Luces y sombras de la Navidad
NAVIDAD NO es una loter¨ªa pendiente de una bola ciega cantada por la suerte. Ni las tradiciones de fondo cristiano han sido capaces de contener el ¨ªmpetu desbordante de estas fiestas de invierno. La Navidad tiene entre nosotros mucho de refugio hogare?o, al comienzo de la estaci¨®n m¨¢s inclemente. La humanidad se ha convertido en una aldea, pero llevamos camino de habituarnos a "un mundo sin hogar", seg¨²n la expresi¨®n de Peter Berger.Esta Navidad de regalos, felicitaciones, buenos augurios sigue siendo una idea infantil mezclada con la nostalgia de otras Navidades adolescentes o adultas. Todos queremos la Navidad. Pero deseamos que sea para todos: sin guerras, sin desequilibrios econ¨®micos escandalosos, sin crispaciones pol¨ªticas, sin dictaduras, sin torturas, sin terrorismo, sin menosprecio o desprecio a la dignidad y a las libertades de las personas y de los pueblos.
Las fechas se brindan a los balances econ¨®micos, a los proyectos de convivencia, a los deseos de solidaridad, a una visi¨®n realista del horizonte dos mil cada d¨ªa m¨¢s dominante. Quien m¨¢s quien menos lleva dentro de s¨ª su carta para los Reyes, que siempre vienen de lejos, de culturas desconocidas, pero ansiadas, misteriosas, indefinibles e imprevisibles como corresponde a lo que se entiende como un regalo.
Basta recorrer el mapa del mundo para caer en la cuenta de cu¨¢n lejos se encuentra de encarnar esos deseos de paz: guerras de Ir¨¢n-Irak, L¨ªbano-Israel, Afganist¨¢n, Sri Lanka, Camboya, Tibet, China-Vietnam, las dos Coreas, en lo referente a Asia. El S¨¢hara, Chad-Libia, Etiop¨ªa, Angola, Sur¨¢frica, Mozambique, en el continente africano. En la Am¨¦rica hispana arden en guerrillas de diverso color Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Per¨² y Colombia. La crueldad de la dictadura de Chile, por otra parte, indigna a la humanidad civilizada.
No obstante, hay tambi¨¦n motivos de esperanza. Se acaba de firmar una reducci¨®n, aunque todav¨ªa modesta, del n¨²mero de misiles nucleares y se prometen pasos m¨¢s generosos en el proceso de desarme entre las superpotencias. La paz y la seguridad del mundo tienen un nombre: desarrollo y confianza mutua entre los pueblos. S¨®lo por estos dos ra¨ªles puede llegarse a un tipo de comunidad internacional que deber¨ªa caracterizar el tercer milenio.
Entramos en la Navidad con rayos de luz en Euskadi, pese al zarpazo cruel y repugnante del terrorismo en Zaragoza. Si todos los pol¨ªticos que leg¨ªtimamente representan a los vascos se pusieran de acuerdo sobre un plan de pacificaci¨®n, esta Navidad ser¨ªa hist¨®rica. El Gobierno de Madrid no puede por eso sucumbir a la tentaci¨®n del desespero. Tiene que reforzar su voluntad pol¨ªtica de pacificaci¨®n, haciendo respetar al m¨¢ximo el ordenamiento legal y abriendo horizontes a las soluciones nacionalistas que son capaces de abdicar de la violencia.
Mientras tanto no es posible deslumbrarse por las felicitaciones meramente rituales, ni por las sonrisas p¨²blicas de que alardea la ciudad alegre y confiada, atascada de coches y gent¨ªo. Las luces de los privilegiados seguir¨¢n desafiando a ese creciente n¨²mero de ciudadanos que se hallan marginados del fest¨ªn de la Navidad. El bel¨¦n real de las calles, suburbios y c¨¢rceles no puede convertirse de repente en un hogar. Los conflictos sociales, pol¨ªticos y urbanos siguen ah¨ª, sangrando cada d¨ªa. No se trata de amargar a nadie la Navidad, pero es preciso estimular nuestros deberes de solidaridad y convivencia.
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