La excepci¨®n rumana
RUMANIA OFRECE un cuadro muy diferente al de otros pa¨ªses del este europeo. En ¨¦ste predomina, con rasgos muy distintos seg¨²n los casos, una tendencia a medidas reformistas y cierto aflorar de fen¨®menos indicativos de pluralismo pol¨ªtico: los clubes y las publicaciones no oficiales de Mosc¨², al calor de la glasnost. En Hungr¨ªa hay una oposici¨®n tolerada, y la renovaci¨®n del equipo gobernante se hace con cuadros cada vez m¨¢s tecnocr¨¢ticos y menos trabados por la ideolog¨ªa. En Polonia, la audacia de convocar un refer¨¦ndum ha costado al Gobierno una seria derrota, y ahora se ve empujado a aceptar un di¨¢logo -m¨¢s o menos reconocido- con la oposici¨®n. Pero, en Bucarest, el inmovilismo es rey. La reciente conferencia nacional del partido comunista se ha desarrollado con un ceremonial de culto al jefe digno de las peores ¨¦pocas del estalisnismo o el mao¨ªsmo.El discurso de Nicolae Ceaucescu fue interrumpido 90 veces por aplausos perfectamente regulados, acompasados, previstos. Adem¨¢s, un rasgo t¨ªpico de la dictadura rumana, el nepotismo, aparec¨ªa en la tribuna del congreso casi de forma provocativa. La mujer del jefe es de hecho el segundo personaje del r¨¦gimen; su hijo tiene un alto cargo y se prepara para m¨¢s altos destinos. Cuatro miembros de la familia figuran en el bur¨® permanente del comit¨¦ ejecutivo, el ¨®rgano restringido que ostenta la m¨¢xima capacidad de decisi¨®n. Un hermano de Ceaucescu preside la Comisi¨®n del Plan y otro el Alto Consejo Pol¨ªtico del Ej¨¦rcito. No hay parang¨®n de algo semejante en Europa desde hace mucho tiempo.
Desde la cumbre del poder siguen repiti¨¦ndose los dogmas sobre un pr¨®ximo paso del socialismo al comunismo, cuando la realidad presenta rasgos de malnutrici¨®n y atraso propios del Tercer Mundo. A causa sobre todo de la megaloman¨ªa y de errores cometidos por Ceaucescu, y a pesar de que Ruman¨ªa dispone de condiciones naturales favorables, la situaci¨®n econ¨®mica es sumamente grave. Ante el descontento de la poblaci¨®n, el Gobierno ha adoptado alguna medida, como el adelanto de una paga extraordinaria. Pero ello s¨®lo dar¨¢ un corto alivio. Quiz¨¢ el rasgo m¨¢s importante hoy sea el surgimiento de protestas populares, en ciertos casos, como en Brasov, con gran amplitud. Esas protestas no tienen por ahora conexi¨®n unas con otras. El Gobierno ha logrado, con una represi¨®n dura y un aparato policial ramificado en todas las capas sociales, impedir que se organice una oposici¨®n, como en otros pa¨ªses del Este.
En esta coyuntura, la pol¨ªtica exterior de Ceaucescu es cada vez m¨¢s incongruente. En la etapa de Breznev, su nacionalismo con ribetes antisovi¨¦ticos le convirti¨® en campe¨®n de la apertura a Occidente y de medidas de desarme radicales. A¨²n permanece el recuerdo del viaje casi triunfal del presidente N¨ªxon a Bucarest. Ahora que la URSS, con Gorbachov, materializa un acuerdo de desarme nuclear con Reagan y mejora sus relaciones con EE UU, Ceaucescu exterioriza su disgusto: no otra cosa signific¨® su ausencia de la reciente reuni¨®n del Pacto de Varsovia en Berl¨ªn Este. Se destaca as¨ª como el principal adversario de la reforma de Gorbachov.
No parece que Ceaucescu pueda ser un apoyo para las fuerzas que en Mosc¨² se oponen a la perestroika: su antisovietismo de la ¨¦poca de Breznev no le califica para ello. Su caso es diferente de lo que hubiese podido significar un Husak en Praga. Sin embargo, es obvio que la URSS est¨¢ interesada en que no perdure en el Pacto de Varsovia una situaci¨®n como la rumana, en la que, adem¨¢s de los fermentos de des¨®rdenes interiores, el Gobierno adopta actitudes discrepantes y cr¨ªticas hacia Mosc¨². En un marco como el de la Europa del Este, es mala se?al para una dictadura tan personal como la rumana que no exista ning¨²n inter¨¦s exterior en que se prolongue, y s¨ª numerosos en acortar sus d¨ªas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.