Emilio Lled¨®: "El futuro es la armon¨ªa"
El fil¨®sofo ha sido elegido miembro de la Academia de Ciencias de Berl¨ªn
Acaba de ser elegido miembro de la Academia de Ciencias de Berl¨ªn y el pr¨®ximo mes de octubre iniciar¨¢, durante un curso entero, la docencia en la universidad de la ciudad del muro. Pero los muros no han sido nunca obst¨¢culo para la mirada de Emilio Lled¨®, fil¨®sofo de profesi¨®n y vocaci¨®n, un hombre acostumbrado a mirar siempre m¨¢s all¨¢ de la realidad inmediata, sin perder ¨¦sta de vista. Lled¨® cree que el hombre es un ser que habla, cuyo desaf¨ªo m¨¢s inmediato es el construir una comunidad ideal de di¨¢logo, porque el futuro, afirma, es la armon¨ªa.
Emilio Lled¨®, catedr¨¢tico de Historia de la Filosof¨ªa en la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED), acaba de recibir un homenaje en la facultad de Filosof¨ªa de Barcelona. El sal¨®n de grados del centro, su local con mayor capacidad, se qued¨® peque?o, al tiempo que se convert¨ªa en una isla en el tiempo. Alumnos suyos entre 1967 y 1978, a?os en los que profes¨® en Barcelona, llenaron las sillas, los pasillos y los alrededores de la sala. Habl¨® de la experiencia de la filosof¨ªa y lo hizo de la misma forma en que siempre lo ha hecho: tom¨® como punto de partida un texto y le dio vida, se convirti¨® ¨¦l mismo en el lugar donde "las palabras quietas que siempre responden la mismo" dejaban de hablar, con exasperante monoton¨ªa, del siglo V antes de Cristo para hacerlo de ese mismo instante y de los que han de venir."Uno de los problemas fundamentales de la filosof¨ªa contempor¨¢nea", afirma Emilio Lled¨®, es promover una reflexi¨®n que supere las apariencias bajo las que se presenta la realidad. Nos encontramos ante un grave problema de comunicaci¨®n, de inteligencia mutua de intereses entre los seres humanos. El hombre es un ser que se expresa, que habla y escribe, que vive en sociedad y necesita entenderse y entender, lo que tiene que ver necesariamente con los otros seres. Vivimos en una sociedad muy comunicada, pero corremos el peligro de que acabe produci¨¦ndose una asfixia comunicativa. Esa asfixia nos ata al presente y, para romper la angustia del presente, lo mejor es abrir las ventanas del tiempo, permitir que entre el aire fresco de las experiencias de los hombres del pasado".
El lector
La lectura del pasado vale, para Lled¨®, porque remueve el presente. De hecho, los textos permanecen callados pero el int¨¦rprete, el lector, les da sentido. "El verdadero contexto de un texto", afirma, "es el lector, soy yo cuando leo". Esa recuperaci¨®n de los mensajes enviados a trav¨¦s del tiempo requiere de la colaboraci¨®n del proceso educativo. "La educaci¨®n hace que el hombre sea posibilidad. El hombre es un ser ambiguo que puede ser incitado a la pasividad o a la acci¨®n", conviene que la paideia haga del hombre un ser capaz de vivir el pensamiento de los otros."La palabra hablada reproduce el tiempo del coraz¨®n", explica Lled¨®, "de la vida, de la naturaleza. Pere tenemos tambi¨¦n la palabra escrita, que tiene otro tiempo distinto al de la lengua y que vence al tiempo". El fil¨®sofo no debe, en su opini¨®n, olvidar el cuerpo, las pasiones, los miedos que experimenta; tampoco a la raz¨®n, que les da sentido.
Pero la racionalidad no es un momento establecido, no se ha alcanzado; al contrario, es tensi¨®n hacia y, sobre todo, es camino que se recorre d¨ªa a d¨ªa. La funci¨®n del fil¨®sofo es la de luchar por una comunidad ideal de di¨¢logo, "que es una utop¨ªa" pero que es, a la vez, m¨¢s necesaria que nunca en un momento en el que parecemos inmersos en una "comunidad ideal de disenso".
"La humanidad", insiste Lled¨®, "no puede convertirse en un universo moribundo", y para evitarlo el pensamiento debe de ser coherente con su propio tiempo, un tiempo en el que la teconolog¨ªa promueve una tendencia a la totalizaci¨®n. El pensamiento, pues, debe, en consonancia, buscar una armon¨ªa universal, lo que no significa una uniformidad.
Un humanismo que sea "lucha por la raz¨®n". Y la funci¨®n de la raz¨®n es la de asumir que vivimos en un mundo de escasez en el que existen seres menesterosos e intentar aliviar esa menesterosidad. Ahora bien, "no podemos convivir pensando que los dem¨¢s son enemigos, porque necesitamos conservarnos, mantener la conciencia de nosotros mismos, de nuestro ser, que no puede ser otro que con los dem¨¢s". Por eso Lled¨® reivindica el orden: "El orden pervive; el desorden, se aniquila. El cultivo del desorden es un suicidio, a no ser que pensemos en t¨¦rminos antidemocr¨¢ticos como las dictaduras: la apariencia de orden, el orden del disenso" el enfrentamiento y la violencia.
Babelia
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