Gran m¨²sica y concierto interrumpido
El segundo programa de la Orquesta Sinf¨®nica de Londres, anunciado para el d¨ªa 14, estuvo atacado por los hados mal¨¦ficos: primero se indispuso la soprano Edith Mathis, con lo que su nombre y el ciclo de canciones de Strauss, que el d¨ªa anterior obtuvo tanto ¨¦xito en Tenerife, cayeron del cartel. Pas¨® buenos apuros, como es l¨®gico, el director del festival, Rafael Nebot, pero al fin dio con una excelente soluci¨®n: el magn¨ªfico concertino de la London Symphony, Alexandre Barantschik, tocar¨ªa el Concierto para viol¨ªn de Sibelius. La sustituci¨®n, bien recibida por el p¨²blico, que, como en jornadas anteriores, llenaba el teatro P¨¦rez Gald¨®s, marchaba por buen camino cuando al iniciar el tercer tiempo de la obra el director Walter Weller, actual principal invitado de la orquesta Nacional, cay¨® desplomado. Subieron a la escena varios m¨¦dicos y en pocos minutos la ambulancia traslad¨® al maestro a la cl¨ªnica El Pino. El primer susto pas¨® pronto, pues cuando el p¨²blico ovacionaba a Weller, ¨¦ste, desde su camilla, levant¨® un brazo en gesto de adi¨®s, mientras repet¨ªa a las personas que le rodeaban: "Sorry, sorry, sorry".Con el ¨¢ccidente hubo de darse por terminada la actuaci¨®n de la Sinf¨®nica de Londres, que el d¨ªa anterior, dirigida por el mismo Weller, hab¨ªa obtenido un ¨¦xito notable con la Quinta sinfon¨ªa de Mahler, bien narrada, sin exagerado apasionamiento ni mayores preocupaciones metaf¨ªsicas, lo que, en cierto modo, es muy de agradecer. Hubo acaso una desigual calibraci¨®n de las intensidades, tendencia que parece connatural a Weller y que da?¨® en mayor medida su versi¨®n de la Sinfon¨ªa incompleta, de Schubert, expuesta, por otra parte, con natural continuidad.
IV Festival de Canarias
Orquesta Sinf¨®nica de Londres. Director: Walter Wefier. Obras de Schubert, Mahler, Berfloz y Sibelius. Cuarteto Filarmon¨ªa de Berl¨ªn. Obras de Haydn, B¨¢rtok y Beethoven. Teatro P¨¦rez Gald¨®s, 14 y 15 de enero.
Aludir a las dotes individuales y colectivas de la orquesta londinense ser¨ªa insistir sobre lo escrito tantas veces: el ejemplar nivelprofesional, cuya altura no conoce un solo en el que la calidad descienda o un tutti en el que el sonido se rompa, aunque la batuta pida todas las efes del mundo. En cuanto a WeIler-, seg¨²n informan en la cl¨ªnica El Pino, se encuentra muy mejorado y probablemente a estas horas habr¨¢ emprendido viaje de regreso, no sin antes prometer al p¨²blico de Las Palmas que dirigir¨¢ gratuita¨ªmente un concierto como agradecimiento a la actitud afectiva que le ha mostrado.
Belleza y sonido
Mucho merecer¨ªa el solista del concierto de Sibelius, Alexandre Barantschik, por la precisi¨®n y belleza del sonido, la justeza en la afinaci¨®n, la amplia flexibilidad de arco, la elegancia de fraseo, la clara y bien articulada dicci¨®n. Es un aut¨¦ntico concertista, y se comport¨® como tal en los dos primeros movimientos de la obra del compositor finland¨¦s.En la misma tarde del jueves, y tambi¨¦n en el teatro P¨¦rez Gald¨®s, escuchamos una de las perlas del cuarto festival: la actuaci¨®n del cuarteto de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn que forman los violinistas Daniel Stabrawa y Christian Stadelmann, el viola Neithard Resa y el violonchelista Jan Dieselhart. Si el Cuarteto en do mayor (el del himno austriaco), de Haydn, y el N¨²mero 15, opus 132, de Beethoven, tuvieron ver siones magistrales, los filarm¨®nicos berlineses hicieron del Segundo cuarteto, de Bela B¨¢rtok, una aut¨¦ntica creaci¨®n.
Renunciando a cualquier complacencia -sea folclor¨ªstica, sea dram¨¢tico-expresiva-, el cuartetismo de B¨¢rtok, como todo arte verdadero, exige mucho de todos: de los int¨¦rpretes y del p¨²blico. Es esa tremenda exigencia que encontramos en los ¨²ltimos cuartetos beethovenianos y que Falla describ¨ªa como un "crear dej¨¢ndose la piel y las entra?as" y cuya genialidad conmueve en mayor grado por cuanto responde a largos procesos de consciencia.
Gran tarde fue la del cuarteto de los filarm¨®nicos berlineses, que, sin embargo, quiz¨¢ por la acumulaci¨®n de dos conciertos en un mismo d¨ªa, no vieron Henarse, como merec¨ªan, todos los puestos del teatro P¨¦rez Gald¨®s.
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