Una guerra en busca de un alto el fuego
DURANTE LA mayor parte de 1987, el contingente sovi¨¦tico en Afganist¨¢n hab¨ªa adoptado una posici¨®n b¨¢sicamente defensiva en torno a las principales ciudades ante los ataques de la guerrilla isl¨¢mica aspirando s¨®lo a mantener las posiciones del r¨¦gimen comunista de Mohamed Najibul¨¢. En las ¨²ltimas semanas, sin embargo, el Ej¨¦rcito afgano y el contingente sovi¨¦tico se han lanzado a una ofensiva de gran envergadura para romper el cerco de la ciudad de Jost. Ante la creencia cada vez m¨¢s extendida de que la URSS busca desesperadamente una salida al avispero afgano, la s¨²bita prisa por hacer que se muevan las l¨ªneas del enfrentamiento induce a pensar en un pr¨®ximo alto el fuego al que ambos bandos desearan llegar en las mejores condiciones.La situaci¨®n recuerda los acontecimientos en Indochina en las ¨²ltimas fechas de 1972. Estados Unidos desencadenaba sus fuerzas a¨¦reas contra Vietnam del Norte, mientras las fuerzas survietnamitas pugnaban con las tropas comunistas ante lo que se adivinaba como una congelaci¨®n de posiciones a la hora del armisticio. En el caso afgano no hay Vietnam del Norte, pero s¨ª se da la necesidad de dejar al aliado lo mejor situado posible ante una eventual nacionalizaci¨®n de la guerra afgana, a los ocho a?os, que se cumplieron ayer, de la intervenci¨®n sovi¨¦tica.
Se sabe que en la pasada cumbre entre el l¨ªder sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, y el presidente norteamericano, Ronald Reagan, se habl¨® de Afganist¨¢n, y que el primero hizo algunas concesiones para que Washington santificara la mejor de las paces posibles. Seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas norteamericanas, Gorbachov ofreci¨® el establecimiento inmediato de un alto el fuego con una garant¨ªa a?adida de retirada sovi¨¦tica en un plazo probablemente no superior a un a?o.
La posici¨®n pol¨ªtica de Mosc¨² en Afganist¨¢n se agrava con el paso del tiempo. As¨ª es por el da?o que causa a las relaciones de la URSS con el mundo isl¨¢mico, especialmente cuando el Kremlin desarrolla como ahora una ofensiva diplom¨¢tica en todos los frentes, por una parte, y porque la hipoteca en hombres y recursos que supone la guerra es un freno para la consolidaci¨®n de la perestroika en la propia URSS, por la otra. A causa de todo ello, Mosc¨² podr¨ªa conformarse en Afganist¨¢n con un f¨®rmula que le permitiera una digna retirada.
Nuevamente, los paralelismos con la guerra de Vietnam son llamativos. En la fase final de las negociaciones antes de la firma de los acuerdos de paz en enero de 1973, el presidente Nixon y su secretario de Estado, Kissinger, pugnaban por lo que el analista de la CIA Frank Snepp calific¨® en un famoso libro de "intervalo decente", para dejar que la suerte de la pen¨ªnsula se decidiera por las armas entre Hanoi y Saig¨®n. En aquella ocasi¨®n, la decencia dur¨® algo m¨¢s de dos a?os.
Como es l¨®gico, Mosc¨² no da todav¨ªa por perdido Afganist¨¢n y, en cualquier caso, la extensi¨®n de su implicaci¨®n militar en el pa¨ªs siempre ha sido inferior a la norteamericana en el Sureste asi¨¢tico. Probablemente, a lo m¨¢s que puede aspirar Gorbachov es a un r¨¦gimen neutralista en Kabul, con la formaci¨®n de un Gobierno de coalici¨®n nacional. No est¨¢ claro, sin embargo, que los l¨ªderes de los seis principales grupos guerrilleros sean capaces, primero, de ponerse de acuerdo sobre la forma de compartir el poder, y segundo, sobre si no ser¨ªa mucho m¨¢s jugoso esperar a que los sovi¨¦ticos se fuesen sin contrapartidas. Tampoco lo es que Washington est¨¦ dispuesto a sacar a Gorbachov de la trampa afgana sin grandes concesiones en otros puntos del tablero estrat¨¦gico mundial. Por ello, la soluci¨®n del problema exige, de un lado, un considerable valor sovi¨¦tico para actuar sin esperar gran cosa del adversario, y de otro, la inteligencia en Washington de no ceder a la tentaci¨®n de atornillar demasiado a Mosc¨² por el bien de la paz en el mundo.
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