Una piedra muy significativa
Ten¨ªa raz¨®n el embajador de Israel. No es f¨¢cil la objetividad en la valoraci¨®n sin antes haber visitado su pa¨ªs. Sin haber podido apreciar previamente de modo directo la huella seguramente indeleble de su presencia en los territorios ocupados hace ya 20 a?os.Pero al mismo tiempo el diplom¨¢tico se equivocaba de medio a medio en una cosa. La dificultad para esa objetividad que reclama no est¨¢ tanto en funci¨®n de los prejuicios -que podr¨ªa haberlos, y l¨ªcitamente ?por qu¨¦ no?, con base en lo que cuentan todas las agencias del mundo como de la imposibilidad de anticipar intelectualmente una realidad por tantos conceptos inimaginable. Tremenda.
En todo caso, de existir alg¨²n prejuicio, estar¨ªa en haber pretendido, quiz¨¢ con cierta ingenuidad, o tal vez con deformaci¨®n profesional de juristas, rastrear la presencia de alg¨²n concepto de reglas homologables, al menos por aproximaci¨®n, a las que rigen en la legalidad democr¨¢tica, en los juicios que est¨¢n teniendo lugar en Nabl¨²s, Gaza, Ramalla... Estos actos tienen que ver con acontecimientos anteriores a las ¨²ltimas fechas, y se producen en la inmensa mayor¨ªa de los supuestos por conductas de muy escasa entidad. Mientras tanto los cientos o quiz¨¢s miles de detenidos m¨¢s recientes, se encuentran los m¨¢s en pura detenci¨®n administrativa y sin perspectivas ni siquiera de enjuiciamiento; y aquellos que pudieran pasar a disposici¨®n del juez castrense, sin expectativa de juicio posible a corto plazo. Esto ¨²ltimo debido a que sus letrados, palestinos, pero tambi¨¦n jud¨ªos, est¨¢n hoy en huelga para no colaborar a legitimar lo que consideran una farsa.
Los tribunales militares se encuentran invariablemente dentro de un complejo de instalaciones que suelen ser al mismo tiempo lugar de detenci¨®n, c¨¢rcel y, desde luego, siempre cuartel, que cuenta en sus proximidades con uno o varios campos de prisioneros. Como respondiendo a un siniestro principio de concentraci¨®n.
Las audiencias se suceden a ritmo de cadena de montaje. Y desde luego sin publicidad o con una publicidad pro forma discrecionalmente administrada por los centinelas. Se ha dicho que no, que los juicios son p¨²blicos. Pues bien, lo ser¨¢n los juicios cuando los haya pero esto, el suced¨¢neo a que se est¨¢ dando indebidamente ese nombre, carece de esa como de cualquier otra garant¨ªa. Previamente a todas ellas el juez, militar por supuesto, habr¨¢ pedido al nutrido grupo de procesados que los dispuestos a declararse culpables lo pongan de manifiesto dando un paso al frente. Lo har¨¢n la mayor parte, porque la alternativa ser¨¢ siempre peor, y porque al fin y al cabo es verdad: son palestinos.
Tr¨¢mites in¨²tiles
Una vez reconocida la culpabilidad, no vale ya la pena perderse en tr¨¢mites in¨²tiles. El fiscal formular¨¢ telegr¨¢ficamente su petici¨®n de pena; el abogado -que habr¨¢ visto, es decir, simplemente visto, momentos antes por primera vez a su cliente- tendr¨¢ la posibilidad de suplicar sucintamente clemencia, que no justicia, y el acusado podr¨¢ hablar durante un minuto si lo desea. Que no suele. Seguir¨¢, en fin, una telegr¨¢fica sentencia in voce, como todas las anteriores, como las siguientes, pronunciada con la agilidad y el esquematismo rotundo de los bandos de guerra.
No puede hablarse de jurisdicci¨®n porque los jueces no son jueces, sino juristas de leva y en armas, ni de legalidad porque no puede darse ese nombre a la voluntad de un gobernador militar impuesta de facto, ni de derecho de defensa... Y tampoco de procesos, ni siquiera sumar¨ªsimos. Cabr¨ªa, todo lo m¨¢s, referirse a un simple sistema de distribuci¨®n del trabajo militar. A la pura continuaci¨®n de la ocupaci¨®n armada por otros o quiz¨¢ ser¨¢ mejor decir por los mismos medios.
Es un modo de actuaci¨®n que pone en cierta medida de manifiesto las limitaciones de la imposici¨®n militar frente actitudes civiles de oposici¨®n masiva, cuando se dan, como ahora, en un contexto internacional, que aunque vergonzantemente tolerante, no lo es tanto como para cerrar los ojos ante una pol¨ªtica de exterminio. Lo que las armas no ante hacer ante la protesta civil desarmada tiene que hacerse en otro ¨¢mbito, no necesariamente menos cruento.
As¨ª nacen las detenciones colectivas, nunca arbitrarias, porque en cada palestino hay un peligro real para la seguridad del ocupante. No tiene por qu¨¦ ponerse l¨ªmites a la edad penal (una orden militar de 1967 la sit¨²a en los 12 a?os), porque tambi¨¦n los ni?os pueden tirar piedras a los blindados, y una piedra es algo muy significativo, seg¨²n dec¨ªa y seguir¨¢ diciendo con evidente realismo el fiscal de Nabl¨²s en muchos de sus informes. Como tampoco, dentro de esa l¨®gica perversa, tendr¨ªa por qu¨¦ reconocerse ninguna subjetividad jur¨ªdica a los concernidos por la actuaci¨®n del Ej¨¦rcito israel¨ª, reducidos a la pura condici¨®n de objeto por las particularidades de un tipo de relaci¨®n que s¨®lo puede darse en t¨¦rminos excluyentes para una de las partes.
Una condici¨®n que, cuando los muertos y heridos de bala ya no sorprenden porque forman parte de la cotidianeidad desde hace tanto tiempo, encuentra quiz¨¢ su expresi¨®n m¨¢s gr¨¢fica en una pr¨¢ctica innovadora. Es la de que con los detenidos ya no se usan esposas. Ahora se precinta sus mu?ecas con pl¨¢stico duro, con material de embalaje.
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