'Ya mereses medalya'
(A J. M. Garrido y O. Moliterno)Hoy, a las doce y media de la ma?ana (s. D. q.), en el Museo del Prado recibir¨¦ de manos de su majestad el Rey la medalla de oro de Bellas Artes.
Desde que el hombre se alz¨® del suelo, por el que correteaba a gatas, para encaramarse a la dignidad de homus erectus, trat¨® de distinguir o premiar a sus semejantes. Estas recompensas de car¨¢cter en principio m¨¢gico se atribuyeron a los leales m¨¢s sumisos, pero en ocasiones tambi¨¦n a los m¨¢s valerosos, probos o esclarecidos.
Los primeros galardones fueron el laurel a pelo o la corona formada con las ramas de este ¨¢rbol. Antes de democratizarse, esta corona radiata tan s¨®lo se atribu¨ªa a los dioses o a los h¨¦roes deificados. Se la ha considerado como el veh¨ªculo de la luz mineral de los alquimistas.
Las primeras civilizaciones, sin olvidar la Grecia antigua, se sirvieron de plumas para honrar a sus elegidos. Las plumas son los ornamentos del p¨¢jaro de Hernes o de Apolo, s¨ªmbolos del sol que luce sobre los enigmas. Estas plumas sol¨ªan colocarse en lo alto de los cascos, y el escogido era, con ellas, la imagen -de la acci¨®n y de la reflexi¨®n, y al mismo tiempo, del axioma herm¨¦tico solve et coagula (disuelve y coagula). Hay que reconocer que el Rey de la Espa?a de hoy, plantando una pluma de pavo real, aunque s¨®lo fuera en el culo de su m¨¢s humilde vasallo (yo), dar¨ªa a la ceremonia un car¨¢cter caballeresco que encomiar¨ªan todos los alquimistas..., el cual con tanto genio inmortaliz¨® El Bosco en el Jard¨ªn de las delicias.
Las dos primeras medallas honor¨ªficas fueron acu?adas por Atenas tras la victoria de Marat¨®n y por Eucr¨¢tides, rey de Bactriana. Sus creadores, con estas placas se?alaban la uni¨®n de lo fijo y de lo vol¨¢til, del cuerpo y del esp¨ªritu; la forma circular como trazado simb¨®lico del infinito y de la eternidad era, sobre todo, la alegor¨ªa de la perfecci¨®n.
Las primeras medallas talism¨¢ticas se atribuyeron en el Santuario de Artemisa de ?feso. Ten¨ªan la reputaci¨®n de tener propiedades profil¨¢cticas y figuraba en ellas el ciervo de la diosa, rodeado por una inscripci¨®n: "La fortuna acompa?a a la virtud".
En el tesoro de Tarsis se han hallado varias medallas con las efigies de Filipo y Alejandro de Macedonia. La Roma antigua acu?¨® medallas, en las que no s¨®lo figuraban los emperadores Ner¨®n, Augusto o Trajano, sino dramaturgos como Eur¨ªp¨ªdes, poetas como Virgilio o fil¨®sofos como Pit¨¢goras. El rev¨¦s de estas medallas suele reproducir escenas de guerra o caza de animales feroces. El arte de la guerra y las bellas artes se entrecruzan, como siglos despu¨¦s nos lo dir¨¢ el propio Don Quijote.
El cristianismo, desde el comienzo de la Edad Media, acepta y por fin adopta las medallas. En La vida de Santa Genoveva se nos cuenta la historia de la joven pastora que recibe de manos del obispo la medalla que consagra a Dios su persona y sus actos. Esta medalla nos ense?a que la tierra fue fundada por la sabidur¨ªa y que el firmamento fue estructurado por la inteligencia.
Los libros de caballer¨ªas, y muy especialmente las dos series escritas en Ciudad Rodrigo -los Amadises y Los pabnerines-, se refieren a menudo a las medallas cabal¨ªsticas. La orden de caballer¨ªa del Tois¨®n de Oro, que con tanto acierto reaviva actualmente Juan Carlos I de Espa?a, fue creada por el alquimista borgo?¨®n Felipe el Bueno. A primera vista, la orden celebra una gesta donde leyenda e historia se confunden: la expedici¨®n de 50 h¨¦roes aqueos (embarcados en la nave Argos) rumbo a la C¨®lquida para la conquista del Bellocino de Oro. En verdad, la orden se rendir culto a la lucidez, al amor, a la armon¨ªa, al conocimiento, es decir, a los atributos del tois¨®n como piedra filosofal.
Las primeras medallas modernas fueron acu?adas por Victorio Pisano, el Pisanello, y sirvieron para honrar la presencia en el concilio de Florencia de Juan Pale¨®logo. Desde entonces, todas las monarqu¨ªas crearon sus propias medallas como signo del car¨¢cter m¨¢gico de la realeza.
Las revoluciones francesa y rusa estaban dispuestas a hacer tabla rasa del pasado... Sin embargo, no olvidaron el secreto encanto de las medallas. La Orden de Lenin fue creada en 1930. La medalla representa la figura de Lenin rodeada por una corona de espigas... de centeno. Fleury, confesor de Luis XV, nos da una extra?a y posible explicaci¨®n: "En Israel se han encontrado medallas de tiempos de los macabeos, donde se ven espigas... para mostrar la fertilidad del pa¨ªs". Si bien es cierto que, para el adepto Fulcanelli, la espiga s¨®lo puede simbolizar el alimento espiritual, la Eucarist¨ªa.
En estos ¨²ltimos 100 a?os han surgido, para sorpresa de esc¨¦pticos y estupor de racionalistas, un sinf¨ªn de medallas: desde la parisiense medalla para La Consagraci¨®n Nacional al Sagrado Coraz¨®n a la Colonial, pasando por la de Los Estados Pontificios o la de Corea. Tanto es as¨ª, que Cam¨²s, en La Peste, reconoce "que algunos lucen medallas o amuletos m¨¢s f¨¢cilmente que van a misa. Pero C¨¦line, por su parte, recuerda: "Me trajeron al hospital la medalla que hab¨ªa ganado. Caus¨¦ una gran impresi¨®n".
La mejor definici¨®n de medalla, la m¨¢s exacta y castiza, en mi opini¨®n, es la que da Mar¨ªa Moliner: "Placa, generalmente de metal, redonda o de otra forma, con una figura, una inscripci¨®n o ambas cosas grabadas, que se lleva generalmente colgada del cuello con una cadena o un cord¨®n pasado por un orificio hecho en un saliente que tiene en el borde". Recordemos cu¨¢l fue el premio que recibi¨® aquella madre de familia numerosa: "Hubiera podido terminar el diccionario mucho antes..., pero tuve que zurcir demasiados calcetines". Sin embargo, la precisi¨®n m¨¢s sorprendente la encontramos en el Covarrubias (primer diccionario de la lengua, de 1611): "Y hoy d¨ªa hay muchos que conservan medallas muy antiguas..., y escritos sobre ellas, libros enteros con gran aprovechamiento para entender lugares oscuros de autores antiguos".
Volta¨ªre, que es un gran especialista en bolas hist¨®ricas (?qui¨¦n no ha o¨ªdo y hasta cre¨ªdo su cuento de que en Yuste Carlos V asist¨ªa todos los d¨ªas a misa encerrado en un ata¨²d?), asegura que existe una medalla que representa a Catalina de M¨¦dicis en cueros entre Aries y Tauro". Y, sin embargo, cu¨¢n acertado estuvo al escribir en su Carta de Argental. "... las ¨²nicas aut¨¦nticas medallas son las que da la posteridad".
Espa?a, durante a?os me distingui¨® con ciertos honores inmerecidos, que quiz¨¢ a¨²n est¨¦n en la memoria de alguno, no siendo el menos absurdo el que el 20 de marzo de 1976 el Ministerio de Asuntos Exteriores me incluyera como sexteron en t¨ªna lista de espa?oles que por su peligrosidad no pod¨ªan regresar a Espa?a. Los otros cinco eran: L¨ªster, Carrillo, Alberti, La Pasionaria y El Campesino.
A la hora de recibir esta recompensa de tan augustas manos, me viene a la mente una expresi¨®n utilizada por los sefarditas de Constantinopla: "Ya mereses meda1ya"..., y que se dice ir¨®nicamente de alguien que recibe una recompensa demasiado importante para ¨¦l.
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