Casanova y la 'loto'
El escabroso asunto de las nuevas loter¨ªas catalanas y sobre todo algunos de sus m¨¢s pintorescos particulares me han provocado a la relectura del cap¨ªtulo que Casanova de Saintgalt dedica en el tomo V de sus memorias a la, en cambio, divertid¨ªsima y c¨ªnica historia de la invenci¨®n y el aprovechamiento de la loter¨ªa de L'?cole Militaire. Casanova es un cl¨¢sico de las moralidades que a nadie sorprender¨¢ que figure entre los autores de cabecera de alguien inclinado a la escritura autogr¨¢fica. Por supuesto, el relato de Casanova, como casi toda su obra, no corresponde ni quiere corresponder exactamente a la realidad, aunque quiz¨¢ en este episodio no se aparte de ella tanto como en otros mucho m¨¢s famosos. Pero lo importante no es tanto la informaci¨®n sobre aquella aventura en la que se vieron envueltos altos poderes y las finanzas del reino de Francia como la reflexi¨®n del caballero veneciano sobre los l¨ªmites naturales de la honestidad en las conductas y en los quehaceres y el ejercicio de reconstrucci¨®n que hace de su persona moral, en medio de la intriga y el enga?o, m¨¢s bien lo contrario de lo que parece estar ocurriendo con la justificaci¨®n de esas nuevas loter¨ªas del presente.La historia admitida de la aventura casanoviana, la que hacen los historiadores de oficio y la que rehacen los exegetas y cr¨ªticos de Casanova, parece haber sido como sigue: a la llegada de Giacomo C. a Par¨ªs, pr¨®fugo de la justicia inquisitorial de Venecia y reci¨¦n evadido de forma tan rocambolesca de las mazmorras de Los Plomos, en enero de 1757, se estaba discutiendo en la Contadur¨ªa General del Reino un proyecto de loter¨ªa de los hermanos Calzabigi, lioneses expertos en la loto napol¨ªtana, que ten¨ªa por objeto salvar la existencia de la Escuela Militar, en penosa bancarrota desde su fundaci¨®n, en las secuelas del sistema de John Law, premonici¨®n del moderno monetarismo salvaje y de nefasta incidencia en el reinado de Luis XV. La escuela deb¨ªa en aquellas fechas quiz¨¢ 2,5 millones de liras, un agujero notable en la ¨¦poca, y sus gastos anuales frisaban las 80.000, que, seg¨²n la real ordenanza, deb¨ªan ser prove¨ªdas por un impuesto sobre los naipes. El consejo de la escuela hab¨ªa examinado, sin haber alcanzado todav¨ªa una decisi¨®n final, el proyecto de la loter¨ªa a la italiana de los hermanos Calzabigi, y en ese punto se produjo la intervenci¨®n del astuto caballero. Seg¨²n Casanova, su estrategia para hacerse con la concesi¨®n de un proyecto que intu¨ªa pero que no hab¨ªa visto nunca se inici¨® con una visita al ministro de Estado, monse?or De Bernis, al que curiosamente atribuye este t¨ªtulo con seis meses de anticipaci¨®n, ya que en ese momento era tan s¨®lo miembro del consejo. A Bernis, deslumbrado por la leyenda de su fabulosa fuga, le convencer¨ªa de su utilidad a la corona y de su voluntad de establecerse en Par¨ªs, y de ¨¦l obtendr¨ªa algunas recomendaciones muy meditadas y una bolsa suficiente para acomodarse con decencia. De Bernis pasar¨ªa al duque de Choiseul, ministro de Exteriores, que tampoco era en aquel enero duque, sino conde por su casa, ni ministro, que no fue hasta 1759, y estaba en Par¨ªs en reposo diplom¨¢tico. Pero eso puede ser trampa de la memoria, porque, efectivamente, lo conocer¨ªa ministro y duque m¨¢s tarde, aunque Choiseul lo negase despu¨¦s. 0 puede tratarse de su pariente Renaud de Choiseul, verdadero amigo del aventurero. A Choiseul, dice, lo convenci¨® s¨®lo de su talento. El duque lo recibi¨® en su toilette, donde escrib¨ªa mientras dejaba hacer a su peluquero, y se interes¨® s¨®lo por su s andanzas, que Casanova se neg¨® a contar. No por eso dej¨® de merecer su inmediata protecci¨®n y sus avales, sino al contrario. El tercero ser¨ªa el conde de Boulogne, ministro de Finanzas, a quien el abate Bernis le hab¨ªa recomendado como expert¨ªsimo financiero, de lo que se mofa con mucha gracia el caballero. De Boulogne le recibi¨® en presencia de su verdadero financiero, Parism Duverney, y ambos se dejaron embaucar por Casanova, que les hizo creer que ten¨ªa un proyecto de loter¨ªa que ignoraba la existencia de otros, cuya bondad, por supuesto, descartaba, y que estaba en posesi¨®n de una teor¨ªa matem¨¢tica y pol¨ªtica que aseguraba la infalibilidad del beneficio p¨²blico. Cuando le hablaron de 20 millones prometi¨® ciento de inmediato y les convenci¨® de su inter¨¦s cient¨ªfico y pol¨ªtico. Hasta aqu¨ª, una historia muy actual.
El cuarto paso de Casanova fue su visita a Duverney en el palacio de Plaisance. Tras una cena aburrid¨ªsima que lo puso al borde del bostezo, dice, y en la que su discreto silencio se convirti¨® en garant¨ªa de su seriedad e inteligencia, Casanova, en privado, solo ante el anfitri¨®n, dos intendentes generales y uno de los Calzabigi, pas¨® directamente al ataque. Recibi¨® de manos del hu¨¦sped el proyecto Calzabigi, pero no ley¨® m¨¢s que el t¨ªtulo. Lo devolvi¨® reconociendo que era el suyo, pero con diferencias de t¨¦cnica matem¨¢tica y de intenci¨®n pol¨ªtica, que se puso a inventar de inmediato. Prometi¨® quintuplicar la recaudaci¨®n prevista en el proyecto -¨²nico dato que pose¨ªa- y el beneficio del rey, a condici¨®n de que ¨¦ste pudiera perder en la primera emisi¨®n, y reclam¨® la utilizaci¨®n de m¨¢quinas inteligentes, de ordenadores que no exist¨ªan en Par¨ªs, para reducir los gastos generales. Rechaz¨® de plano la idea de sociedades interpuestas y se mostr¨® totalmente dispuesto a defender sus diferencias, las de su teor¨ªa, ante una asamblea de matem¨¢ticos y economistas. El paso siguiente consist¨ªa en con versar con los Calzabigi, lejos del mundo oficial, y en averiguar las diferencias, con objeto de usurpar el proyecto o de lograr una asociaci¨®n ventajosa. La asociaci¨®n era el destine m¨¢s probable.
Tras repetidas visitas de cumplido a los influyentes personajes a los que hab¨ªa embaucado y a los que conven¨ªa mantener en el convencimiento de su genio, y de un encuentro supuestamente fortuito con la marquesa de Pompadour, el examen tuvo lugar ante el Consejo de la Escuela Militar. Casanova cita ante los sabios que le escucharon a D'Alembert, en su calidad de gran aritm¨¦tico, y que tal vez estuviera presente, pero olvida a Diderot, cuya presencia consta. El astuto veneciano defendi¨® en realidad el proyecto de los Calzabigi, con olvido de las m¨¢s de sus propuestas de enmienda, como la ampliaci¨®n a seis de los cinco n¨²meros en juego y la posibilidad de cotizaci¨®n de las quinas. Pero brill¨® en los argumentos pol¨ªticos y morales.
La loter¨ªa de Casanova y los Calzabigi fue instituida por real ordenanza y comenz¨® a funcionar con ¨¦xito por apuestas mensuales y en descubierto en abril del a?o siguiente. Casanova obtuvo buenas condiciones como director y recaudador. Los Calzabigi fueron acusados de ambiciosos y corruptos, y finalmente desbancados a finales de 1759. Casanova no lo cuenta, ni si ces¨® con ellos; en todo caso, ¨¦l dej¨® el negocio poco tiempo despu¨¦s.
Casanova, en el oficio de lotero, se desenvolvi¨® con mucha habilidad. Vendi¨® cinco de las seis administraciones que le adjudicaron, compr¨¦ espl¨¦ndida carroza y elegant¨ªsimo ajuar y se dedic¨® a corretaje directo y .de confianza en las casas de los grandes, en las que era recibido como gran se?or. Abusaba de la ignorancia de sus clientes, "porque nadie entend¨ªa a¨²n nada de aquel juego", propon¨ªa apuestas combinadas y "regresaba cada noche a casa con los bolsillos llenos de oro". Gan¨® honestamente, aunque con muchas a?agazas, mucho dinero -22.000 francos limpios la primera vez-, y perdi¨® a veces por exceso de confianza en su instinto de jugador. Pero impuso su sistema, con gran satisfacci¨®n del p¨²blico y del ministerio. El episodio en su vida no tuvo importancia: un paso de ingenio en el arte de sobrevivir. Lo importante son sus reflexiones morales.
Casanova no recurre nunca a la justificaci¨®n del juego, vicio que practica desde siempre, incluso con trampas cabal¨ªsticas y trucos de tah¨²r; sabe que el juego organizado es s¨®lo un sistema de recaudaci¨®n en beneficio p¨²blico, como mal menor y por necesidades de la hacienda del Estado. Cuando medita su plan, dice: "No ten¨ªa idea alguna sobre finanzas, y por mucho que torturase la imaginaci¨®n todo lo que se me ocurr¨ªa eran nuevos impuestos, medios odiosos y absurdos. Los rechazaba tras darles vueltas en todos sentidos". Rechazaba las sociedades mixtas con beneficio compartido: "La loter¨ªa no puede prosperar sino por un prejuicio que debe operar indefectiblemente. No quisiera mezclarme en eso al servicio de una empresa que para aumentar el beneficio tendr¨ªa que pensar en multiplicar sus operaciones". Tiene asumidas las cuentas con su persona moral, con su cinismo, pero el cinismo no le parece compatible con las razones del poder, que deben basarse exclusivamente en el c¨¢lculo pol¨ªtico. "No concibo, le dije fr¨ªamente" -cuando defiende la oportunidad de su proyecto-, "m¨¢s que una raz¨®n y de una ¨²nica naturaleza" -para no adoptarlo-: "Que el rey no quiera permitir el juego a sus s¨²bditos". Una frase un poco oscura, durante su defensa del proyecto en el examen de la Escuela Militar, resume muy bien esa doble filosof¨ªa: "Les dije que si el arte de calcular en general era propiamente el arte de encontrar la expresi¨®n de una relaci¨®n ¨²nica resultante de la expresi¨®n de varias relaciones, esa misma definici¨®n se aplicar¨ªa al c¨¢lculo moral, tan exacto como el c¨¢lculo matem¨¢tico. Les convenc¨ª de que sin esa certeza el mundo no hubiera creado c¨¢maras de seguros tan ricas y florecientes, y que se mofaban de la fortuna y de los d¨¦biles que la tem¨ªan".
Ser¨ªa deseable que algunos emprendedores contempor¨¢neos hicieran reflexiones parecidas a las del c¨ªnico y moral¨ªsimo Casanova.
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