En el lado de ac¨¢

Si Juan Jos¨¦ Saer, este argentino de cejas abundantes que prolonga el carey poblado de sus gafas, no hubiera ganado el Nadal y se tuviera que retirar de la vida sin un premio no tendr¨ªa por qu¨¦ haberse preocupado porque para ¨¦l la alegr¨ªa habita en otro lugar muy ajeno al que ocupan los galardones. Este santafesino de 50 a?os tiene la capacidad literaria de un personaje insomne de Cort¨¢zar y la afici¨®n inveros¨ªmil que tuvo Borges por hacer de la iron¨ªa la marca de cualquier situaci¨®n l¨ªmite. A veces se monta en un coche prestado y recorre la parte sur de Europa para darse cuenta de que todos somos iguales. Acaso por eso vive desde hace veinte a?os en Francia y quiz¨¢ por ello se sigue sabiendo las canciones de su pa¨ªs como si Gardel le hubiera dejado la herencia. O Eduardo Fal¨². Tiene el sentido del humor de los elegidos para la noche, y disfruta tanto contando que uno pensar¨ªa que no tiene necesidad alguna de decirlo por escrito. Pero lo dice, lo que pasa es que los espa?oles -nos pasa tanto- no nos hab¨ªamos enterado hasta ayer por la noche. La literatura en castellano gana un exiliado y pierde un desconocimiento. Le viene muy bien.