨²mero de cohetes nucleares que podr¨ªa representar de 80 a 100 millones de muertos. Ahora bien, los cient¨ªficos coinciden en que al menos hasta dentro de 10 a?os no se podr¨¢ asegurar la viabilidad de la defensa en el espacio, y tambi¨¦n en que durante d¨¦cadas la defensa no alcanzar¨¢ una seguridad de interceptaci¨®n de m¨¢s del 60% de cohetes. Ello sin contar los, avances de la otra parte en penetraci¨®n y en defensa.
?Est¨¢ muerta la SDI? Est¨¢, problamente, relativizada. Y al relativizarse cabe, de parte y parte, negociar sobre ello. Sobre un arma absoluta no se negocia,, si no es tal vez sobre las consecuencias pol¨ªticas de la supremac¨ªa absoluta. Sobre un arma relativa se negocia en relaci¨®n con las otras armas.
De ah¨ª que el nudo de Reikiavik se: vaya aflojando. Porque si la SDI no es, en plazo previsible, suficientemente eficaz con 50.000 cabezas, lo puede ser si el dato son cientos de miles de cabezas. La norma que ha venido configur¨¢ndose entre las superpotencias es buscar un equilibrio aceptable para la otra parte y que las percepciones sean claras.
Recientemente, en lo que se refiere a las armas en el espacio, ambas partes han filtrado elementos importantes. La URSS, que tiene su propio programa de eventuales armas en el espacio, pero que aceptar¨ªa ciertas pruebas estadounidenses fuera de laboratorio, siempre que se respete el tratado ABM de 1972 en una versi¨®n estricta. Por parte norteamericana, con mayores frenos ideol¨®gicos, que la cobertura de la SDI no es total, lo que conduce a la conclusi¨®n de reducir armas estrat¨¦gicas por el valor que esta reducci¨®n tiene en s¨ª misma y porque presta sentido a una SDI relativa o flexibilizada.
Por ello, a diferencia de lo que ocurri¨® en Reikiavik., la condici¨®n de una reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas no depende para los sovi¨¦ticos de la muerte total del Este. Una SDI relativizada entra en el juego general de panoplia defensiva de armas intercontinentales y de los sistemas avanzados (submarinos y aviones).
En el a?o que ha transcurrido desde Reikiavik, la mejor comprensi¨®n del juego de los tres elementos que en la capital islandesa llevaron al callej¨®n sin salida -armas de alcance intermedio, intercontinentales y defensa en el espacio- ha permitido que haya un cabo suelto en el apretado ovillo que parec¨ªa condenar la negociaci¨®n de control de armamentos. Hay un cabo suelto del que ma?ana en Washington se empezar¨¢ a tirar con tiento suficiente para que el hilo de cuya prolongaci¨®n depende la seguridad no se rompa.
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