Una tragedia en forma de comedia
Robin Wood, en su excelente libro sobre el cine de Howard Hawks, hace un insuperable an¨¢lisis de esta pel¨ªcula, a la que considera la comedia m¨¢s perfecta del autor de La fiera de mi ni?a, Bola de fuego y Luna nueva c¨¦lebres comedias que cuando se ven parecen imposibles de sobre pasar, pero que ante Me siento rejuvenecer se achican un poco, qued¨¢ndose algo m¨¢s ac¨¢ de los alcances de esta.No hay raz¨®n para desviarse ni un mil¨ªmetro del enfoque que Wood da a su interpretaci¨®n de Me siento rejuvenecer dice cuanto hay que decir de ella y esboza adem¨¢s una idea sumamente original sobre el secreto de su perfecci¨®n, que nadie ha podido refutar. Esta idea consiste, a gran des rasgos, en descifrar esa aludida perfecci¨®n del filme de Hawks sobre el siguiente supuesto: Me siento rejuvenecer, o Monkey Business, es una tragedia en forma de comedia, a la inversa que Scarface, que es una comedia formalizada como tragedia.
Me siento rejuvenecer (Monkey business)
Direcci¨®n: Howard Hawks. Gui¨®n:Ben Hecht, I. A. L. Diamond y Charles Lederer. Fotograf¨ªa: Milton Krasner. M¨²sica: Leigh Harline. Productor: Sol C. Siegel, para 20th Century-Fox. Estados Unidos, 1952. Int¨¦rpretes: Cary Grant, Ginger Rogers, Marilyn Monroe, Charles Coburn, Hugh Marlowe Estreno en Madrid: cine Duplex, en versi¨®n original.
La dificultad para percibir la penetrante agudeza de esta pel¨ªcula proviene de ella misma, pues es tanta y tan veloz la gracia que lleva dentro y la hilaridad que provocan algunas de sus situaciones, que invita a contemplarla en estado de pasividad, dej¨¢ndose el espectador arrastrar por la ligereza de su torrencial humor.
La seriedad de la risa
En el cine de Hawks es frecuente que la diversi¨®n se encuentre tan enteramente fundida con la reflexi¨®n, que esta pase desapercibida y, a primera vista, todo parezca en ¨¦l poco menos que intrascendente. Sin embargo no hay diversi¨®n, si realmente lo es, que sea trivial. Divertir es de por s¨ª un asunto serio, como el despertar de la risa es una luz que conduce a la hondura. Pero en el caso de Hawks, esta generalidad se particulariza; o, si se quiere, esta particularidad se multiplica. El humor procede en ¨¦l de los afilad¨ªsimos bistur¨ªs con que despieza, con osad¨ªa sin igual, las zonas m¨¢s conflictivas de la conducta humana.En Me siento rejuvenecer la fuente de la gracia es la misma que la del conocimiento, porque Hawks -apoyado en un gui¨®nde Hecht, Diamond y Lederer, que parece, como el reparto del filme, casi irreal a causa de su endiablada destreza- pertenece a la estirpe de los arist¨®cratas de la imaginaci¨®n, en la que solo entran el exiguo y superior pu?ado de creadores contempor¨¢neos en los que el artista coincide exactamente con el intelectual; o, m¨¢s exactamente en este caso, el divertidor con el conocedor, el comediante con el sabio.
El juego que Howard Hawks practica en Me siento rejuvenecer sobre la parte m¨¢s esquinada de la doblez humana, en concreto sobre el fen¨®meno de la inversi¨®n de las conductas, no es menos profundo que el de los monumentos literarios -como William Wilson de Poe o Doctor Jekyll de Stevenson- que mejor lo indagaron, pero con una diferencia a favor del cineasta: su aportaci¨®n es incomparablemente m¨¢s gratificante en primer grado, a causa de su transparencia y su inmediatez.
A ello contribuyen decisivamente, como indicamos, el gui¨®n y el reparto de la pel¨ªcula, en el que Cary Grant, que parec¨ªa haber llegado en La fiera de mi ni?a al no va m¨¢s de su proverbial sagacidad para hacerse el despistado, riza el rizo y alcanza registros y calidades m¨¢s meritorias por m¨¢s dificultosas, ya que en su creaci¨®n del cient¨ªfico Barnaby Fulton auna f¨¦rreamente, en una sola personalidad muy compacta, dos comportamientos antit¨¦ticos, casi ant¨ªpodas: el despistado y el lince, que se conjugan en un alarde de funambulismo gestual y en un ejercicio de inolvidable temeridad imaginaria.
Si ver actuar a Grant es siempre gozoso, seguirle en su desventurada aventura de Me siento rejuvenecer, es algo que se parece a un privilegio al alcance de los parias del mundo. Y un adorno no desde?able de este privilegio es verle juguetear con una Marilyn Monroe en la primera de sus inteligent¨ªsimas composiciones de mujer tonta. Hugh Marlowe y Ginger Rogers completan un cuadr¨¢ngulo, que rompe en quinteto la figura oronda del genial secundario Charles Coburn, cerrando as¨ª el c¨ªrculo de esta transparente comedia que esconde oscuros rincones tr¨¢gicos.
Babelia
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