Una po¨¦tica de la historia
Es probable que el modo mayor de inteligibilidad de nuestra cultura no pueda ser hoy sino la historia: que no seamos capaces de comprendernos sino hist¨®ricamente.Es probable que de ah¨ª derive buena parte de la confusi¨®n que nos caracteriza. Por ello, los medios de comunicaci¨®n andan empe?ados en determinar lo que de hist¨®rico tiene lugar en nuestro presente. De ah¨ª, su compromiso con la. historizaci¨®n de nuestra actualidad, y el que este mismo empe?o no siempre juegue en contra de nuestras desazones de hoy.
Porque el presente es siempre, desde el momento en que queda enunciado como tal, ya historia; porque las cosas que en definitiva nos ata?en no son de ninguna manera: son cosa que pasan.
Es como si, desde esta exigencia hist¨®rica de auto-inteligibilidad, el presente multiplicara su conocida fugitividad. Las modas, y la moda del revival de las modas, parece articular el coraz¨®n de nuestra maternidad como su s¨ªstole y su di¨¢stole, meci¨¦ndonos con el arrullo de una forma de conciencia siempre p¨®stuma.
Desde el punto de vista del ayer, el lugar que funda el sentido de nuestro pasar presente es siempre el Pasado: es siempre el pasado quien late bajo la piel satinada de nuestra actualidad. Desde el punto de vista del futuro, todo cuanto hoy pensamos que ocurre ver¨¢ impugnado su sentido por un pensamiento que est¨¢ a¨²n por venir.
Todo lo que hoy podemos imaginar que son formas cumplidas de experiencia y de acci¨®n sabemos que no ser¨¢n, ma?ana, sino errores o bajas verdades.
?Es de extra?ar que nuestra cultura oscile, compulsivamente, entre la idolatr¨ªa del progreso y el canto de sirena de las nostalgias? Ambos no son sin embargo sino manifestaciones complementarias de un extremo nihilismo: manifestaciones de la nihilizaci¨®n de nuestra actualidad, de nuestro pasar presente.
Orden cerrado
En otras ¨¦pocas, en otras culturas, el presente se nos dice que era tutelado por la narraci¨®n de unos acontecimientos originarios, fundacionales, cuya eterna repetici¨®n fundar¨ªa la inteligibilidad del orden presente, su sentido.
Desde la. fugitividad de nuestro pasar de hoy, podemos evocar este orden cerrado de repetici¨®n con nostalgia (el lamento por el Para¨ªso Perdido, la ca¨ªda de la Edad de Oro), o pensar su regreso como un progreso m¨¢s all¨¢ de la idea misma de progreso (la revelaci¨®n del Eterno Retorno en Nietzsche; ese proyecto que deber¨ªa emancipamos de todo proyecto, en Bataille). Pero, no por ello estas formas intermitentes de conciencia dejan de ser estrechamente solidarias con los modos de nuestro pasar presente, siempre hist¨®rico.
Y, sin embargo, nuestra consideraci¨®n hist¨®rica del presente, ?acaso no guarda una secreta pero estrecha relaci¨®n con el mito? ?No es, en cierto modo, nuestra forma espec¨ªfica de mitificar? Eso que hoy nos pasa, ?no nos pasa en buena medida porque nos lo narramos del modo como nos lo narramos?
La historia, ?no es ante todo un relato, un cierto modo de narrarnos lo que nos ocurre? Son otros los poetas que cantan estas narraciones, otras las gestas y otros sus tropos y figuras, sus mecenas y su auditorio. Pero, ?qui¨¦n puede decir el sentido y el valor de lo que ocurre sino los hombres de poiesis?
Tal vez por ello es de agradecer, no s¨®lo el que los sabios se encaren con la historia asumiendo el nudo mitificador que subyace a cualquier propuesta de sentido hist¨®rico que pretenda trascender el marco estrecho de los pretendidos "meros hechos" (desde la po¨¦tica de la historias de H. White a las "novelas" hist¨®ricas de M. Foucault, por poner ejemplos deliberadamente heterog¨¦neos), sino tambi¨¦n lo es el que los poetas nos cuenten nuestra historia: que sean los poetas quienes tutelen el sentido de nuestro pasar. Y en este dominio, la tarea y la ense?anza de M. Yourcernar ha sido del todo ejemplar.
En su momento, se habl¨® con insistencia de la lecci¨®n profunda que Las memorias de Adriano conten¨ªa: nuestra clase pol¨ªtica reconoci¨® la ense?anza de su meditaci¨®n sobre el Poder, su inquietante actualidad.
Pero, tal vez m¨¢s all¨¢ de ello, lo que verdaderamente importa en lo que a todos nos ata?e, es el modo como nos presenta lo hist¨®rico, el modo como nos lo hace presente, esquivando la cuesti¨®n positiva de la verdad de los hechos, y sin mentir.
El modo como nos muestra eso que se expresa tras el pasar de las cosas que pasan, su valor y su sentido: las ideas que eternamente repetidas en su aparecer constituyen nuestro envite de hombres, ese exceso que insiste en nuestro pasar y que permite que tengamos una biograf¨ªa y que exista una historia. Porque, como es sabido, lo que fundan los poetas permanece: porque lo que permanece lo fundan los poetas.
Babelia
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